Nuestro país eligió un nuevo gobierno y en un par de meses se termina el actual. La sociedad, después de meses de campaña electoral se prepara para la “normalidad”. Los políticos, que han pasado la prueba de sobrevivencia, se preparan para la cotidianidad irresponsable.
Los activistas, académicos, profesionales, comunicadores y técnicos preocupados de los temas urbanos, se preparan para influir en el nuevo gobierno. Vana ilusión. No se han dado cuenta que perdieron la gran oportunidad para presionar al sistema político para que acogiera el tema urbano como un tema fundamental, en el único tiempo que es posible: el electoral. Pese a la evidente importancia de este tema, la oportunidad de influir, lamentablemente pasó desapercibida y fue desaprovechada. Sin embargo, no tengo duda que las inevitables movilizaciones sociales que nuevamente estallaran en el corto plazo incorporarán, de manera creciente, la demanda por una mejor ciudad.
En este contexto, es necesario el ejercicio de enumerar las trabas que impiden la consolidación de una ciudad democrática, igualitaria y bella. Este des-jerarquizado listado, absolutamente discutible, puede dejar afuera a muchos otros elementos.
En primer lugar, debido a una mercantilización extrema y a una laxitud ética, lamentablemente los arquitectos, y en general los profesionales de la ciencia del entorno, no han tomado conciencia del valor transformador y de bienestar social que tiene una buena arquitectura, un buen urbanismo y un desarrollo territorial equilibrado.
En segundo lugar, muy ligado a lo anterior, las universidades, pese a la proliferación de escuelas de arquitectura y afines, han abandonado su rol de conciencia critica de la sociedad y han dejado de lado la formación integral de profesionales que realizan su quehacer en la ciudad.
Un tercer elemento, en el mismo ámbito profesional-académico, lo constituye la peligrosa y recurrente confusión entre académicos y consultores, ya que muchos destacados académicos son a la vez consultores trabajando para el sector publico y/o privado, y muchas prestigiosas Facultades tienen oficinas de consultorías. El problema es que la mayoría de las veces estos papeles se confunden.
Un cuarto factor que influye en esta problemática, es la actitud de los tecnócratas que, pese a lo evidente y a las experiencias en otras latitudes, no valoran el desarrollo espacial como una política de integración y de igualdad social.
Un quinto factor es el papel de los funcionarios, públicos y municipales, que, además de lo limitado de sus atribuciones legales, se cohíben, cuando no corrompen, en utilizarlas en beneficio de la ciudad y la sociedad.
Un sexto factor a considerar, es el rol que juegan los medios de comunicación, normalmente coludidos con empresas bancarias, inmobiliarias y constructoras. A este formidable dique se agrega el importante papel que juegan políticos ignorantes, insensibles e indiferentes respecto al caos espacial y social de nuestras ciudades, quienes son muy influenciables por el lobby empresarial.
Por ultimo, cabe mencionar que el principal actor en esta problemática es la empresa privada, que con su actitud obcecada y miope está matando la gallina de los huevos de oro, en pos de una ganancia depredadora e inmediata, la cual es protegida y fomentada por la actual Constitución Política del Estado.
Una pregunta final:
¿Sabia usted que Chile es el único país del mundo con una Constitución que explícitamente le otorga un rol solo subsidiario al Estado, dejándolo al margen de toda posibilidad de intervenir planificadoramente en diversos campos, específicamente en el campo urbano?