Un interlocutor de la Universidad de Tarapacá, el profesor Haroldo Quinteros, nos escribió un comentario bajo el enfoque “Piñera, adiós”. Creemos que a partir de septiembre último, por lo menos, el Presidente se ha dado a la tarea de regresar a La Moneda en 2018, y así lo han ratificado, por lo menos implícitamente, sus más íntimos colaboradores y quienes lo conocen o creen conocerlo.
De modo que tendremos acendrado piñerismo en los próximos cuatro años, con él como única alternativa de una derecha política hecha jirones. Por lo demás, él contribuyó al estado en que se encuentra su sector, alejándose de su partido, Renovación Nacional, no sólo para dar garantías de que sería un Presidente sin ataduras políticas, sino que también trascendería a la derecha. Llamó a gobernar a técnicos y expertos sin o escasa experticia partidista, enojando a la directiva de RN y a hombres como el senador Allamand y contrariando los deseos de gente como Longueira, dándose de paso el lujo de convertir en ministro al DC Jaime Ravinet. La confianza con líderes de RN nunca se restablecieron del todo, aunque sí con las dos mujeres de la UDI, que se hicieron incondicionales del Mandatario.
Este partido llegó a ser el eje del gobierno, tanto que Piñera se inclinó por Matthei en la candidatura presidencial única de la Alianza, rompiendo “definitivamente” – aunque cuidado con la palabra, que en política no existe- sus lazos con la cúpula de RN.
Pero el Presidente no jugaba sino a favor de él, como lo demostró con ocasión del 40º aniversario del Golpe. Descolocó y quitó protagonismo a su candidata, sabedor que ella no tenía chances ante Bachelet, denunciando a los “cómplices pasivos” de la dictadura, algunos incluso en su gabinete.
Es decir, sus intentos de echar las bases de una nueva derecha hallaron su cauce en sus denuncias seguidas del traslado de los prisioneros privilegiados del cerrado penal Cordillera a Punta Peuco, donde igual hay condiciones de segregación favorables.
El Presidente de derecha ganó así en iniciativa a sus dos antecesores socialistas. Otra cosa es su real compromiso con el No, que el hijo del DC José Piñera Carvallo dice haber tenido. Cómo votó verdaderamente es irrelevante ante el hecho que Sebastián hizo su fortuna bajo la dictadura, mientras su hermano mayor José las ofició de ministro del régimen cívico militar.
Su voluntarismo puede seguir, empujándolo a una vuelta a gobernar. Con un 40 % de promedio de aceptación, ahora se va con el 50 %, poco menos de la votación que lo llevó a la Presidencia y él se ha encargado de despedirse ostentosamente, sin que nadie le haya organizado despedidas, venteando el cumplimiento de sus promesas de campaña.
Según lo que venga ahora, sus falencias pueden irse borrando. Creó casi un millón de nuevos empleos sin que se aclare suficientemente por sus opositores su precariedad: externalización, bajas remuneraciones, carencias de contrato y persistencia del multirut, que impide la negociación colectiva, sin que la ministra Matthei cumpliera con echar abajo esa traba.
Que el crecimiento de la economía se haya dado en un contexto regional es demasiado técnico para que el empleado lo internalice, aunque la desaceleración actual va hacer resurgir los reclamos sociales, ¿echándose la culpa a su sucesora?
También se pueden difuminar las observaciones de que el postnatal de 6 meses fue mejorado por las parlamentarias opositoras y que la eliminación del 7 % previsional contiene mucha letra chica. El hecho es que Piñera fue quien envió los proyectos y sus antecesores no se atrevieron.
Al debe quedará la persistencia de la puerta giratoria que provoca inseguridad en los chilenos, aunque el Presidente haya desatado una pugna con el Poder Judicial por sus fallos “garantistas” para los victimarios, acaso con el fin de eludir las responsabilidades del gobierno por su fracaso ante la delincuencia.
Quedará para siempre el rescate de los 33 mineros de Atacama, con que trató de ensalzarse al ministro Golborne, en circunstancias que fue el empuje y la determinación de Piñera, al mover todos los recursos disponibles, incluso en los Estados Unidos, lo que llevó al pleno éxito de la operación que conquistó al mundo.
No importa que el Presidente haya querido bajar en la cápsula a buscar personalmente a los enterrados, ni que su esposa tuviese que pedirle que no mostrase más ante los medios el papel de los 33.
Aunque se echarán de menos las “Piñericosas”, es posible que su carácter lo lleve a repetirlas desde la oposición, como una manera de balancear sus atributos duros con los blandos. Otra cosa es que, como dice su asesor Roberto Méndez, logre convencer que su sector pueda ser capaz de combatir más eficazmente la delincuencia, lo que sólo se puede lograr si la derecha deja de ser la “montonera” en que se ha convertido, según el mismo Méndez y líderes como el nuevo senador Manuel José Ossandón.