En el mundo de hoy se puede encontrar una diversidad de situaciones en que la fórmula un Estado = un Pueblo no se verifica.
Hay por ejemplo la situación de Corea, un pueblo con un historia secular que sin embargo desde los años 1950 está dividido en dos Estados irreconciliables después de una guerra mortífera : Corea del Sur capitalista y Corea del Norte socialista y dirigida por un Partido Comunista.
Hay, por otro lado, el pueblo Kurdo que a pesar de reivindicar un Estado nacional desde hace lustros todavía no obtiene satisfacción.
Así este pueblo está repartido en Siria, Irak, Irán y Turquía, y en esta última nación los kurdos suman 15 millones, es decir el 20% de la población total de Turquía (recientemente ésta última ha impedido que los Kurdos que viven en su territorio vayan a combatir al lado de sus hermanos Kurdos de Kobané, ciudad siria). En resumen un pueblo, una nación, pero sin Estado.
Hay además el caso del Sudán, país africano que recientemente fue dividido en dos con la creación del Sur-Sudán, ricamente dotado en recursos petroleros, lo que sin duda fue un factor determinante para que los occidentales obraran por su separación. En todo caso, hoy día hay dos Estados para lo que antes era un solo pueblo.
Por fin, entre tantas otras situaciones, existe el caso de la Tailandia, donde una rivalidad profunda, y a menudo violenta, separa a dos partes de la población, los llamados “amarillos” de los ricos y sus acólitos y los denominados “rojos”, de los campesinos y capas populares.
Tailandia representa así un Estado que solo perdura por la acción del ejército. Este último, colocado abiertamente del lado de los derechistas o “amarillos”, interviene sistemáticamente cuando éstos corren el riesgo de perder el control del poder.
Uno puede preguntarse si en nuestro caso el Estado unitario, como reza la Constitución, significa aún algo.
Pues el Estado chileno recubre unos contrastes tan enormes que es difícil pensar que compartimos el mismo país con los potentados económicos que se lo han dividido como una torta de cumpleaños y que se las arreglan, mediante algunas migas, para poner de su lado a una parte de la población.
Es posible que en un futuro no muy lejano la exasperación que provoca en una gran parte de nuestro pueblo, y sobre todo en quienes fueron aplastados hace 41 años, el abuso y la explotación termine por llevarnos a una división de hecho que no será solo social y política sino quizás también territorial.
Los primeros signos son tal vez las grandes movilizaciones periódicas de la ciudadanía de nuestras regiones extremas.
José Manuel Aguirre Cerda
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