Aunque los presidentes de Estados Unidos nos tienen acostumbrados a la prepotencia y la soberbia, Barack Obama ha agregado a esos “atributos” la desfachatez más insólita. Uno no llega a comprender si esta “honestidad desbordante” es una expresión de realismo político o una afirmación de lamentable desesperación ante los contundentes golpes que ha estado recibiendo tanto en su país como en el exterior.
Al dramático reconocimiento de que la política de 55 años de su país contra Cuba había fracasado, por lo que según él, se debe seguir buscando a través de otros medios y con otros instrumentos, el objetivo de derrocar el sistema político de la isla, ha añadido ahora la aceptación pública de algo que todo el mundo sabía. El presidente estadounidense confesó que la decisión de invadir Irak en 2003 supuso el origen del grupo terrorista Estado Islámico (EI). Obama afirmó, -en una entrevista concedida al canal de noticias norteamericano Vice News- que el EI “es una consecuencia directa de Al-Qaeda en Irak, surgida como resultado de nuestra invasión” durante el gobierno de George Bush.
Sólo unos días después, volvió a estremecer los medios de información internacional cuando admitió que debió haber cerrado el penal de Guantánamo nada más al llegar a la Casa Blanca en 2009 cuando parecía haber consenso con la oposición republicana sobre su clausura. Dijo que no lo hizo “porque en ese momento teníamos un acuerdo bipartidista de que Guantánamo debía cerrarse. Pensé que teníamos un consenso y que lo haríamos sosegadamente”, explicó el mandatario.
Da mucho temor constatar que el presidente del país más poderoso del mundo “piense cosas” que no están apegadas a la realidad y que sea tan inocente para caer en la celada de los congresistas republicanos, quienes según él le prometieron algo que no cumplieron cuando estaban en minoría y por tanto débiles. Hoy la situación ha cambiado, el partido republicano es mayoría en ambas cámaras y desde esa posición de fuerza está imponiendo la agenda internacional, mientras da la impresión que al presidente no le queda nada más que constatar los errores del pasado. Si se le diera el beneficio de la duda y se aceptara que ambas decisiones se originaron en su antecesor republicano, ¿qué explicación puede tener su decreto ejecutivo del 9 de marzo en el que caracteriza a Venezuela como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos?
Pareciera también que no hay coherencia en la política exterior de ese país vistas las contradictorias decisiones respecto de Cuba y Venezuela tomadas con solo un día de diferencia en diciembre del año pasado. Me permito suponer que tal incoherencia no se sustenta en visiones distantes sobre política exterior entre los dos partidos de Estados Unidos, sino en la adelantada confrontación interna que se comienza a visualizar de cara a las próximas elecciones presidenciales, en momentos en que los republicanos responsabilizan a Obama de la pérdida de liderazgo de Estados Unidos en el tablero mundial. El trasfondo, refleja la impotencia ante la incidencia de China, Rusia y los BRICS como potencias emergentes que manifiestan, mayor capacidad de decisión en la problemática global con el paso de los días, así como la debilidad del dólar que cada vez pierde más espacio en las transacciones económicas y financieras en el planeta.
Esta lógica comienza a funcionar respecto de la confrontación planteada por la administración estadounidense contra Venezuela. Ello se puede deducir de la exposición de Michael Fitzpatrick, representante interino de Estados Unidos ante la OEA, en la que explicó que la Orden Ejecutiva del Presidente Obama no pretende golpear ni a Venezuela ni a su pueblo. Afirmó que “El lenguaje de esta Orden se ha sacado de contexto”. Dijo que quería dejar muy en claro “que Estados Unidos no está preparando una agresión militar” ratificando que “no estamos preparando un golpe ni estamos en una conspiración”.
Tres negaciones en una oración generan sospecha, sobre todo cuando se recuerda el prontuario de mentiras del gobierno de Estados Unidos. Regularmente le digo a mis alumnos que expresen sus ideas a través de afirmaciones, cuando se niega para tratar de aseverar algo, es porque se tiene carencia en el manejo del lenguaje o porque se quiere esconder un objetivo real.
De todas maneras, Fitzpatrick afirmó que las órdenes ejecutivas están sustentadas en una ley de 1977 “que le da poderes al Presidente para aplicar sanciones económicas y que se ha usado de manera rutinaria desde entonces” y que en este momento existen 26 de ellas que pesan sobre distintos países. ¿Qué quiso decir el funcionario estadounidense? ¿Qué los venezolanos no nos debemos sentir predilectos por ese “privilegio” que concede el gobierno de Estados Unidos? Pareciera que para Estados Unidos, la desvergüenza no tiene límites.
El representante de Estados Unidos en la OEA remató su intervención rememorando que las órdenes ejecutivas se usan para luchar contra el crimen organizado en todo el mundo y que países como Colombia y México “antes han agradecido órdenes ejecutivas similares pues ellas los han ayudado a combatir flagelos como el narcotráfico”. Aunque la soberanía es un principio fundamental del derecho internacional, cualquier país lo puede interpretar como le parezca. No es de extrañar que gobiernos de Colombia o México hayan aceptado que se viole la propia, pero ello no impide afirmar como valido que tal principio sea vulnerado por una ley unilateral dictada por el gobierno de una potencia extranjera.
Vistas así las cosas, se podría entender que la Casa Blanca esté desarrollando una política exterior a partir de la práctica del “ensayo y error”. En el caso que discutimos, el gobierno de Estados Unidos vuelve a dar golpes a ciegas y nuevamente recibe una contundente respuesta mundial y sobre todo regional objetando sus propósitos. Celac impugnó por unanimidad de sus 33 miembros la Orden Ejecutiva de Estados Unidos. Por su parte Unasur, en una declaración hecha el 14 de marzo reiteró su firme rechazo, -también por unanimidad- a “estas medidas coercitivas que no contribuyen a la paz, la estabilidad y la democracia en nuestra región” y exigieron al presidente Obama derogar su orden ejecutiva contra Venezuela. Así mismo, la Alba rechazó “la Orden Ejecutiva emitida el 9 de marzo de 2015 por el Gobierno de Estados Unidos de América “ y la calificó de “injustificada e injusta” caracterizándola como “ una amenaza de interferencia contra el principio de soberanía y el principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados”. El Movimiento de Países No Alineados conformado por 130 de los 193 miembros de la ONU condenó categóricamente la aplicación de medidas unilaterales por parte del gobierno de Estados Unidos contra Venezuela expresando su solidaridad y respaldo al pueblo venezolano. Hasta en la reunión de la OEA, varios países tomaron la palabra para reiterar que el único camino para solucionar las diferencias es el diálogo, como lo propugna el gobierno venezolano.
A esto se han sumado multitudinarias marchas y concentraciones de apoyo en muchos lugares del mundo: Perú, Argentina, Canadá, Túnez, Puerto Rico, Ecuador, Palestina, Nicaragua y Paraguay entre otros, declaraciones de amistad con el pueblo y gobierno de Venezuela de gobiernos, como los de China, Rusia, Argentina, Cuba, cientos de organizaciones populares y sociales, partidos políticos, personalidades del arte y la cultura y luchadores por los derechos humanos se han manifestado en solidaridad con Venezuela.
El gobierno de Estados Unidos acusó el golpe ante el impacto multitudinario de apoyo a Venezuela. Fizpatrick se vio obligado en la OEA a decir que su gobierno aceptaba el diálogo con Caracas, pero un funcionario de rango superior el subsecretario adjunto para América Latina del Departamento de Estado, Alex Lee, durante una audiencia celebrada en el Subcomité de Asuntos para Latinoamérica del Senado estadounidense dedicada a analizar la situación de Venezuela informó que “La crisis que atraviesa Venezuela será una de las prioridades del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la Cumbre de las Américas que se celebrará en Panamá el mes próximo, donde instará a sus socios latinoamericanos a promover la máxima transparencia en el proceso electoral venezolano de este año”.
Es decir que el Departamento de Estado pretende utilizar la Cumbre de Panamá para debatir sobre un tema interno de Venezuela. Nuestro país no tiene que discutir sobre sus elecciones parlamentarias con ninguno otro. Ellas están ajustadas a la Constitución y reguladas por el Consejo Nacional Electoral, que es un poder autónomo del Estado. Será el poder electoral quien decida a quien invita como observador en las elecciones. Ni la OEA, ni Estados Unidos tienen calidad moral para ello. Bienvenidos los países hermanos de Celac y Unasur. A nadie se le ocurriría debatir en la Cumbre sobre el antidemocrático método estadounidense de elegir a su presidente. Es un problema interno de Estados Unidos y así debe ser entendido.
El objetivo es claro, Obama intenta polarizar la Cumbre. Parafraseando a su hoy repudiado antecesor, intenta crear un nuevo paradigma “O están con nosotros o están con Venezuela”. El propósito es evidente. Su diplomacia lo está preparando. Así lo atestiguan las reuniones del vicepresidente Biden con Caricom y los países del Triángulo del Norte. Incluso su último intento de amedrentamiento será el 9 de abril, día previo a la Cumbre, cuando el presidente Obama se reúna en Jamaica con los países de Caricom. Ese es precisamente el objetivo ulterior de la agresión a Venezuela, una polarización que conduzca al quiebre de los mecanismos de integración regional que han ido adquiriendo fuerza y autonomía en la toma de decisiones, al alejarse de la tradicional imposición hegemónica que Estados Unidos estableció por casi 200 años.
Venezuela y América Latina y el Caribe deben impedir eso, ampliando la agenda. Otros temas de interés regional deben ser discutidos: el fin del bloqueo a Cuba, la desmilitarización con armas nucleares de las Malvinas, la independencia de Puerto Rico, la aprobación por parte de Estados Unidos de una política migratoria basada en la defensa de los derechos humanos, el cierre de la ilegal cárcel de Guantánamo, el apoyo irrestricto a las conversaciones de paz en Colombia y, por supuesto la derogación de la orden Ejecutiva del 9 de marzo, entre otros.
Estados Unidos eligió un mal camino para llegar a Panamá. Lo que prometía ser una reunión en un clima de respeto, paz y concordia en la que por primera vez en la historia participaremos todos, se ha transformado en un nuevo affaire en la búsqueda del conflicto y la desintegración. El 11 de abril es una fecha oscura en la historia de Venezuela, cuando en 2002 las fuerzas del mal pretendieron imponerse. Indudablemente, el 11 de abril de 2015 servirá como homenaje a la memoria del Libertador cuando en la tierra donde convocó al Congreso Anfictiónico de unidad regional en 1826, Latinoamérica y el Caribe refrenden su apuesta de paz y de futuro, incluso, a pesar de las zancadillas imperiales.