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Colo Colo y la especulación financiera

El combustible de la economía es el dinero y sus tenedores son los que deciden lo que quieren hacer con él, los riesgos que quieren asumir y rendimientos que esperan obtener por los riesgos que adoptan.

Roberto Meza A.

  Lunes 11 de noviembre 2013 17:00 hrs. 
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A propósito del alza de casi 5% que mostraron el lunes las acciones Colo Colo (Blanco y Negro) en la Bolsa de Comercio tras su difícil victoria ante la Universidad de Chile, hay quienes se refieren a la especulación con cierto sentido peyorativo y hasta perverso, aunque, por lo general, no se profundiza sobre su definición y función económica. La especulación se define como el conjunto de operaciones comerciales o financieras destinadas a obtener beneficios económicos de las variaciones de precios en el tiempo. Pero tal definición incluiría como especulación cualquier inversión, por lo que se conviene en definir como especulativa aquellas inversiones que se hacen sin tener ningún control sobre la gestión de los activos en los que se hace la inversión. En el caso de Colo Colo, sin control sobre jugadores ni dirigentes por parte de quienes poseen pocas acciones, parece cumplirse fielmente la condición.

En efecto, nadie puede asegurar el resultado de un partido de fútbol, pero es obvio que hay cierta correlación entre el precio del club y cómo le va en su campaña deportiva. Por eso los clubes “valen” más o menos, dependiendo de su plantel de jugadores, técnicos y directivos. Así, en el caso de Colo Colo, quien hubiera comprado 100 mil pesos en acciones de Blanco y Negro el viernes, asumió el riesgo de que el Colo perdiera con la U. de Chile. Pero hoy sus acciones valen 105 mil pesos, aunque, como es obvio, si el equipo hubiera perdido, es probable que tuviera menos de 100 mil. Es decir, la especulación no presenta siempre rentabilidades positivas, tal como se afirma muchas veces, aunque ayuda a aclarar las expectativas de los agentes económicos.

En las conversaciones tras la crisis del 2008, habitualmente se nos presenta a los especuladores como los causantes de los males de los mercados financieros y sus consecuencias sobre el empleo y el crecimiento. Pero cualquier estructura económica requiere que alguien asuma los riesgos inherentes a las operaciones económicas, especialmente en la conformación de precios.

En los alimentos, por ejemplo, donde los valores fluctúan en función de previsiones de cosechas más o menos abundantes, si un año el clima ha sido malo y se requieren nuevas tierras para cultivos que no se habían usado, los agricultores pudieran no estar dispuestos a afrontar el riesgo de una inversión en un terreno que no conocen ni su calidad ni productividad o porque no tienen recursos suficientes. Vender anticipadamente la cosecha inexistente a un fondo de inversión puede ser una vía para que la producción se realice, afectando el precio del producto en el mercado, puesto que, al traspasar el riesgo, se transfiere también la capacidad negociadora del precio al inversionista que asumió el riesgo y financia la cosecha. Pero si el especulador no hubiera invertido en la cosecha, no tendríamos tales bienes agrícolas.

El punto más relevante de la función especulativa se observa, pues, en el aseguramiento de los llamados precios futuros. En muchas ocasiones, los productores primarios quieren fijar de antemano el valor de su producción para no asumir las variaciones de precio que derivan de los cambios de oferta y demanda del bien durante el lapso entre la siembra y la cosecha o entre la exploración, explotación y comercialización. En estos casos, los mercados de futuros son el instrumento especulativo que cumple con la función de satisfacer la necesidad de certeza de precio de los productores para sus materias primas. Una vez fijado un valor de común acuerdo con el productor, el especulador puede ganar si el precio de mercado se ubica sobre el que fijó con el agricultor o perder si sucede lo contrario. Por supuesto, habrá especuladores que apuesten a la baja y otros al alza.

Algo parecido pasa en los mercados financieros, donde lo que se busca es asegurar la función de liquidez, es decir, poder transformar en dinero un bien con facilidad, algo imprescindible para el funcionamiento de la economía. La liquidez del mercado garantiza que se maximice el precio más eficiente y más bajo para cualquier operación, sin necesidad de esperar que la operación se efectúe. Como se sabe, más liquidez implica más demanda y, como consecuencia, mejor precio y una realización más acelerada de la transacción. La materialización más o menos rápida de estas operaciones consecutivas entre oferta y demanda mueve la economía.

Es decir, el riesgo intrínseco a la emisión de cualquier activo o bien económico es que generará en el futuro fluctuaciones en sus precios, las que podrán favorecer o perjudicar al especulador o tenedor del activo. Por eso, cuando los Gobiernos buscan fórmulas para regular la especulación y movimientos de capitales quisieran asegurar “que Colo Colo tenga un precio estable”. Como es obvio, aquello es muy difícil y por consiguiente, cualquier regulación más allá de lo razonable sobre los mercados financieros tiende a afectar la liquidez y, como primera derivada, el costo del crédito para Estados, empresas y personas. El combustible de la economía es el dinero y sus tenedores son los que deciden lo que quieren hacer con él, los riesgos que quieren asumir y rendimientos que esperan obtener por los riesgos que adoptan.

Otros sindican a la especulación como culpable del encarecimiento de los precios frente a su “nivel real”. Pero dicha afirmación implica que podemos conocer de antemano cuál será el precio real de cualquier activo en el futuro (que, por cierto, no es el simple costo de producción, más utilidad), cuestión que, como vimos en el caso de Colo Colo, es impredecible.

La estabilidad de precios y ausencia de volatilidad en el valor de transacción de un bien está, pues, paradójicamente asegurada por la especulación: si no existieran especuladores no tendríamos ninguna previsión del valor futuro de un determinado bien. De ese modo, la volatilidad de los precios sería tan alta que las transacciones con precios fijados de antemano se harían imposibles, pues el riesgo que asumen los especuladores se tendría que distribuir por igual entre todos los agentes intervinientes en el circuito económico, haciendo que no valiera la pena el intercambio, pues nunca sabríamos si Colo Colo subiría o bajaría de precio, no obstante ganara, perdiera o diera sorpresas como las que dio con Universidad de Chile y que hizo subir su valor en 5% -equivalente al alza del PIB en un año- en un solo día.

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