En nuestra historia los verdaderos Presidentes existieron pero la lista de ellos no es muy larga. Balmaceda, Aguirre Cerda y Allende forman parte de ella y sería difícil agregar alguno más. Salvo si tomamos en cuenta algunas de esas personalidades excepcionales, por su arrojo y generosidad, de tiempos de nuestra Independencia que fueron ciertos Directores Supremos.
Como se habrá adivinado, estas consideraciones están destinadas a afirmar que las cualidades de un verdadero Presidente no pueden ser otras que la lucidez política , la generosidad personal, el coraje para hacer frente a los poderes fácticos y una visión estratégica que asocie los intereses de los más desposeídos y la sobrevida de nuestra naciòn.
Respecto a los simples administradores, ellos componen en nuestra historia una lista larguísima que atraviesa los dos siglos y poco más de vida independiente. Se trata en general de Presidentes que por convicción personal o por bajeza, a veces por las dos razones, sirvieron los intereses de los poderosos y sacrificaron los de la mayoría de nuestros compatriotas. La derecha, sobre todo, les rinde homenaje regularmente, pero también lo hacen algunos hipócritas que osan presentarse como izquierdistas.
En los últimos 25 años, la categoría de estos simples administradores se ha visto ampliada por todos los Presidentes de la mal llamada transición o dictablanda. En los hechos los 5 mandatarios elegidos en este periodo representan un clase de políticos que pertenecen a la categoría de simples encargados de administrar los negocios de los grandes comerciantes y financieros nacionales y foráneros, olvidando por completo los intereses superiores de nuestro pueblo, de nuestro Estado y de nuestra nación. Asi cada uno de ellos, en su momento, han dejado que la contaminación atmosférica asesine a nuestros niños, la mala educación condene a nuestra juventud y el caos del transporte y el salario mínimo de miseria aniquile a nuestros trabajadores.
No podemos dudar así que nuestra historia acabará por olvidar rápidamente a estos mandatarios, enterrando sus nombres al lado de sus promesas traicionadas.
José Manuel Aguirre C.
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