Una oportunidad para las ideas

  • 19-04-2014

Hace tiempo que pensaba escribirte, pero una urgencia u otra me distraía: concursos para esto o lo otro, proyectos pensados a la rápida y escritos de trasnoche, convenios de desempeño sin destino que amargan nuestras esperanzas y alegran al Ministerio, formularios, rendiciones de todo, desconfianzas instaladas, preguntas sin destino y respuestas que se llevan nuestros talentos, ruido, mucho ruido de pocos e indiferencia de muchos, la inteligencia denostada y la ilusión transada, la monserga superando al estudio. Quería preguntarte ¿cuándo se nos olvidó, o nunca llegamos a entender, lo que es universidad?

Tengo la impresión que abandonamos las ideas por las cosas, el compartir por el incentivo, todos en un esfuerzo por desvirtuar tu esencia y limitar tu destino. Me preocupa el desamparo que muestras por quienes distinto piensan, olvidando que de tu naturaleza nace el cobijo, el respeto y las oportunidades, sólo sujetos a la razón, para los planteamientos y estilos diversos. Me apena verte disminuida en tu entorno y la calidad de vida que ofreces a tu comunidad, en sus variados aspectos y dimensiones, ¿es nuestra propia desidia que así te proyecta?

Hace muchos años que me uní a ti, demasiados quizás, compartiendo tus sueños y siguiendo tu visión. Sin transar, te he sido fiel y he tratado de aportar para darte forma, altura y distinción. Ha sido una experiencia de vida excepcional que me ha permitido construir espacios y oportunidades para muchos, sin programas específicos, sin promesas que cumplir, empujado por las ideas a descubrir o inventar, por las formas a bosquejar o los sonidos a difundir. Es lo que entendí por universidad.

Tomar tu representación, hecho al cual nos convocas con periodicidad conocida, es una invitación extraordinaria. Se trata de conducirte, respetarte, muchas veces interpretarte frente a nuestra sociedad y el mundo. Pero, sobre todo, proyectarte hacia los tiempos por venir es el verdadero desafío. Pensar, intuir, comprender, separar lo permanente de la batahola diaria, resguardar sabiduría y discurso frente a la moda efímera pero invasora, diseñar estrategias y caminos, entender el pasado e instalarse en el futuro es la tarea ineludible para quién te represente.

Para satisfacer tu demanda por representación has diseñado esta extraña competencia en la cual, gente razonable de tu comunidad corren, los unos contra los otros, equipados con diferentes herramientas académicas, técnicas e ideológicas – sus programas – para alcanzar esa aparente meta dorada que ofreces. Dejas, en la acción, de ser señera y quedas al albur de la inteligencia contingente, de un corto plazo, de las ofertas, de la medida sin vuelo, de la astucia para ganar elecciones. Respeto el procedimiento, así lo quieres, pero te pido reflexionar sobre esta democracia demasiado trivial para la misión que tú, Universidad, tienes.

Competencia significa candidatos, sus grupos de apoyo y sus programas. Estos, los programas, constituyen las bondades que, por una parte, convencen y por la otra, quedan como los indicadores de éxito sobre los cuales, en el tiempo, poder pasar un juicio que resulta de todos modos tardío e irrelevante. Desafortunadamente, pocos verifican si los programas se cumplen. Sólo tú, Universidad, los sufres o aplaudes.

En un pequeño documento adjunto, “Pensamientos sin Editar”, sugiero una serie de ámbitos donde sería interesante actuar. Sin ser exhaustivos, ellos apuntan a fortalecerte, desarrollarte y ayudarte a alcanzar esa grandeza que de ti esperamos.

En el derroche de ejes, acciones, medidas y submedidas que intentan marcar tu destino por tiempo limitado, he querido evitar contribuir a la confusión y el agotador trabajo de comparación que ello genera. Mi forma de entenderte y prestigiarte es sugerir ideas, posiblemente toscas aún y seguro incompletas, para establecer un espacio de diseño conjunto de aquellas iniciativas que pensamos quieres privilegiar en los próximos años, es un ordenamiento de oportunidades inagotables que constituyen tu esencia universitaria.

Porque quienes te representen no deben reinar sino delicadamente inducir, sugerir, escuchar, marcar, convencer sobre las oportunidades que perciben, pero nunca pasar sobre la profundidad y perspicacia del oficio.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X