Asturias y Neruda descubriendo la cocina húngara

  • 10-06-2014

Contaba Judith Weiner, la intérprete de Asturias y Neruda (aliados políticos y amigos personales, que intercambiaban pasaportes para viajar el uno con el nombre del otro), que durante el historiado periplo de ambos por las más inverosímiles tabernas y paradores de Hungría, sus paladares debieron confrontar la revolución que significó para ambos gourmet conocer a fondo la maravillosa cocina que se ofrecía –y ofrece- en ese pequeño país centroeuropeo, cocina de nivel mundial, advertían. Pero aún más revolucionaria, afirmaba Judith, fue la cantidad de litros de los mejores caldos viníferos magiares que debieron consumir poeta y escritor para poder bajar, en aras de la buena digestión, condumios de tal sabrosura.

Corrían los míticos años ’60 y mientras Neruda escribe prosa, Miguel Ángel discurre en verso. Exilios y dictaduras habían ido uniendo sus pasos por la geografía de América y de Europa.

Significó aquel encuentro un epicúreo cantar a la “la confluencia de ajíes y paprika”, un ejercicio lúdico en que combinaban recetas de cocinas ancestrales -venidas desde el medioevo por quizás qué arcanos caminos del Asia central- un viaje único a lo largo, alto y ancho de los supremos altares del yantar y del beber, algo en que los húngaros difícilmente serán superados.

Nada más recomendable que “Comiendo en Hungría”, un libro para coleccionistas, absolutamente bello, ilustrado por los mejores dibujantes húngaros de entonces y, lo que es mejor, ironía ideológica en medio de la guerra fría.

Porque escribiéndolo y gozándolo en cada bisztró, en cada esquina de Budapest, le sacaron la lengua y le hicieron “huichicheo” a dos regímenes opuestos por antonomasia: el de Franco, en España, y el de Kadár, en Hungría. Ello, debido a que el libro fue el resultado de un contrato para ser editado por las editoriales Lúmen, de Barcelona y Corvina, de Hungría, cuando corría el año 1969…

Y digo “recomendable lectura”, pues ella nos permitirá recordar a esta pareja literaria latinoamericana pero de nivel mundial, aunque estas letras estén dedicadas a honrar a Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura 1967, guatemalteco, quien tuvo a bien abandonarnos definitivamente un 9 de junio hace 40 años… apenas nueve meses después que su dilecto “chompipe” Pablo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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