El conocido inversionista Marc Faber dijo la semana pasada que “la desaceleración en China puede provocar una catástrofe”, al tiempo que llamó la atención sobre el equívoco foco político-económico que ha puesto la comunidad internacional en la situación ruso-ucraniana, en momentos en los que, a su juicio, el problema central es China.
En una entrevista dada a la agencia de noticias Bloomberg, Faber dijo que “la península de Crimea tiene una importancia estratégica para Rusia, pues representa su acceso al Mar Negro (único mar cálido que Moscú puede usar todo el año) y de ahí al Mediterráneo (que viabiliza su comercio externo sin interrupciones climáticas). Agregó que “para Europa y EE.UU, empero, la guerra de Crimea no tiene ninguna importancia estratégica”.
Faber advirtió que el mundo debiera estar más atento al estallido de la burbuja inmobiliaria y de crédito en China, pues, si bien los bonos corporativos del gigante asiático han ido desinflándose de a poco, su aceleración podría crear pánico en los mercados. De hecho, el gran grupo inmobiliario chino, Zhejiang Xingrun, ya ha anunciado su insolvencia y su caída podría arrastrar a otras firmas.
La deuda en China alcanza al 215% del PIB (más de US$ 15 millones de millones), 80% de lo cual es pública. Mientras tanto, la bolsa de Shanghai ya ha cumplido tres años de descensos, hasta llegar a sus peores niveles desde 2006. La caída de la demanda mundial comienza a dañar a su sector industrial, y en especial, a su industria exportadora.
A mayor abundamiento, tras la decisión china de ampliar la banda de fluctuación del yuan, su moneda ha comenzado a devaluarse respecto al dólar y en un mes ha caído casi 3%, convirtiéndose en la mayor baja trimestral desde el cuarto trimestre de 1993, hecho que está generando millonarias pérdidas en derivados. Aunque un yuan devaluado devuelve competitividad a sus exportaciones, encarece la vida de los chinos, ya afectada por la disminución de liquidez y alza de intereses, ahondando la crisis inmobiliaria. Así, todo apunta a que el aterrizaje brusco de la economía china está llegando.
Las bajas en los mercados de materias primas –hasta hace poco inflados por precios impulsados por una demanda que se sostuvo largamente con crédito- se vinculan con la citada situación macroeconómica china y su consecuente desaceleración. El cobre ha caído a sus puntos más bajos desde 2010 y solo merced al aumento de la desconfianza inversionista, el oro y la plata, que venían bajando hasta 30% desde sus niveles más altos, repuntaron en el primer trimestre de 2014.
Durante el esplendor de la burbuja inmobiliaria nipona los jardines del Palacio Imperial de Tokio se cotizaban a un precio superior a todo el patrimonio del Estado de California. Hace unos días, en China, replicando tales “efectos burbuja”, un multimillonario promotor inmobiliario compró un cachorro de mastín tibetano en US$ 2 millones, el más alto valor pagado nunca por un perro. El dinero barato genera locuras, pero la realidad golpea siempre más fuerte.
La especulación inmobiliaria china fue incentivada por su alta tasa de crecimiento de la oferta monetaria y crediticia. Pero ahora, con la inflación asomando sus narices, la oferta de dinero ha disminuido a los niveles más restrictivos de los últimos 15 años y todo indica que se mantendrá por largo tiempo, pues las autoridades no olvidan que Tiananmen fue detonado por los precios de los alimentos. Como efecto de esta estrechez monetaria, los valores de las viviendas, que entre 2012 y 2013 crecieron en 20%, han comenzado un rápido declive desde fines del año pasado afectando de paso garantías y patrimonio bursátil y bancario.
Tras la crisis del 2008, China duplicó su producción de acero (70 millones de ton./mes), estimulando la demanda mundial por materias primas, inflando precios de los commodities y transformando a China en una locomotora mundial que se creyó inagotable. Y aunque el fenómeno favoreció a los países emergentes (entre ellos Chile), también generó burbujas que comienzan a reventar. Durante este año, sin Pekín liderando las compras, hemos asistido a la baja de precios de los commodities, especialmente los minerales, lo que complicará la vida de países que, como el nuestro, fundan su desarrollo en esas exportaciones.
Las aprensiones de Faber deberían, pues, tomarse en serio. Un reventón mixto de las burbujas inmobiliaria y financiera chinas (con varios default de empresas a la vista) amenaza con generar una nueva ola de impagos y consecuente recesión que golpearía directamente a Europa (en especial a Alemania) y Estados Unidos, no obstante que sus bancos parecen haber pasado la prueba de stress a la que fueron sometidos por sus propios dueños (que parecen avizorar la nueva crisis) para devolver la confianza en un sistema financiero que, luego de casi seis años de ajustes, bien podría necesitar de otros tantos para su normalización. De allí que la recuperación económica de los países desarrollados podría seguir el cansino ritmo de los últimos años, con lo que ello significa para países emergentes que dependen de dichos mercados.