Las revistas y sus días contados

  • 06-05-2014

No es por colgarse de un título garciamarquiano, pero al parecer esta vez es efectivo que de aquí a pocos años, las revistas tienen su crónica de muerte anunciada.

IBT media, especialista en sitios digitales, compró en un dólar simbólico el semanario Newsweek que vendía tres millones y medio de ejemplares hace una década. En otras palabras IBT se hizo cargo de la deuda.

Hace pocas semanas, la devolvió al papel con una tirada para sentimentales, de setenta mil ejemplares.

Si no fuese por las peluquerías y las salas de espera, las revistas no tendrían donde descansar. Es un lector cautivo y obligado por las circunstancias a leerlas, a menos que observe el canal de televisión de turno puesto al capricho del establecimiento.

Ese stock no necesita siquiera renovarse, porque las páginas amarillentas van pasando de un usuario a otro que solo lee parte de la publicación o la que le trae recuerdos. He comprobado en Concepción la existencia de peluquerías con ejemplares de revista Cosas de los años 90, e incluso en Punta Arenas en un centro medico, releí un reportaje mío de 1987. Ahí está el montón de papel, esperando una manito que siempre llega.

La fórmula de salvación pareciera ser aquella de Hola, que para sacudirse de pérdidas vendió su marca a todos los países hispanoparlantes que sacan una edición local complementada con artículos de España. Sánchez, su propietario, además se hizo de un canal cable con el cual complementa la publicación.

Por muy evidentes que sean las cifras que indican la lectura prioritaria en pantalla, los avisadores aun confían en el papel impreso. Sánchez en consecuencia tiene razón con su medio que no es general para todos.

Una formula de relativo éxito, medianoplacista es la reducción del formato. Revistas como Gala hace dos años tenía el tamaño de Caras. Hoy Gala es un grueso Readers Digest, practico para leer en el metro y meterse al bolsillo o a la cartera.

Al parecer las revistas financieras son las únicas que mantienen su línea de flotación ya que para la mayoría, es imprescindible tener las cifras a mano y la lectura de un extenso análisis económico es más cómoda en un medio escrito.

Cuando apreciamos en los quioscos voluminosos ejemplares de las revistas del corazón, uno se pregunta hacia donde se proyecta el agente de medios publicitarios. Pues a lo sumo, el suplementero tiene en stock dos unidades de cada título.

Una empresa en calle Holanda, con cuatro publicaciones a su haber, mantiene en estado de sitio a su personal, temeroso del cierre en cualquier momento de una de las revistas. Esto le permite de paso, manejar sueldos y honorarios bajísimos, descansar en periodistas jubilados o que colaboran a guisa de pituto. Ni el difunto Gustavo Helffmann Reimers en su Zig Zag usaba un recurso tan arcaico como medir el pago de sus colaboradores con huincha sobre centímetros publicados. Un colaborador comenta que suplica a los diagramadores achicar las fotos al máximo para aumentar la extensión de su texto.

Sobre el destino del libro me atrevo sacar la cabeza. Aseguro su supervivencia a todos los fenómenos en las próximas décadas. Más allá, no auguro.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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