Carolina Rodríguez está en su semana de vacaciones y entre reuniones deportivas, entrevistas, el reencuentro con su familia y amigos, termina agotándose más que cuando entrena. Se acuesta a las tres de la mañana, pero todo el esfuerzo anterior y la disciplina ha valido la pena: el pasado sábado 9 de agosto, “Crespita” -como le dicen- retuvo el título mundial categoría gallo de la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Después de eso, el futuro parece promisorio.
¿Qué es lo que se viene?
Yo me veo metida en el deporte toda la vida, no quiero volver a verme sentada en una oficina y para eso hay que trabajar. Junto a Claudio (su entrenador) queremos hacer una fundación para ayudar a los más chicos. El deporte me cambió en todos los aspectos, salud, física y mentalmente. Aunque no llegues a ser campeón del mundo, el deporte te disciplina, da valores y eso tú lo llevas a la vida. No importa si creciste en una población donde corre la droga y se matan a balazos, eso no quiere decir que tú tengas que seguir ese camino, el deporte te entrega esa oportunidad. Queremos ayudar a los demás y en igualdad de género, porque a mí me tocó la discriminación. No se trata de una competencia con los hombres, se trata de que todos tengan las mismas oportunidades, simple.
¿Cómo se manifestó la discriminación?
Muchos de mis pares decían que esto yo lo hacía por moda o porque me hacían entrevistas. “Va al gimnasio porque está lleno de hombres”, “va a buscar marido”, ese tipo de tonteras. Claudio a veces me ponía a hacer clases de kick boxing y los alumnos me decían “¿usted es la que sirve los cafés?” Con todas esas cosas me daban más ganas de entrenar y más encima les terminaba pegando y ahí estaba la satisfacción. He visto niñas que llegan muy tímidas y ahora afrontan su vida de otra forma, porque este deporte te entrega mucha seguridad. No es que te agarres a combos, es lo que proyectas a la vida.
Carolina partió grande en el deporte, a los 21 años, pero siempre fue buena para pelear. “Era picada”, dice. Se crió en La Pincoya y como su mamá trabajaba todo el día, se pasaba del colegio a la calle. En el barrio siempre había más hombres que mujeres y como era corta de genio, le decían “la cinco minutos”.
“A veces jugábamos a las bolitas o al hoyito patá y como no tenía con quién ir a acusar, si me pasaba algo, la única solución era agarrarme a combos. Peleaba por tonteras: me hablaban feo o me decían algo que no me gustaba, les pegaba; si me quitaban mis cosas, me agarraba a combos; me sacaban algo sin permiso, pelea; era todo así, discusión, pelea, discusión pelea”, cuenta la deportista.
La transición para llegar al alto rendimiento pasó por tomar una decisión que empezó con un cierto grado de pretensión a los 20 años. Carolina ama comer y odia correr, el deporte no era parte de su vida, menos el competitivo y en ese entonces atacaba sopaipillas, completos, papas fritas y bebida. Todo eso le pasó la cuenta: estaba con sobrepeso.
Terminó la enseñanza media con un el título de contabilidad general y en poco tiempo encontró trabajo en una oficina, era el año 2004. En la esquina había un gimnasio y como quería bajar de peso decidió tomar clases de aerobox. Allí estaba su actual entrenador, Claudio Pardo, quien se dio cuenta de que Carolina tenía las habilidades para ser campeona. Su desarrollo fue meteórico.
¿Qué pasó ahí?
Como en la tercera o cuarta clase, Claudio nos preguntó a un grupo si queríamos probar con kick boxing y de pura curiosidad fui y me encantó, creo que fue como reencontrarme con mi niñez (ríe). Empecé a aprender a defenderme, pero me olvidaba que estaba haciendo deporte. De ahí pasaron tres meses y Claudio me propuso que compitiera en el primer nacional de kick boxing de Chile. Acepté como capricho y me tocó pelear con una chica que tenía mucha experiencia, una de las mejores en ese momento, y gané por puntos. Ella quedó picada e hicimos la revancha y le gané por nocaut. Empezó a crecer mi hambre.
¿Dejaste de trabajar en la contabilidad?
Después de esa victoria Claudio me dijo que compitiera en el Panamericano. Había que entrenar a dos turnos para poder sacarlo todo, físico. Él estaba seguro que podía ganar. Con mi mamá fue una pelea constante hasta que aceptó. El problema era dejar de trabajar. Finalmente saqué el segundo lugar y quería ir por más.
¿Cómo lo hiciste para seguir?
No volví a la contabilidad, tuve problemas con mi mamá y me fui de la casa. Empecé a trabajar de guardia, repartiendo volantes y haciendo clases de aerobox, me arrendaba una pieza, dormía donde una amiga o en el gimnasio. A veces me venía caminando porque la plata de la micro me servía para comer, todo para poder entrenar, aunque a veces era puro pan. No fue tan fácil, pero empecé a ganar distintos torneos, sudamericanos y panamericanos. Además, me elegían la mejor deportista. Después las cosas mejoraron con mi mamá y con mi entrenador instalamos un gimnasio. Lo hicimos todo nosotros, desde revolver la mezcla hasta martillar clavos. Mi viejo nos ayudó. Luego, en 2007, con ayuda del Comité Olímpico pude ir a Tailandia y al mundial de Serbia, donde salí en cuarto lugar.
El bajón
Durante 2008 “Crespita” desapareció y se alejó del deporte. Estaba confundida y no sabía qué hacer. En su casa el kick boxing no estaba dando para vivir, los auspiciadores escaseaban y en la balanza estaba volver a trabajar o seguir entrenando. Empezó a engordar y llegó a los 90 kilos. Dulces, sopaipillas, papas fritas y completos se transformaron en la dieta de la ansiedad. Su enemigo era ella misma.
A Carolina le gusta comer y con los entrenamientos ha tenido que adaptar su apetito a la cocina saludable. Cero grasas y mucha fibra, ya no toma bebidas gaseosas, ni jugos light, los chocolates también se acabaron. A cocinar aprendió sola, apoyada por las instrucciones que le dejaba su mamá antes de irse al trabajo. Porotos, empanadas y sus favoritas, las cazuelas de ave y ternera, con choclito, zapallo y papitas. “Comer es una de los placeres de la vida”, dice.
¿Cómo te alimentas ahora?
Cocino más sano, pero para que no sea fome salteo hartas verduras y me hago tortillas de apio, de lechuga y espinacas, he inventado un montón de cosas. Antes era loca por los completos, pero vi un reportaje de cómo hacían las vienesas y ahora cuando las veo no puedo, como que la rechazo. En Tailandia mi plato favorito era el “Chicken Pad Thai”, que es pollo con fideos y verduritas con salsa de soya y unos condimentos raros de vinagre con azúcar.
Ellos se comen todo lo que crece, los pescados los fríen completos, con ojos incluidos. Como no soy regodeona, cuando estoy en otro país me gusta probar todo lo que puedo. Algo que me encanta son las empanadas de camarón queso, esas que venden los chinos. Termino de pelear y soy capaz de comerme diez de esas.
Claudio Pardo nunca dejó de insistirle a Carolina que volviera a entrenar y en 2009 ella aceptó. Sin entrenamiento previo se alistó para un Nacional de kick boxing y lo ganó. Fue un espaldarazo. “Crespita” miraba y aprendía, se trataba de tú a tú con los hombres. La seguían eligiendo la mejor de los campeonatos a pesar de que se desordenaba y salía a carretear. Empezó a boxear.
“El boxeo servía para tener más peleas y más alumnos, pero me salió el tiro por la culata. A veces iba a campeonatos y me ponía a hacer ‘sombra’ y las chiquillas no querían subir al ring. Como notaban que hacía sparring con hombres, los demás entrenadores no querían que pelearan conmigo. No tenía con quién competir y salir afuera era el mismo cuento de siempre, las lucas, los pasajes, etc. Yo ya no estaba entrenando para bajar de peso, yo entrenaba para pelear”.
Pardo se dio cuenta que Carolina podía ganar a nivel mundial. El debut profesional fue en el Club México, en 2010, con apenas un combate amateur. Fue con todo, pero no bastó para impulsar la carrera. En 2012 vendieron el gimnasio y el auto, pidieron préstamos, se fueron a Argentina y “Crespita” se lo ganó todo: tres peleas de boxeo y tres de kick boxing. El hambre por ser campeona del mundo empezó a alimentar su cabeza. De ahí para delante todo se visualizó mejor.
En 2013 Rodriguez volvió a Chile y ganó el título mundial de peso gallo de la Asociación Internacional de Boxeo Femenino (WIBA) y se transformó en la primera chilena en obtener un título mundial de box.
Carolina cree que se están abriendo las oportunidades. La última pelea en la que retuvo su título FIB fue transmitida por TVN, que logró inéditos 17 puntos de rating un día sábado. Obtuvo el reconocimiento de la presidenta Michelle Bachelet y asegura que las empresas se están fijando en ella. Tiene hambre y hay tareas inconclusas. Una de ellas es ser campeona mundial de kick boxing. Queda poco de sus vacaciones y debe volver a la rutina donde entrena seis horas diarias y se alimenta sano. Ella ama comer y odia correr.
“Antes de empezar a entrenar me falta el churrasco tomate mayo, pero el de carrito, ese de dos por luca, con grasita, sabrosito”, dice mientras se despide.