Cuando al comienzo de los 80 se le preguntaba al ex-Presidente Frei Montalva (1964-1970) su opiniòn sobre el gobierno de los putschistes él respondìa que lo que éstos se vanagloriaban de haber hecho podìa ser borrado de un plumazo. No nos queda la menor duda de que hoy en dìa se puede decir lo mismo de lo que han hecho los gobiernos de la posdictadura.

El régimen impuesto por Pinochet, y administrado con algunas diferencias después, es un régimen contra la historia y en particular la nuestra.

La sociedad chilena habìa evolucionado en el curso del siglo XX y hasta 1973 en el sentido de una extensiòn gradual de los derechos sociales y polìticos y un mejoramiento progresivo, aunque muy lejos de ser satisfactorio, de las condiciones econòmicas de los màs modestos. Nuestro paìs estaba pues alineado en el sentido de la historia mundial pues un poco en todas partes del mundo los trabajadores levantaban cabeza y proseguìan conquistando derechos y el reconocimiento de su dignidad de seres humanos.

El régimen putschista tuvo desde el comienzo como objetivo romper con esta historia y hacernos volver atràs y ello lo logrò con la bestialidad que todos conocemos.

Los gobiernos de la posdictadura no tuvieron nunca la voluntad de reanudar con lo que habìa sido nuestra evoluciòn y han terminado, como los vemos en estos dìas, empantanados en los compromisos turbios con los dominantes y en las pràcticas corrompidas de una clase polìtica que se conduce como una casta.

No es la primera vez sin embargo que nuestro paìs atraviesa uno de esos largos periodos de oscurantismo como el actual. Esto sucediò también en el siglo XIX con los pelucones y después de Balmaceda con la serie de gobiernos lacayos de la oligarquìa. No hay por lo tanto ninguna fatalidad . Muy por el contrario, las primicias de una saludable reacciòn ciudadana son cada vez màs numerosas y no està lejos el plumazo que le daremos al siniestro periodo actual.

José Cañas C.