25 años de olvidos y demagogia

  • 07-10-2013

El cinco de Octubre se cumplieron 25 años del Plebiscito de Octubre de 1988, en esa oportunidad votaron poco mas de 7 millones de chilenos (as) de los cuales el 43,01 % lo hizo por el SI, es decir por la continuidad de Pinochet en el poder y el 54,71 % lo hizo por el NO. Ciertamente que esa fue una fecha que llenó al país de esperanzas, la que recorrió Chile de lado a lado, apostando al fin de la dictadura cansados de terrorismo de estado.

Pero contrario a lo que cuentan los interesados, para llegar a esta situación los chilenos recorrimos un camino largo y difícil, el Plebiscito no fue posible por la “voluntad democrática” de la dictadura, como dice la derecha, otorgándole al genocida de Pinochet el galardón de haber entregado el poder de forma voluntaria para iniciar la transición a la democracia. Tampoco el fin de la dictadura se produjo por la habilidad de los negociadores de la Concertación, quienes tal y como presentan los hechos, pareciera que ellos convencieron a la derecha y a las FFAA de abandonar el poder.

La consulta y el triunfo del NO fueron posible porque la mayoría de los chilenos decididos a terminar con la tiranía, nos organizamos en la calle, venciendo el miedo, respondiendo a los crímenes y atropellos, transformando la indignación en fuerza combativa. Esta lucha frontal, política y militar del pueblo, fue lo que minó las bases de su poder político y represivo.

Esto fue lo que alertó al gobierno de Estados Unidos, quien para evitar una salida revolucionaria, o en su lenguaje una nueva Cuba en el continente, le restó apoyo económico y militar a Pinochet. Así fue que bajo la presión popular, la intervención de Estados Unidos – y de los mismos que respaldaron el Golpe – la dictadura no tuvo otra salida que aceptar dejar de gobernar y negociar una salida con la oposición.

A su vez la Concertación debió aceptar gobernar sin el poder de cambiar nada, sometiéndose, como sucedió en estas dos ultimas décadas, a la Constitución del 80, a los dictados de EEUU y los organismos financieros internacionales que sustentan las operaciones de las empresas trasnacionales a nivel mundial (FMI, Banco Mundial, etc.).

Estas evidencias son las que demuestran, que el Plebiscito de 1988 fue el último punto de un camino recorrido y que fue posible, por años de movilizaciones y combates en contra de la tiranía. Una realidad que hoy se pretende desconocer, negando groseramente todo esto, como lo afirman los dirigentes concertacionistas, diciendo que “nosotros derrotamos a la dictadura con un lápiz y un papel” ( Senador Andrés Zaldívar).

La evidencia (aunque nunca se publicaron las actas de las negociaciones con Pinochet) y lo que hemos vivido durante estos últimos veinticinco años, nos demuestran que la transición hacia la democracia se hizo tal cual lo anunció en mas de alguna oportunidad Jaime Guzmán, el principal ideólogo de la dictadura, “esta Constitución está hecha para que, no importa quien gobierne, se vea constreñido a tomar una acción no tan distinta de lo que nosotros haríamos”.

Lo que ha quedado claro con el tiempo, es que la dirigencia de la Concertación de aquella época, a pesar de haber ganado el Plebiscito y luego las elecciones de 1989, actuó como minoría, rayando entre la prudencia y la cobardía, otorgando todos los beneficios exigidos por el dictador para dejar el poder: la continuidad del sistema económico y del sistema político. La mantención, con reformas, de la Constitución de 1980. La ley de amnistía que les blindaba de impunidad por los crímenes cometidos, dejando de lado uno de las mas sentidas reivindicaciones del pueblo que había sufrido los rigores de la represión, la aplicación de justicia y cárcel para los culpables de crímenes de lesa humanidad.

Para hacer esto se justifican en el contexto político del momento, en el supuesto del peligro de un nuevo golpe, en que aún Pinochet estaba en el poder y con mando pleno del Ejército. Pero la realidad muestra otra cosa, las transacciones no fueron hechas por el temor a una intervención militar, o por otro argumento que se le parezca, fueron posibles por la convergencia de la dirigencia de la Concertación y sus negociadores, con el sistema económico y la viabilidad de mantener su continuidad.

Fueron ellos los que amararon el sistema, aceptando suprimir el derecho ciudadano a Plebiscito, válido hasta esa fecha y, aumentar los quorum calificados necesarios para reformar la Constitución en el Congreso. Manteniendo con esto la política de los empates o equilibrios, imposibilitando reformar aspectos importantes del sistema económico, político y legitimando el sistema binominal.

Para nadie es un secreto que para lograr todo esto, una de las exigencias del dictador, fue aislar, en su lenguaje, a los terroristas y marxistas, a la izquierda chilena, en particular a quienes le quitábamos el sueño, sobre todo después del intento de ajusticiarlo. Este proceso al ser aceptado por la oposición concertacionista, significó la marginación de la izquierda del proceso de transición a la democracia, decisión en la cual convergen tanto la Centro Izquierda concertacionista, la DC y la derecha ( hoy centro derecha ).

Un proceso que se transforma en la continuidad de la persecución impulsada durante todo el período de la dictadura, de exterminio, que se materializó en la represión terrorista permanente en contra de la izquierda chilena, y en contra de todos quienes luchábamos por derrocarlo. Política que se expresaba en todos los ámbitos, en 1984 algunos de los civiles participantes de la dictadura, políticos, juristas, empresarios, entre ellos Jaime Guzmán, Andrés Chadwick y Pablo Longueira, requirieron al Tribunal Constitucional de Chile, para que este declarara inconstitucional al Movimiento Democrático Popular (MDP), es decir al Partido Comunista, Partido Socialista – Almeyda, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), la Izquierda Cristiana y el MAPU. El tribunal Constitucional dictó la sentencia, como lo pedía el requerimiento, en contra de quienes “explicita y públicamente propician la doctrina marxista leninista”.
http://www.archivochile.com/Izquierda_chilena/frentes_polit/otros_doc_ich/ICHotrosdoc0009.pdf

Todo esto es lo que le permite hoy a la derecha ultra, establecer con prepotencia, una defensa de los culpables de crímenes de lesa humanidad, intentando desviar la atención y estableciendo una suerte de empate, acusando explícitamente al PC y al FPMR. Lo hacen equiparando los asesinatos, las violaciones, las desapariciones de personas, con la lucha valiente, digna, que los Rodriguistas y otros combatientes del movimiento revolucionario dimos en contra de la tiranía.

Aunque le duela a la derecha y a quienes desde la dirigencia de la Concertación han tratado de tergiversar la historia, la política de Rebelión Popular y los Rodriguistas, surgimos como una expresión cualitativa de la oposición social, político – militar al terrorismo de estado. Ejercimos el derecho a la rebelión y a utilizar todas las formas de lucha, nos organizamos de manera legítima para oponernos a una tiranía despótica, que utilizaba el poderío militar para reprimir y subyugar al pueblo. Un gobierno tiránico que suprimió el estado de derecho y subordinó todos los poderes de estado a su arbitrio, provocando una situación permanente de indefensión y de incertidumbre en la población.

Respecto al Plebiscito, nosotros los Rodriguistas, nunca aceptamos la política de acuerdos entre la dictadura, la derecha, la cúpula militar y la Concertación. Por otra parte teníamos la certeza que Pinochet, tal cual lo denuncian varios documentos 25 años mas tarde, entre ellos los escritos recientemente revelados por los Archivos Independientes de Seguridad Nacional de Estados Unidos, había decidido hacer lo que fuera necesario para permanecer en el poder, estaba decidido a usar la violencia para anular el Plebiscito de octubre de 1988.
Tuvimos razón en ello, pero nos equivocamos en la apreciación que hicimos frente a este hecho político, a pesar de que la realidad decía lo contrario, no fuimos capaces de aceptar esa situación y nos aferramos a nuestra estrategia, a la premisa del fraude y a la decisión de Pinochet de seguir en el poder.

No supimos captar la voluntad del pueblo y su alegría por el triunfo del NO, el cansancio de largos años de clandestinidad y violencia, no entendimos que debimos organizarnos para tener una presencia política en el proceso de transición. Pudimos ser un aporte, con una presencia política de acuerdo a nuestros principios, prestigio y con el tremendo cariño y respeto que el pueblo sentía y aún siente por el FPMR.

Pero no nos equivocamos en alertar a los chilenos (as) que la impunidad protegería a los culpables civiles y militares de los crímenes de lesa humanidad y que el olvido intentaría reemplazar a la justicia, dejando sin resolver el tema de los compatriotas asesinados y desaparecidos. Políticas de impunidad que permiten a los ejecutores principales de estos crímenes horrendos vivir en cárceles de lujo, manteniéndose desafiantes, sin un mínimo de arrepentimiento por las atrocidades que cometieron, haciendo gala de la red de políticos, militares y empresarios, que les defienden y protegen.

Todo esto se constituye en un insulto para todos los chilenos (as) y en especial para los familiares de nuestros compatriotas asesinados y desparecidos, quienes por años han buscado a sus seres queridos. Es una vergüenza que ningún gobierno de los últimos veinte años, anteriores a Piñera, asumiera con valentía compromisos reales y efectivos para ayudarles e cumplir sus objetivos.

Durante el mes de Septiembre quedo en evidencia el reconocimiento de la participación de las FFAA en el golpe cívico militar de 1973 y en la represión política ejercida bajo el terrorismo de estado durante todo el periodo dictatorial, así también, que hubo una orden expresa del dictador al Ejercito, para ocultar sus crímenes, para encontrar los cadáveres de los miles de compatriotas desaparecidos, destruir sus restos o lanzarlos al mar.

Esta situación le plantea al próximo gobierno tareas que son determinantes para la democracia futura, terminar con la impunidad, lo que significa acabar de investigar juzgar y castigar a los culpables de violaciones a los derechos humanos y de crímenes de lesa humanidad. Implementar una política que exija a las FFAA la información definitiva y veraz, de que se hizo con los cuerpos de los miles de desaparecidos. Realizar una reforma que elimine los cimientos Pinochetistas de las FFAA y que degrade a los criminales que se esconden detrás de los uniformes, arrastrando a las nuevas generaciones de Oficiales en actos y en una historia en la no participaron. Que los asesinos y culpables de crímenes de lesa humanidad cumplan sus condenas en cárceles, en las mismas en que algunos de nosotros fuimos encarcelados y maltratados.

Así entonces es poco lo que tenemos para recordar en estos 25 años de olvidos, periodo durante le cual, hemos vivido bajo el manto de la reconciliación acordada para las cúpulas políticas, entre la Concertación ( Centro Izquierda ) y la derecha ( Centro derecha ), para administrar el sistema económico y político que Pinochet nos impuso a los chilenos por medio de la violencia en 1973.

No podemos celebrar que al salir Pinochet del gobierno el 90% de la producción del cobre estaba en manos del Estado, hoy Codelco produce menos de un tercio. No podemos celebrar que un tercio de la generación eléctrica estaba en manos del Estado, con empresas como Colbún, Edelnor, Edelaysen, Termoeléctrica Tocopilla, Termoeléctrica Cachapoal y que todas fueran privatizadas, así como todas las empresas sanitarias y de los puertos que pertenecían y administraba el Estado.

No es motivo de celebración la mercantilización de la educación y de la salud, en 1990 las universidades privadas no recibían créditos del Estado, ni los estudiantes Créditos con Aval del Estado (CAE), dineros de todos los chilenos con los que han proliferado y enriquecido.

Nuestro mensaje final, es que los chilenos ya no queremos mas demagogia ni manipulaciones, queremos alternativas y no mas alternancias inútiles en el poder. No queremos más partido – empresa, que con el cuento del bien común terminan alentando el clientelismo antesala de la corrupción.

Por eso es necesario aclarar los hechos y hablar con la verdad, en este caso reafirmando que el plebiscito y el fin de la dictadura es el producto de una entrega abnegada y patriótica de millones de Chilenos. Muchos de ellos asesinados y hoy desaparecidos, con los cuales estamos en deuda, alguna vez se les hará un homenaje como héroes de la democracia.

Finalmente, el único camino para avanzar hoy, independientemente de quien sea el ganador en las próximas elecciones presidenciales, es no abandonar la calle, mas allá del gobierno que llegue a la Moneda, esa es la única manera, después de todos los amarres que acorralan la democracia, para terminar con la gobernabilidad restringida que han estado construyendo todos estos años.

De hecho no habrá cambio de la Constitución si no se presiona o apoya a un gobierno desde abajo, porque ya no es un secreto, que el establishment político que aprisiona la democracia, heredado desde la dictadura, le pondrá candados a esta sentida necesidad popular.

Los fácticos de derecha como los de la Concertación moribunda se niegan a entender que Chile cambió, intentando aceleradamente neutralizar la idea de una Asamblea Constituyente como solución a la crisis del sistema político chileno.

Los chilenos vivimos en una sociedad individualista, en la que las personas que se ubican en la parte mas tabla del ingreso y algunos de la clase política, ya no sienten desasosiego por el abismo de desigualdad que nos rodea. Tenemos que trabajar para que esto cambie y nosotros aprender a ver lograr ver lo que está delante de nuestros ojos, algo que en éstas condiciones, requiere de un esfuerzo constante.

Pasado mañana es 9 de Octubre, el día en que el CHE fue asesinado en Bolivia, también en este mes se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Miguel Enríquez ( 5 de Octubre ). El próximo 30 de este mes la de Raúl Pellegrin, nuestro inolvidable Comandante José Miguel. Le y les recordamos porque seguimos adelante y aunque no tenemos la fuerza material circunstancialmente, si tenemos la fuerza moral que nos da la convicción en la justicia de la causa que abrazamos, así como la razón histórica que nos asiste.

Esta es una época de engaños, que afortunadamente fue superada por la valentía de los estudiantes, ellos nos sacaron de letargo. Hoy bajo estas condiciones, ¡decir la verdad es un acto plenamente revolucionario ¡…

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X