Ha causado cierto estupor (en el sentido de asombro, quedar pasmado) entre algunos relacionados, las consignas con que se recuerda al Gobierno de 1963 y su derrocamiento. Hablo, en específico, de frases como “50 años del ascenso de Juan Bosch al poder” y “golpe de Estado contra Juan Bosch”.
Por mi parte, tengo al respecto tres tipos de cuestionamientos, en el ánimo de contribuir a un debate ciudadano, amplio, que creo es vital y hasta ahora, parece, no ha tenido el espacio y los medios para hacerse efectivo y ayudar a construir una posición pertinente, lúcida y crítica sobre estos acontecimientos.
El primer cuestionamiento es de tipo político. ¿Acaso ganar unas elecciones, aún incluyendo la Presidencia de la República y la mayoría del Congreso y el Senado, es igual a conseguir el “poder”? Tal afirmación niega, de un plumazo, un hecho ineludible: son las relaciones sociales las que definen quiénes, cómo y dónde ostentan el poder. La estructura de propiedad de los medios estratégicos (productivos, materiales, morales, religiosos, culturales, informativos, simbólicos) permite a una clase (o conjunto de clases) ser el bloque dominante en una sociedad (que no es lo mismo que meramente ser “ricos”, “empresarios” o “tener cuartos”). En el caso particular de la República Dominicana, ese bloque ha estado encabezado por una oligarquía que concentra en muy pocas manos el poder económico, mediático, cultural y, por tanto, la influencia política; un bloque escasamente productivo, incapaz de generar riquezas, empleo y bienestar, que ha entregado los recursos estratégicos del país, y ha sido impotente para hacer valer la soberanía nacional y crear una institucionalidad republicana. Es ese bloque que Bosch identificó como “tutumpotes”, el que impidió el proyecto de Juan Pablo Duarte, interrumpió el proyecto restaurador y dio el golpe de Estado de 1963, instalando un modelo de país injusto, desigual e inviable para las mayorías dominicanas. Es el país de 1 millón de analfabetos, del 70% de las casas con techos de zinc y un millón de jóvenes que no pueden trabajar ni seguir estudiando. Es el país de las laticas de recolectar monedas para las incubadoras del Hospital Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, mientras los bancos se ganan 250 millones de dólares en tan solo seis meses.
El segundo cuestionamiento es de tipo histórico. ¿Ostentó Juan Bosch el poder? ¿El golpe de Estado fue contra Juan Bosch? Si un bloque de clases domina la sociedad, claramente un Presidente, por sí solo, aún con el parlamento a su favor, no podría ostentar el “poder”. Bosch, el PRD del momento que en esencia era un partido electoral, y el parlamento, hicieron todo lo que es posible dentro de los límites de la institucionalidad establecida por la estructura socio-económico-política del país. Ganaron las elecciones con las reglas del grupo dominante y en siete meses impulsaron una nueva Constitución, leyes, decretos y políticas públicas orientadas a democratizar, a fondo, la sociedad.
Sin embargo, nunca tuvieron el poder mediático ni militar, ni el conjunto del pueblo (hijos de Machepa) pudo organizarse en capacidad de disputar o equiparar el poder del sector dominante. Era este último quien controlaba la propaganda, las reafirmaciones cristianas, el paro del comercio, la especulación con los precios, la escasez de carne, las relaciones con el sector corrupto de las Fuerzas Armadas, la familiaridad con el gran empresariado nacional y norteamericano, los vínculos con los núcleos más retrógrados de los organismos gubernamentales de Estados Unidos.
El golpe de Estado, en consecuencia, no fue “contra Juan Bosch”: derrocaron al Presidente, los poderes públicos establecidos, derogaron la Constitución, reprimieron, asesinaron y desmantelaron los embriones revolucionarios, y a partir de ahí vino un período de dictadura y ocupación extranjera que, en conjunto, sumó quince años hasta 1978, cuando la contrarrevolución dominicana ya se había logrado imponer y fijar, hasta hoy, las principales reglas del juego.
Y el tercer cuestionamiento es de índole ético-cultural. Nada más alejado de la concepción de Juan Bosch sobre la actividad política, y la tarea de gobernar, que la figura de “ascender al poder”. Primero, porque para Bosch “la democracia tiene que ser humilde” y su tratamiento nunca fue el de “excelentísimo” ñcomo nos enseñó Balaguer- sino el de “ciudadano Presidente”. Segundo, porque para Bosch no se trataba de ser como “muchos antitrujillistas, en realidad, aspirantes a sustituir al tirano, no a liquidar su régimen”. Bosch nunca quiso “ascender”, como los aspirantes a caudillos, y en tal sentido escribió a su amigo Samuel Mendoza en 1961: “No quiero que la gente me busque, ni que las multitudes me aplaudan. No quiero que los hombres me obedezcan, ni que me sirvan, ni que me adulen (Ö) tengo alto sentido de mi deber como dominicano, y por eso creí siempre que debía darle a Santo Domingo un instrumento de lucha política”.
Soy de los que piensan que Bosch se insertó en un proyecto histórico de transformación y liberación, del cual el protagonista y beneficiario primero debía ser el pueblo trabajador y oprimido, superando un orden social en el cual la riqueza y el bienestar están hiperconcentrados, en muy pocas manos. Ese proyecto estuvo delineado en el proyecto constitucional de Duarte, que establecía: “La Nación dominicana es libre e independiente y no es, ni puede ser jamás, parte integrante de ninguna otra potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña”, lo cual lo oponía, radicalmente, al golpismo oligárquico liderado por Santana.
En 1963, Bosch convoca a “convertir al pueblo dominicano en protagonista de su drama histórico y dejar de ser espectador que lo ve a distancia”, misma idea presente en su discurso de retorno a la Patria en 1961: “Esta tierra es de los dominicanos, no de un grupo de dominicanos; su riqueza es para los dominicanos, no para un grupo de dominicanos”.
La esencia de ese planteamiento continuará evolucionando y a la vez haciéndose más profunda, cuando en 1969 señala: “No somos nosotros los que hemos fracasado; ha sido el sistema social, económico y político en que hemos vivido (Ö) y mientras ese sistema no sea destruido y pongamos otro en su lugar, las minorías seguirán gozando de privilegios y las mayorías seguirán siendo esclavas, sufriendo injusticias”Ö Ya en los años ochenta escribiría: “La solución a los problemas que le impiden al pueblo dominicano progresar de verdad no se alcanza por el hecho de que algunos miles de hijos de obreros se hagan profesionales ni votando por partidos que ofrecen que van a resolver las necesidades de todo el mundo, pero no piensan ni de lejos transformar el tipo de sociedad en que vivimos; los problemas del pueblo dominicano solo se resolverán cuando aquí se conquiste la liberación nacional”.
¿Cómo este pueblo, al que a menudo se le endosa la culpa de ser “clientelista”, apenas concluida la tiranía fue capaz de elegir un gobierno revolucionario sin pedir nada a cambio? ¿Cómo fue posible la gesta heroica cívico-militar de 1965? ¿Qué ha faltado para que el pueblo ñlos hijos de Machepa- alcance el verdadero poder para construir una sociedad democrática, libre, justa y digna para todos y todas? ¿Cómo superar un orden social impuesto con golpes de Estado, invasiones, dictaduras, fraudes electorales? ¿Cómo superar la vieja política que trata de ver quién “asciende” y quién “desciende”? En preguntas como estas, radica, creo, la verdadera discusión y recordación que demanda, implora, el ejemplo de Juan Bosch hoy.