“El Papa tiene que apurarse"

Las reformas a la Iglesia que pretende el Papa Francisco, a sus 77 años de edad, requieren de mucha energía, si es que desea que estos cambios se consoliden en el tiempo. La actual expectación se centra en los primeros ocho días de octubre, cuando se reúna en Roma la Comisión de Reforma, entre cuyos miembros se encuentra el cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz, que trazará los próximos desafíos del polémico pontificado del primer Papa Latinoamericano.

Las reformas a la Iglesia que pretende el Papa Francisco, a sus 77 años de edad, requieren de mucha energía, si es que desea que estos cambios se consoliden en el tiempo. La actual expectación se centra en los primeros ocho días de octubre, cuando se reúna en Roma la Comisión de Reforma, entre cuyos miembros se encuentra el cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz, que trazará los próximos desafíos del polémico pontificado del primer Papa Latinoamericano.

Hasta el 28 de febrero de 2013, este año no pasaba de ser otro en el que los lineamientos conservadores del catolicismo seguirían rigiendo a la cristiandad. La herencia de Juan Pablo II se mantuvo casi intacta en el pontificado de su sucesor, el tímido y ponderado Joseph Ratzinger, quien había ejercido además, como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, antes llamada Santa Inquisición. Sin embargo, el caso denominado Vatileaks y la desclasificación de los mayores secretos del Vaticano durante el 2012, removieron los sólidos pilares romanos.  El cauto Joseph Raztinger comenzó a hablar de “la suciedad de la Iglesia” y de la afición de sus príncipes de “morderse y devorarse mutuamente”. Más aún, se  atrevió a confesar urbi et orbi  que “la división desfigura a la Iglesia y que se debían superar las rivalidades”. Sin embargo, nunca se sospechó  “el golpe blanco” que infligiría renunciando al sillón de Pedro. Menos,  que al cabo de siete meses, quien lo sucedería sería un latinoamericano y el primer papa en más de 180 años que pertenece a una congregación religiosa.

El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio y ahora Papa Francisco tiene al mundo fascinado con sus aires de cambio. No habla de sencillez, la ejerce. No habla de honestidad, la demuestra. Hasta el escándalo del Vatileaks quedó prácticamente en el pasado y la expectación de los creyentes está en qué es lo que va a decir cada día.

Nunca antes los medios de comunicación como en este pontificado se habían convertido en los púlpitos modernos. Desde allí y en una amplia entrevista concedida al sacerdote jesuita, director de la revista La Civittá Católica, P. Antonio Spadano, dio a conocer lo que se podría denominar su carta de navegación, destacando el nuevo el rol de la mujer y el de una Iglesia más parecida a un hospital de campaña “con mayor urgencia de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles”.

En la larga entrevista que es posible de ser revisada en Internet de manera íntegra aquí, el Papa fue claro en terminar con los temas que han sido la “piedra de toque”. Temas contra los cuales la Iglesia ha estado pegándose insistentemente  y en contra del deseo de una parte no despreciable de su grey durante las últimas décadas. “ No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible (…) Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio”, dijo.

Sin querer pero queriendo y después de meses de riguroso silencio, el papa Emérito Benedicto XVI abrió la boca. Y lo hizo en el gran periódico romano de la izquierda liberal, La República, defendiendo su pontificado. Era una respuesta al matemático y ateo Piergiorgio Odifreddi señaló que no se habían encubierto delitos de pedofilia ni de abusos sexuales durante su reinado.

A los pocos días, el Vaticano siguió haciendo noticia. Esta vez sería el número dos de la jerarquía eclesiástica, el secretario de Estado Pietro Parolín, quien en una entrevista al diario El Universal de Caracas, recordó que el puntiagudo tema del celibato sacerdotal no era un dogma de fe por lo que “se puede reflexionar sobre y pensar en modificaciones”. Por si fuera poco, el mismo papa Francisco, aparecería enseguida, y de nuevo en La República, respondiendo una durísima columna de su fundador y ex director Eugenio Scalfari.

La guinda de la torta la puso el teólogo suizo Hans Küng cuando publicaba en el diario El País una asertiva reflexión titulada La prueba decisiva de Francisco.

EL FACTOR TIEMPO

Las Iglesias nacionales están expectantes frente a esta “nueva forma de gobernar” que ya viene anunciando Francisco y que pretende darles más fuerza y voz. Claro que eso de “nueva forma” tiene bien poco, cuando lo que ha hecho es poner en práctica muchas de las recomendaciones del Concilio Vaticano II, celebrado a comienzos de los 60.  Acuerdos que quedaron congelados bajo papados que se caracterizaron por su conservadurismo, como el de Juan Pablo II y que tan bien retrataba Hans Küng en su libro ¿Por qué una ética mundial? (Ed. Herder): “En estos días, la Iglesia Católica Romana da la impresión de ser una dictadura clerical”. Diagnóstico que estaría quedando para la historia, cuando es el mismo Papa Francisco quien está exigiendo un rol más importante de uno de los sujetos más ninguneados históricamente por el Vaticano: la mujer. Se habla del nombramiento de cardenalas en lugar de sacerdotisas, cuestión que pocos comprenden:“Los papas anteriores han dictado una serie de normas canónicas e interpretaciones teológicas que han minado la vía del sacerdocio. Pero queda una, disciplinaria, no teológica, y es la de nombrar mujeres cardenalas, ya sean laicas o religiosas. Hasta el siglo XVII, había cardenales que no eran clérigos y solo una norma disciplinar impidió que los cardenales fueran laicos. Pero eso es muy fácil de resolver. Es cosa que el Papa dicte un motu proprio u otra norma disciplinar si el papa Francisco logra el consenso de ciertos grupos de interés dentro de la Iglesia. Por eso es muy importante lo que va a ocurrir en octubre, cuando se reúna la Comisión de Reforma de la Iglesia, entre el 1 y el 8 en el Vaticano”, explica el teólogo Álvaro Ramis.

En su libro La dignidad de la Tierra (Ed. Trotta), el teólogo y sacerdote casado Leonardo Boff, dice: “América Latina es el único continente donde los teólogos son vigilados por la policía, algunos están presos y otros han sido torturados y asesinados”. Boff se refiere a los “teólogos de la Liberación”, que constituyen hoy otro de los fuertes virajes de la política vaticana. Los acercamientos entre la actual curia y la antes proscrita Teología de la Liberación son tan abiertos que el mismo Papa Francisco recibió en Roma a uno de sus principales exponentes, Gustavo Gutiérrez. “El gesto fundamental fue el hecho de que el Prefecto para la Doctrina de la Fe, la semana anterior a que el Papa Francisco recibiera a Gustavo Gutiérrez, lanzó un libro junto a Gutiérrez y el Observatorio Romano publicó un artículo extenso firmado por el mismo Gutiérrez. Ahí se vió el nuevo status de la Teología de la Liberación en el marco de las distintas teologías de la Iglesia Católica. No es que se reconozca a la Teología de la Liberación como la nueva teología católica, sino que es reincorporarla en el marco del pluralismo del marco teológico. Esto es importante porque se trata de que haya un debate permanente con distintas miradas y posiciones que puedan convivir y enriquecerse mutuamente. Lo más probable es que el Papa incorpore a Gustavo Gutiérrez dentro de la Sociedad Internacional de Teología para que pueda dar cuenta de esa voz en el marco del debate teológico internacional. Se vuelve a 20 años atrás, de modo de establecer un debate, un diálogo, en el que la Teología de la Liberación puede ejercer un papel crítico en el marco de la teología católica en general”, apunta Ramis.

Lo más probable es que el mismo Hans Küng deje de predicar en el desierto y sea reconocido en la Iglesia a la que tanto critica. Particularmente, si es que el papa Francisco se abre a sus recomendaciones en cuanto a considerar a la “pobreza” en un sentido más amplio que el material. Küng se refiere a los “pobres de espíritu”, que no son a los que les falta la fe, sino que quienes aún teniéndola han sido  abandonados por su Iglesia. Estos, según Küng, serían los divorciados, las mujeres y los sacerdotes casados. Solo estos últimos suman más de 65 mil en una cristiandad carente de sacerdotes para oficiar y entregar los sacramentos fundamentales de la Fe.

¿Cómo se han tomado estos aires de cambio al interior de la Iglesia? “Hay distintas reacciones dependiendo de los actores. Sin duda, para los grupos que están más ligados a la vida cotidiana de la Iglesia Católica, hay un aire de apertura, expectativa, esperanza, entusiasmo porque se han abierto posibilidades de cambio muy sentidas por los católicos. Por otro lado, hay sectores que están muy institucionalizados, que tienen mucho poder y que ven estas propuestas con reparos y miedo. Hasta este momento, estos sectores han manifestado una posición muy pasiva, tratando de mostrar un cierto silencio, una “huelga de brazos caídos”, falta de seguimiento sin entrar en una discusión abierta. Aunque ya hay algunas voces que empiezan a oponerse desde los sectores más conservadores”, explica el teólogo Álvaro Ramis.

Pero uno de los mayores adversarios del Papa y su plan renovador es el tiempo. “Creo que tiene que apurarse porque tiene una edad avanzada. Ya tiene 77 años y su lapso de pontificado no puede ser tan largo, y la agenda de reformas, exigirá mucha energía y dedicación para llevarla a la práctica. Lo que ha hecho hasta el momento es  marcar una hoja de ruta a través de la entrevista y ahora tiene que pasarlo a la institucionalización, y recabar la información que sea necesaria para poder tomar decisiones que, al final, se traduzcan en un cambio institucional permanente en la Iglesia”, finaliza.





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