Quizás porque en México no ha dejado de llover tristeza desde hace demasiado tiempo, la que con los 43 de Ayotzinapa y la muerte de Roberto Gómez Bolaños se ha convertido en temporal, las palabras de Claudio Magris en la apertura de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2014 dejaron un aire de profunda melancolía en los presentes.
El escritor y ensayista italiano llegó a Guadalajara a recibir el Premio Fil de Literatura en Lenguas Romances y aunque leyó en italiano un ensayo titulado simplementeLápices de colores, la sintaxis de su discurso permitió seguir su traducción al tiempo que lo iba diciendo. Ese escritor que se ha caracterizado por retratar en diferentes tonalidades su propio mundo, el de la Mitteleuropa y del Río Danubio, de ese Viejo Mundo traumatizado por la caída del Imperio Austro-Húngaro y la horrible Gran Guerra que se les vino después, de ese universo multicromático que, a simple vista, aparece tan lejano de nuestra latinoamericanidad, llegó a darle sentido y profundidad al quehacer de quienes llegan a la más importante Feria del idioma castellano. Porque en solo 34 mil metros cuadrados construidos, donde se dan cita más de 20 mil profesionales del mundo del libro y junto a ellos más de 750 mil visitantes, se remece nuestro idioma y también la veintena de otras lenguas que la saludan. Es una fiesta donde la palabra nos permite condolernos y celebrarnos, criticarnos y entendernos desde hace 28 años.
Partió recordando el autor triestino a otro escritor austríaco y amigo suyo que escribía sus novelas con diferentes lápices de colores, según los diferentes planos de la estructura narrativa. De modo que el azul podía identificar el flujo de la conciencia, el rojo la narración de una historia de amor o el verde, la descripción de un paisaje, por ejemplo. Toda una gama cromática que refleja las diferentes emociones que recorren la escritura y que tienen que ver con el tipo de narración que se esté desarrollando. Niveles que dependen del estado de ánimo o de los objetivos de su autor. Sin estratificar ni canonizar los diversos géneros narrativos, Magris distinguió simplemente una escritura que se hace con la cabeza y otra con la mano. Y luego fue más allá. Siguiendo a su amigo Ernesto Sábato, dijo que hay una escritura que se hace en el día, “en la que un escritor expresa un mundo en el que se reconoce, del que enuncia sus valores, su modo de ser, aunque todo sea de su invención”. Y otra nocturna, en la que el escritor ajusta cuentas con algo que de pronto surge dentro de él y que tal vez ignoraba: sentimientos, pulsiones inquietantes, verdades inquietantes-como escribió Sábato-, que lo dejan estupefacto, lo horrorizan, le muestran un rostro suyo desconocido…”.
Porque las escrituras, de todos los tipos, también la periodística, permiten enfrentarnos a ese día y a esa noche que nos habitan, no solo en nuestra interioridad, también en nuestro ser social. Cuando escribimos de día lo hacemos sobre ese mundo que queremos construir, uno donde se respeta la palabra, independientemente del color o la emoción que las contengan. Pero se nos viene la noche, y aparecen esos muertos que siguen pidiendo justicia.
¿Por qué se escribe?, se preguntó Magris al final de su discurso y respondió: “Por tantas razones: por amor, por miedo, como protesta, para distraerse ante la imposibilidad de vivir, para exorcizar un vacío, para buscarle un sentido a la vida. A veces, para establecer un orden, otras para deshacer un orden preestablecido; para defender a alguien, para agredir a alguien, Para luchar contra el olvido, con el deseo –tal vez patético pero grande y apasionado- de proteger, de salvar las cosas y sobre todo los rostros amados, de la abrasión del tiempo, de la muerte. Escribir en es también un intento de construir un Arca de Noé para salvar todo lo que amamos, para salvar- deseo vano e imposible, quijotesco pero inextirpable- cada vida. No sé qué color tenga este grácil y maltrecho barquito de papel que podemos construir con nuestras palabras; sabemos que está destinado a hundirse pero no por eso dejamos de escribir. Y si se hunde, su escritura no será de color negro, que es ausencia de color, sino blanco, o sea la unión de todos los colores”.
¿Por qué una Feria del Libro, nos preguntamos quienes lo escuchamos? Para que la palabra, una y mil veces la palabra, del color que sea, permita encontrarnos, reconocernos y abrazarnos…sea de día o de noche.