Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 16 de julio de 2024


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Los verdaderos demoledores


Martes 8 de abril 2014 9:30 hrs.


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Señor Director:

A propósito de la retroexcavadora de Jaime Quintana, siempre es útil refrescar la memoria. Sobre todo ahora, cuando antes que se ponga en marcha el programa de la Nueva Mayoría ya hay algunos que pretenden sacarlo de su eje, otros que desean morigerarlo limándole las aristas que les parecen más audaces o bien la derecha, que siempre intentará detenerlo o hacerlo gatopardista.

Pero vayamos primero al momento en que la derecha se tomó el poder a lomos de la criminal dictadura militar pinochetista. Entonces ellos tuvieron muy claro que para imponer su salvaje neoliberalismo no solo debían utilizar una retroexcavadora sino que, como lo hicieron a destajo, la dinamita y la metralla. Así, borraron del mapa una a una todas las conquistas sociales, económicas y culturales que formaban parte de la sociedad chilena y que tenían los trabajadores a través de muchos años de democracia ininterrumpida.

Las primeras en demoler fueron las conquistas sindicales de los trabajadores mediante el nefasto plan laboral, entre ellas la negociación colectiva por rama de la producción, los sindicatos únicos y el derecho a huelga.

Luego arrasaron con el sistema previsional de reparto, que demolieron para imponer el sistema de AFP y la propiedad individual de las cotizaciones, llamado a cumplir dos finalidades: por una parte, que los grandes empresarios puedan entrar a saco en los cuantiosos fondos ahorrados por los trabajadores y. por otra, generar pensiones mínimas para la gran mayoría de los cotizantes.

Le tocó enseguida el turno a la Empresa de Ferrocarriles del Estado, que dejaron caer negándole los recursos necesarios para su financiamiento y desarrollo con el fin de impulsar el transporte privado de pasajeros y carga entregado a empresas de transporte carretero interprovincial, del que usufructúan con grandes utilidades mediante la imposición de tarifas arbitrarias de acuerdo a la “oferta y la demanda”. Se acabaron entonces los ramales y el servicio de trenes de Santiago a Puerto Montt, en un país ideal para contar con un eficiente servicio estatal de ferrocarriles a lo largo y ancho de su extensa geografía.

De igual manera demolieron la educación. Para ello la sacaron del ministerio de Educación y la municipalizaron. Así se debilitó hasta su casi extinción la educación pública y se hizo selectiva y desigual al depender principalmente de los ingresos de cada Municipalidad. En la misma medida surgieron como callampas y progresaron, según los cánones del neoliberalismo, los colegios particulares subvencionados y las universidades privadas. Acabaron de una plumada con la gratuidad de la educación primaria, secundaria y universitaria que existía en el Chile democrático; dejaron deteriorarse la infraestructura de todos los establecimientos, incluidos los colegios emblemáticos, y en el colmo del atentado contra la educación del pueblo, como si sobraran llegamos al cierre de 750 colegios y liceos a través del país durante el gobierno de Piñera por falta de “matrícula suficiente”. Se añoran esos completísimos profesores formados vocacionalmente en la Escuela Normal Abelardo Núñez, que enseñaban todos los ramos cada uno de ellos en la básica y la secundaria sin que hubiese voces destempladas que hablaran de la “baja calidad de la educación”. El neoliberalismo se salió con la suya: la educación pasó a ser un bien de consumo con fines de lucro y la gran mayoría de los estudiantes sus víctimas.

Capítulo aparte merece la salud. Mientras derechistas y despistados “centro izquierdistas” hablan de violación de derechos humanos en Cuba y Venezuela, en su régimen neoliberal se infringen esos derechos cada vez que fallece un paciente esperando una atención que no llega en las salas de urgencia de los hospitales, sus baños e incluso en la escalinata de acceso, como ocurrió recientemente. Mencionemos también a aquellos pacientes que tienen mejor suerte y esperan atención hacinados en camillas que una tras otra colman los pasillos por carencia de camas, quirófanos y/o médicos suficientes. En Cuba este esencial derecho humano, junto con la educación, están garantizados para todo el pueblo cubano y Venezuela está progresando en el mismo sentido. Pero, ¿cómo llegamos a este estado de postración de los hospitales públicos? Hagamos memoria. Pinochet y la derecha, para asegurar la privatización de la salud y hacerla rentable de acuerdo a los parámetros neoliberales, debían precarizar y hacer ineficiente el sistema hospitalario mediante la negación de financiamiento para mantener la infraestructura, restringir al mínimo posible los insumos y pagar remuneraciones miserables a los funcionarios de la salud y al cuerpo médico. Acordémonos que faltaban la gasa, el papel higiénico y hasta las aspirinas, entre otros insumos, que los parientes debían salir a comprar a la farmacia más cercana. Esta fue la estrategia usada para poder imponerles las lucrativas ISAPRES a los chilenos a costa de la demolición del sistema de salud pública.

¿Para qué seguir? He aquí a los verdaderos demoledores de las conquistas laborales y sindicales de los trabajadores, la previsión, el transporte, la educación, la salud, los medios de comunicación, el medio ambiente, los derechos de los pueblos originarios y la cultura.

Es tal el daño hecho al pueblo chileno en sus derechos humanos esenciales, que se puede decir que el programa de la Nueva Mayoría, en sus breves cuatro años de gobierno, quizás alcance a equilibrar algo la balanza respecto a lo que se tenía antes de la imposición del modelo neoliberal en las materias aquí analizadas.

No obstante, lo que verdaderamente importa es la voluntad política que se tenga para cumplir a cabalidad el programa de la Nueva Mayoría que el pueblo chileno respaldó con holgura. El mismo pueblo que ya no soporta más el abuso, la usura, la discriminación, la concentración en pocas manos de las riquezas que son fruto del esfuerzo de todos, la falta de oportunidades, las injusticias, todos vicios del sistema neoliberal que es necesario extirpar mediante el llamado a constituir una Asamblea Constituyente que nos dé una nueva Constitución verdaderamente democrática y participativa.

Euclides Pinto

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