El golpe de Estado y la larga noche de la dictadura iniciada a partir de ese fatídico martes 11 de septiembre de 1973, ha proporcionado a las artes, el cine, el teatro, la literatura y el periodismo de investigación un abundante material excepcionalmente poderoso para redibujar el imaginario del país, y desde ahí iluminar con más certeza y estremecimiento la historia reciente de Chile. Sin duda, disciplinas que han contribuido a revelar lo que está detrás de las deslegitimadas versiones oficiales y la simple enumeración cronológica de hechos. Pero quizá es en los libros el soporte por excelencia donde se guardan y perpetúan esas historias de lucha, dignidad y dolor, esos trazos de vida donde se manifiesta el poder de la palabra para construir un relato que adquiere una inmensa fuerza y profundidad.
La periodista Vivian Lavín corrió el velo del silencio y, luego de muchas horas de entrevistas, registra el testimonio de tres ex presas políticas, Valentina Álvarez, Gina Cerda y Elizabeth Rendic, jóvenes mujeres que abrazaron un ideal colectivo y no dudaron en colaborar decididamente en la lucha contra la dictadura de Pinochet, para posteriormente enfrentar las desfavorables condiciones judiciales de la época y permanecer recluidas por varios años. De esta forma, conocemos su vinculación al MIR y al FPMR, las circunstancias en que fueron detenidas, los extenuantes interrogatorios y sus vidas en la cárcel. “Muchos ni imaginan la organización, la vida de trabajo y estudio al que se sometían de manera voluntaria todas las internas, con una disciplina y convicción que las dignificaba entonces y también hoy …más aún, cuando son mujeres que sacrificaron sus vidas y ya no se vinculan con el quehacer político ni partidista”, cuenta la periodista Vivian Lavín.
Así, en Mujeres tras las rejas de Pinochet, Lavín va intercalando con fino sentido del relato y un sutil tacto la voz de sus protagonistas, las vivencias desgranadas de esos largos días de incomunicación y encierro, pero también sus anhelos, sus sueños, sus metas y la lucha incansable de sus familiares por obtener la información necesaria sobre su salud y sus procesos legales en curso.
Luego del encierro y sus huellas indisolubles, ellas deben retomar y reconstruir sus vidas en esos años de “exitomanía” en los que el dictador está instalado en la comandancia en jefe del ejército. En esos primeros años en los que convenía dar vuelta la página para no dañar la frágil democracia conseguida, esa por la que tantos habían arriesgado su vida y otros tantos la habían perdido. Sus páginas también nos muestran la capacidad que tiene aquello que llamamos lo humano, esa voluntad de levantarse y sobreponerse en la absoluta indefensión, en medio del sufrimiento y la muerte, y pese a todo, la persistencia del amor y la solidaridad sin perder un ápice de esa indeleble marca de género: la delicadeza.
Vivian Lavín va tejiendo las hebras de estos tres relatos escritos a cuatro voces, como en una íntima reunión de amigas, con la fuerza y sinceridad que exceden lo meramente descriptivo para alcanzar una profundidad que a ratos pareciera desbordar las palabras y poner al lector en esas duras vivencias, para que sea un cuerpo el que hable: unas piernas que se doblan por el temor y la incertidumbre, unos ojos cegados bajo una capucha y que se sobresalta con un imprevisto golpe y con la reiteración de la humillación. Y es ahí cuando en esos dolorosos recuerdos de una mujer en particular, es que simultáneamente son muchos los que se hacen presentes otorgándole un significado más amplio y rotundo a lo que entendemos por violencia de estado. No es el número de víctimas, es que en cada víctima única, singular, ese número se vuelve infinito. Entonces comprendemos que es la sociedad en su conjunto la que comparece, esa sociedad que es torturada en cada nuevo torturado, que desaparece en cada desaparecido, que es asesinada en cada asesinato. A través de estas páginas recorremos historias personales y a la vez múltiples, historias como las de tantas y tantos chilenos que sufrieron la persecución, el rigor y la desproporción de la falsa justicia y la doble moral del régimen militar. La experiencia de estas tres mujeres permite que no se diluya la verdad. Son relatos que nos hacen reflexionar para impedir normalizar la barbarie, recuperar y dejar testimonio de un nefasto período de nuestra historia reciente y que interpela también a quienes todavía relativizan o desconocen la tortura, el encarcelamiento la y muerte en manos de agentes del Estado.