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#NiUnaMenos: Porque nos duele a todos

Columna de opinión por Antonella Estévez
Jueves 4 de junio 2015 18:47 hrs.


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Fuimos miles las personas que desde distintos puntos de la capital argentina –y paralelamente en varias ciudades más del país y también en Montevideo y Santiago- nos reunimos para manifestar que ya no se puede seguir esperando, que es necesaria una intervención urgente para evitar que las mujeres sigan muriendo como consecuencia de la violencia.

El 3 de junio fue la fecha propuesta desde organizaciones de la sociedad civil para marchar hacia el Congreso argentino y exigirle al Gobierno, al Parlamento y a la Justicia mejorar las medidas para evitar todo tipo de violencia contra las mujeres y proteger a las víctimas sobrevivientes. La convocatoria se originó como respuesta ante el dolor y la indignación por la muerte de Chiara Paez, una adolescente de 14 años y embarazada que fue asesinada por su novio a principios de mayo.

Las cifras son brutales. Según La Casa del Encuentro –organización no gubernamental que trabaja el tema- en Argentina, una mujer muere cada 30 horas a causa de la violencia. Desde 2008 suman 1 mil 808 las mujeres asesinadas por violencia de género en el país. En Chile no estamos mejor, para finales de mayo el número de femicidios ya llegaba a 27, 9 de ellos perpetrados en los últimos 10 días de ese mes.

Mientras escribo esto, el computador no me reconoce la palabra “Femicidio” y aunque eso pudiera parecer un detalle, grafica bastante bien porqué es necesario movilizarse. Tenemos normalizado el hecho, pero aún no comprendemos bien lo que significa y sus consecuencias. Argentina tiene desde 2009 la Ley de Protección Integral a las Mujeres, el tema es que la ambigüedad de ésta y la falta de regulación la han vuelto inútil. La marcha de ayer era para solicitar la aceleración de los  reglamentos para su uso; demandar la existencia de estadísticas oficiales sobre violencia contra las mujeres, que hoy no existen; evitar la doble victimización de las mujeres que denuncian al mejorar los protocolos y capacitar al personal del estado –especialmente policías y funcionarios de justicia- en perspectiva de género. Además de incluir en las mallas escolares contenidos de educación sexual que alerten contra la violencia de género.

“Estamos cayendo como moscas y a nadie parece importarle” decía ayer una de las manifestantes. Y la verdad es que mientras los medios de comunicación sigan banalizando estas muertes y creando sospecha sobre las víctimas, y el estado siga institucionalizando la violencia machista, ésta no hará otra cosa que perpetuarse. Mientras nuestros niños y jóvenes están expuestos a mensajes -en la música, la televisión y el cine-que avala la apropiación del otro como expresión de amor; el control como prueba de romanticismo y la objetivación del cuerpo femenino como algo natural el mensaje contra la violencia machista suena como algo contradictorio.

Pero hay esperanza. Mientras caminaba entre la gente reunida en la plaza del Congreso de Buenos Aires, dificultosamente ya que éramos multitud, me alegraba de ver tantos varones de distintas edades en la marcha. Claro que había mujeres, muchísimas y niños también. Pero era la sociedad civil en pleno la que se apersonó en ese lugar, no sólo las organizaciones de mujeres. La convocatoria fue hecha desde universidades, sindicatos, fundaciones, organizaciones políticas, colegios, ONGs y otros. Estoy segura de que cuando entendamos que la violencia machista no es un tema de las mujeres, sino que afecta a toda la sociedad y a la manera en que nos relacionamos, los cambios serán posibles. Hoy la normalización de esta violencia está en crisis y es desde los ciudadanos conscientes que se ejerce la presión para que las instituciones hagan lo necesario para evitarla. Hay mujeres y hombres que llevan décadas en esto, hoy están más acompañados y eso nos permite decir que hay esperanza.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.