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Ahora, “yo soy Nisman”

Columna de opinión por Hugo Mery
Martes 20 de enero 2015 18:01 hrs.


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Nuestra colega Vivian Lavín escribió la columna “ Je suis chilien” (en rigor, ella es “chilienne”, pero se refirió a cada chileno), desplegando consideraciones sobre la libertad de expresión en este país.

Quisiéramos agregar otras. El Papa Bergoglio condeno la matanza de “Charlie Hebdo”, porque “nadie puede matar en nombre de Dios”, pero advirtió sobre la necesidad de respetar las creencias religiosas.

Creemos que la libertad de expresión debe aplicarse sobre todo fenómeno sociológico institución, autoridad y personaje público, sin más obligaciones que fundamentar bien las críticas  serias y observaciones humorísticas, sin rayar en lo superficial y lo grotesco.

Es lo que el semanario francés hizo, al igual que otras publicaciones en el mundo. Las respuestas de los ofendidos pueden darse a través de manifestaciones públicas y demandas ante los tribunales, pero nunca cobrando venganza violenta.

Tampoco mediante abuso de poder. En Chile se prohibió por largo tiempo la exhibición del filme La última tentación de Cristo porque ciertos grupos lo estimaban blasfemo, en circunstancias que la notable obra de Scorsese planteaba una disyuntiva al Mesías que este finalmente desecho fue una coacción tan inaceptable como la matanza de “Charlie Hebdo” y la toma de rehenes en un restaurante judío en Francia, en la primera de las cuales se asesino incluso a un hombre de origen musulmán perteneciente a la policía de Paris.

Los gritos en las calles francesas y en las redes sociales diciendo “Jes suis Charlie” tuvieron una réplica en la Argentina: “ Yo soy Nisman”, aludiendo al fiscal encontrado muerto en su departamento, después de muchos años de investigar el atentado a la Asociación Mutual Israelita en Argentina (AMIA), en la que islamitas en 1994 causaron la muerte 85 judíos y no judíos e hiriendo a 3 centenares de personas. Ese fiscal especial adelanto por los medio que esta semana declararía al congreso sobre las implicancias de la presidenta Cristina Fernández, el canciller Timerman (de origen hebreo) y otras autoridades del gobierno argentino al llegar a un acuerdo con Irán para desvanecer la autoría de personeros de ese país del Medio Oriente  en el atentado, a cambio de granos y petróleo a precios especiales.

Según el expediente elaborado al menos 3 chilenos habrían participado en el complot y desde Santiago   estableció una coordinación el Encargado de Negocios de la embajada, quien habría sido un importante miembro del Servicio de Seguridad iraní.

Algunos diputados chilenos reprochan a las autoridades nacionales de no tener prolijidad en la aceptación de un diplomático que, por lo demás, tuvo el rechazo del gobierno de Estados Unidos.

La matanza de judíos es tan repudiable como la de la población de Gaza ejercida por Israel, que insiste en levantar asentamientos en ese verdadero ghetto  en que ha convertido a una parte de Palestina.

Por la relatividad de males cometidos por unos y otros es que podemos decir:

“Je suis chilien, français e argentin; palestin, juif,  chrètien et agnostique”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.