Ayer fue el Norte Grande. En 2010 las fuerzas de la naturaleza golpearon con rudeza extrema las zonas de Valparaíso, Santiago, O´Higgins, Maule, Bío Bío, La Araucanía. Hoy el fuego arrasa los cerros de Valparaíso. Doce personas han muerto y más de dos mil viviendas yacen convertidas en cenizas. Las llamas siguen sin control y el balance definitivo profundizará el drama. Hasta ahora, el viento y el fuego sobrepasan con largueza a los recursos humanos. Así es la historia de Chile.
Las tragedias acompañan la existencia del país. Y seguirán haciéndolo. Es su condición natural al estar asentado sobre un área en que las fuerzas tectónicas necesitan liberar energías estancadas o acomodarse para seguir un ciclo vital, cuyas particularidades aún ignoramos. También aparece como una condición natural el comportamiento humano. Esas particularidades han ido modelando nuestra manera de ser. La forma que tenemos de enfrentar el acontecer. Y debiera enseñarnos como comportarnos en el futuro. Desgraciadamente, esa parte de la tarea aún nos resulta difícil y, hasta ahora, imposible de cumplir a cabalidad.
Si no fuera así, los daños mayores en el terremoto del Norte no habrían afectado especialmente a las soluciones habitacionales destinadas a los sectores vulnerables de la sociedad, o a las vetustas viviendas en que habitan los más pobres. Una realidad que se repite cada vez que la naturaleza nos pone a prueba. Si no fuera así, las alertas de tsunami habrían funcionado, salvando decenas de vidas el 27 de febrero de 2010. Si no fuera así, los grifos de los cerros de Valparaíso habrían surtido chorros poderosos para tratar de contener el fuego. Si no fuera así, las construcciones en las laderas habrían seguido un plan regulador sensato y estricto. Si no fuera así, los cuarteles bomberiles no estarían todos en el plano, algunos se ubicarían en los cerros porteños. Pero la realidad nuestra es como es y se refleja no sólo cuando nos apabullan las tragedias.
Después que sobreviene el drama aparece la parte más encomiable de los chilenos. Aquella en que la solidaridad, el desprendimiento y la fortaleza les ayudan a sobreponerse y seguir adelante. Esa de la colaboración desinteresada y de sol a sol. Pero es la otra cara la que nos acompaña diariamente. Es la que nos hace relacionarnos con nuestros pares, la que muestra cómo entendemos el sentido gregario. Y esa cara ha ido magullándose con el correr de los años y la imposición de sistemas político-económicos cada vez más apegados a lo material y alejados de lo valórico.
Con seguridad, hoy vemos limpiando escombros, combatiendo las llamas, acarreando enseres y productos vitales a los albergues y a los sitios de acopio, a muchos Giorgio Jackson o Gabriel Boric. Con certeza, entre ellos no habrá ningún Pepe Auth. Y esta contradicción entre diputados es donde más claramente uno puede distinguir las dos vertientes del alma chilena. Tal vez por su juventud o porque su fuerza interior tiene otra vertiente, Boric y Jackson no se limitan a condenar la desigualdad imperante aquí. Proponen desprenderse de la mitad de su dieta parlamentaria, que hoy alcanza a más de $ 8 millones 600 mil -alrededor de US$ 16 mil- mensuales. Hay que considerar que el salario mínimo de un trabajador chileno es de $ 210 mil -alrededor de US$ 400- mensuales. Pepe Auth atribuyó la iniciativa a la juventud de quienes la propugnan. Agregando que ellos no tienen a una familia que mantener y están acostumbrados a recibir el dinero de sus padres. Es curioso constatar que tanto Boris y Jackson, como Auth, pertenecen a la coalición gobernante.
Ejemplos como éste se ven profusamente en Chile. Como el de la ex vocera de la presidenta Michelle Bachelet en su anterior administración y, previamente, encargada de Educación Superior en el gobierno del presidente Ricardo Lagos, Pilar Armanet. Hoy, Armanet es la rectora de la Universidad de las Américas (UDLA). Se trata de una corporación vinculada a capitales norteamericanos -Laureate-, cuyos representantes han reconocido públicamente que su finalidad es el lucro. Objetivo que está expresamente prohibido por la ley chilena y condenado por la coalición que hoy gobierna. La UDLA no ha sido acreditada por la cuestionable calidad de la enseñanza que imparte a sus 30 mil estudiantes, y se encuentra bajo investigación por fraude tributario.
Estas incoherencias sólo pueden interpretarse como un afán de resolver los problemas personales, dejando de lado la obligación superior con los compatriotas. Tal vez por eso Chile es uno de los países que exhibe mayor desigualdad entre ricos y pobres en el mundo. Seguramente en un país como Suecia, los montos de las suculentas dietas de los parlamentarios chilenos -que se reajustan ellos mismos- resulten incomprensibles. Aquí, en cambio, marcan el diario vivir y dibujan el perfil de quienes debían ser nuestros referentes.
Chile reorienta su rumbo hacia metas valóricas, seguramente los golpes de la naturaleza serán siempre fuertes, dolorosos, pero sus efectos podrán preverse, paliarse con mayor eficacia. Y, sobre todo, golpearán por igual a seres humanos que nacen iguales.