Señor Director:
Para la Iglesia Católica y los sectores conservadores del país la concepción humana comienza cuando el espermatozoide fecunda al óvulo femenino. Allí se inicia la vida.
Por otra parte, se dice también que la concepción de un hijo debe ser fruto del amor y darse dentro del matrimonio consagrado por la Iglesia. Estos son valores católicos, apostólicos, romanos.
Al respecto, recordemos que la Iglesia declaró durante mucho tiempo que los hijos concebidos fuera del matrimonio eran ilegítimos, con lo cual estableció que había hijos de primera y de segunda clase. Recordemos también que, a raíz de esta disposición eclesial, hubo muchas jóvenes que decidieron abortar para no ser la vergüenza de la familia.
Dicho esto, es sabido que se pueden dar diferentes situaciones en que el espermatozoide puede fecundar al óvulo. He aquí algunas: En un asalto callejero, cuando una mujer es violada bajo amenaza en un lugar solitario.
En un recinto militar, cuando como parte de la tortura una prisionera es violada por uno o más individuos. En el seno de un hogar, cuando el padre viola a su propia hija; en un caso extremo, de 12 años de edad.
En un prostíbulo, cuando una asilada queda embarazada sin que sepa a ciencia cierta quién es el padre de ese hijo en gestación. En todos estos casos se puede concebir una nueva vida que la Iglesia y el conservadurismo defienden a ultranza.
Cabe preguntarse entonces: ¿Dónde quedan los principios y valores cristianos, si resulta que para la Iglesia tener un hijo fruto del amor y dentro del matrimonio es sólo un modo más de concebir una nueva vida?
Siguiendo esta misma línea argumental, es posible que la jerarquía eclesiástica siempre haya tenido una profunda desconfianza del género humano. Al parecer ella nos atribuye la condición de ser intrínsecamente perversos, pues seguramente cuando se opuso al divorcio vincular lo hizo pensando que una vez promulgada la ley todos los católicos se iban a divorciar. Ahora debe creer lo mismo si se llega a aprobar el aborto terapéutico.
Por nuestra parte, como laicos, estamos seguros de que si el día de mañana se aprobara una ley que permitiera el aborto a secas, no habría ni más ni menos abortos que los que se practican hoy clandestinamente miles de mujeres a riesgo de sus vidas. Ello, porque nosotros creemos en el género humano y en su instinto de conservación de la vida.
Es muy válido lo que declaró recientemente la Presidenta de la República, cuando dijo que no es posible separar a la mujer de la cintura para abajo y de la cintura para arriba. En efecto, la mujer no se reduce a una matriz donde se concibe una nueva vida. La mujer posee inteligencia, sentimientos, instinto maternal. La mujer es un ser humano pensante y reflexivo, consciente de que es dueña y señora de su propio cuerpo.
Por lo tanto, los abortos que se practican en el país con ley o sin ley y a pesar del conservadurismo religioso, se producen por motivos muy diferentes. Ellos tienen que ver, sobre todo, con las condiciones de vida adversas que sufren muchas familias por causa del injusto sistema económico neoliberal que nos rige.
En fin, si queremos disminuir los abortos e idealmente terminar con ellos, si estamos con sinceridad por la vida, luchemos por una sociedad equitativa, donde todo el pueblo tenga sus necesidades básicas satisfechas para que la mujer pueda decidir así, con entera libertad, en qué momento o situación desea ser madre.
Pedro Contreras
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