Dos semanas después del incendio que afectó más de 800 hectáreas y destruyó 2 mil 900 viviendas en los cerros altos de Valparaíso, los voluntarios siguen siendo pocos para descombrar las ruinas. Para ellos, la falta de ayuda es consecuencia directa de las declaraciones oficiales de los últimos días, estipulando que ya no se necesitaban más personas. Una idea falsa que afecta mucho a los damnificados, preocupados por la venida del invierno.
Dos semanas después del incendio que afectó más de 800 hectáreas y destruyó 2 mil 900 viviendas en los cerros altos de Valparaíso, los voluntarios siguen siendo pocos para descombrar las ruinas. Para ellos, la falta de ayuda es consecuencia directa de las declaraciones oficiales de los últimos días, estipulando que ya no se necesitaban más personas. Una idea falsa que afecta mucho a los damnificados, preocupados por la venida del invierno.
Marianne Deygout recorrió los cerros afectados por el incendio del sábado 12 de abril, buscando el retrato de la reconstrucción. En ello, se encontró con cientos de voluntarios que siguen haciendo causa común por los porteños que hoy construyen una nueva vida. Acá un repaso por rostros y huellas que dejó la tragedia en Valparaíso, puerto principal.
Marcelo Herrera es en tiempo normal el productor general del Centro Cultural Trafon en Valparaíso. Ahora hace las veces de “coordinador general” de los voluntarios.
El Trafon se convirtió en la sede de coordinación de la urgencia social para los damnificados. Cada voluntario se inscribe en el Centro antes de participar a las acciones humanitarias.
Aseguran el suministro de medicamentos, ropa y comida cotidiana, además de un centro veterinario.
Los estudiantes veterinarios ayudan a los titulares para cuidar de los animales quemados en el incendio.
Rodrigo es ingeniero en informática y animalista. Viajó de Concepción para coordinar la sección veterinaria del Centro Trafon.
Cristián (al centro en azul) viene de la Universidad de Concepción y es Consejero de la Asociación Nacional de Estudiantes de Veterinaria. Explicó que aseguran una presencia cotidiana al Trafon según un sistema de turnos.
Leila es encargada de la sección cocina al Trafon. Coordina la preparación de la comida destinada a los damnificados y voluntarios. Prepara una ensalada de papas.
Cocineras voluntarias pelando manzanas.
Paz está preparando cajas para dos familias. Viene del Colegio Winterhill de Viña del Mar
A la hora del almuerzo en el Trafon la tensión crece. Tienen que asegurar la preparación y el mando de centenas de colaciones.
El Trafon en el Cerro Monjas, Avenida Francia.
Jaime está enfermo de los pulmones. “Como no puedo ayudar en los cerros para descombrar las ruinas, aseguro el abastecimiento en distintos puntos de los cerros con mi auto”, subsanando la falta de modos de transporte.
Violeta es ilustradora y tenía que venir para ayudar. “Todo lo que se ha hecho lo han hecho voluntarios, gente sin capacitación”.
Karina coordina la Junta Vecinos de Mesana Alta en el Cerro Mariposas. Habla con el Trafon por teléfono para elaborar los próximos abastecimientos.
Mauricio es parte de la Junta vecinos de Mesana Alta, donde se quemaron 24 casas. Solidaridad dentro de la Solidaridad, decide con Jaime repartir el excedente de provisión con los otros cerros coordinados por el Trafon.
Mariana Carvajal es la directora de la escuela básica Arturo Prat en el Cerro La Cruz. Se ocupa de la urgencia social para los 100 niños damnificados de su establecimiento. El Colegio se transformó también en un local estratégico para coordinar la presencia de los estudiantes voluntarios.
Patricio Rubio viene de la Universidad Técnica Federico Santa María. Coordina el Centro de Voluntarios del colegio Arturo Prat. “Formamos las cuadrillas, las equipamos con herramientas y las mandamos en distintos lugares del Cerro La Cruz”.
Estudiantes de distintas universidades del país ayudan a la distribución de los centenares de almuerzos.
José Lastra vive en el Cerro La Cruz. Perdió la totalidad de su casa, como lo muestra sobre sus fotos antes y después del incendio. Él tiende a “agradecer toda la juventud, de las Universidades, de los colegios, todos los jóvenes que han llegado a trabajar acá”.
Los estudiantes de la Universidad Técnica Federico Santa María trabajan duro para descombrar el Cerro La Cruz.
Los mensajes de agradecimiento de los habitantes para los voluntarios son numerosos en los Cerros.
Cristofer estudia Historia en la Universidad Playa Ancha, para él, “se necesita demasiado de medios de seguridad como guantes zapatos, lentes, incluso, aunque sea un lujo de decirlo, cascos. Las medidas de seguridad son casi nulas”.
Carolina vive en el Cerro San Juan. Viene con su sobrina canadiense, que quiere ser bombero, para descombrar los cerros quemados.
Para Sebastián, estudiante de la Universidad Santo Tomas, “tú tienes que darle a los niños. A mí por lo menos mis padres me dieron de todo. Yo quiero hacer lo mismo para mi país. Por eso yo estoy acá”.
Georgio Muñoz reunió sus cosas en una jaula metálica: “estamos muy feliz de lo que han hecho los jóvenes para nosotros. Cuando no habían locomociones, ellos subían a pie de la avenida Alemania, cargados con cosas para nosotros”.
Una voluntaria sube al Colegio Arturo Prat en la parte de atrás de una camioneta para reunirse con los equipos de desescombro.
Esta voluntaria sube hasta el Cerro Vergel Alto para reunirse con sus amigos que participan a la reconstrucción.
Los voluntarios ayudan a la reconstrucción en el pasaje “Los Buenos Vecinos” del Cerro Vergel, dejado de lado por las autoridades.
Ellos aplican los principios de la construcción biológica, que consiste en usar solo elementos responsables con el ambiente.