Chile: Feudo en el siglo XXI

  • 16-11-2014

En la Edad Media, los señores feudales podían hacer uso del derecho de pernada, concepto que, elegantemente la RAE define como el derecho “que se ha atribuido al señor feudal, por el que este yacía con la esposa del vasallo recién casada”. Lo que en lengua vernácula quiere decir que el día que un vasallo desposaba a una mujer, el mismísimo día del feliz matrimonio, la novia no pasaba su primera noche con su marido sino que con el señor feudal.

El derecho de pernada también se conocía también como derecho de la primera noche y consistía en que la máxima autoridad tenía la prerrogativa de desflorar a la joven virgen, si es que la doncella era sierva de su feudo. Novia, novio y vasallos todos debían morderse la humillación y permitir que quien los gobernaba tomara lo más puro y casto de las jóvenes de su heredad. En Fuenteovejuna, la obra clásica de Lope de Vega, la novia sometida a este medieval procedimiento por parte del gobernador Fernán Gómez se llama Laurencia.

La segunda acepción que consigna el diccionario de la RAE para derecho de pernada es la de “ejercicio abusivo del poder o de la autoridad” y es lo que resume lo que estamos viviendo en Chile desde hace décadas. Desde que el régimen cívico-militar le cambió la cara a nuestro país y le impuso el modelo más neoliberal del planeta, sentando las bases para que los más fuertes y poderosos exijan lo mejor del país solo para ellos. Las empresas públicas licitadas de manera fraudulenta durante un régimen de excepción que les permitió a los civiles adictos al régimen hacerse de ellas a precio vil. El cambio de estatus de los recursos naturales, al punto que hasta el agua fue convertida en un bien económico para ser cedida en su derecho de uso y goce de manera gratuita y a perpetuidad por parte de estos señores feudales chilensis. Los mismos que decidieron que el sistema de pensiones ya no sería más solidario sino que individual, que cada uno se rasca con sus propias uñas, y que los administradores de esos fondos serían ellos. La post dictadura los catapultó y les permitió legalizar las viscosas maniobras y traspasos de propiedad, consolidando el modelo económico para terminar ejerciendo su derecho de pernada con todo el peso de una Constitución que los protege.

Como en Fuenteovejuna, los chilenos somos tratados como vasallos. Por eso aceptamos además, un transporte público que no nos respeta en nuestra dignidad y como si fuéramos animales, nos hace perder nuestro valioso tiempo y respeto entre unos y otros al hacer uso de él. Los santiaguinos corriendo por las calles, desesperados por llegar a sus trabajos debido a una falla en el Metro, recordaron a las hordas de menesterosos que en el medioevo rogaban protección al señor feudal, aunque esto implicara el derecho de pernada.

Pero en la otra Fuenteovejuna, la de Lope de Vega, Laurencia no toleró la ignominia. Por eso con furia, dolor y aún sangrante se dirige a todos los hombres reclamándoles la reivindiquen y le devuelvan su dignidad. Llena de ira les detalla la humillación de que fue objeto de manos del gobernador Fernán Gómez. El grito de tormento de Laurencia en el pueblo de Fuenteovejuna produjo un inédito levantamiento que terminó con el gobernador muerto. Todo un pueblo que no soportó más el abuso del poder por parte del señor feudal. Un acto sedicioso ficticio que la historia real ha reproducido con guillotinas y paredones.

Increíble que nuestros señores feudales ni siquiera recuerden este clásico del Siglo de oro español. Que no vean las similitudes y lo que les sucede a los pueblos cansados del egoísmo y la arrogancia de los poderosos. Que no entiendan que el derecho de pernada es una creación medieval superada y que su institucionalización en el Chile del siglo XXI es un abuso que no tiene nombre.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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