El aparato que transporta la mopa para asear los pasillos tiene ruedas de plástico. De manera que durante la noche uno despierta con frecuencia. Poner unas de goma, sería lo ideal.
Pese al deterioro del edificio del Hospital Clínico, hay algo destacable: el personal. Gente de oficio que jubilará con ochenta mil pesos. El trato individual y colectivo es respetuoso y con cariño. Puedo objetar que a veces en los turnos de noche hay solo damas. En una ocasión un tipo que hablaba alemán, se creyó en tiempos de Hitler y pateando las puertas gritaba Aufstehen (levántense) a las tres de la madrugada. Nadie pudo reducirlo, además iba premunido del palo de la mopa que destrozó para hacerse de esta arma. Me quiso golpear pero al responderle en alemán, solo me repetía una y otra vez: Weil ich will (porque quiero hago esto)
Pero son casos excepcionales en un ambiente donde más de la mitad esta interno por depresión, otros por adicciones que van desde aspirar hasta las aspirinas y, dentro de este rango de adictos, mucho de alcoholismo.
Para mí, las visitas en ese lugar no son gratas, pero agradezco a quienes fueron. Especialmente emotivas, fue la del rector de la UMAG que compartió con un funcionaria de alto rango académico de la casa universitaria, en estado de depresión.
Jorge Flies también asoma a veces por ahí.
Siempre hay uno o dos con Alzheimer que dan más trabajo al personal que suele cumplir labores casi insoportables. Son estoicas(os)
Los horarios de alimentación se ciñen a horarios atípicos. El desayuno a las ocho; el almuerzo antes de mediodía; la once cerca de las quince horas y la cena a las 18 horas. Debe ser para mantener un turno de personal durante doce horas, no dos. A las ocho y media es el momento de tomar la presión y a las nueve de la mañana y de la noche, la entrega de medicamentos.
Cada bandeja de alimentos lleva un nombre, los con chipe libre, los sin sal, los sin sabor a nada. Pero, ojo, la presión arterial vuelve a niveles envidiables. Me sigo preguntando por qué las mermeladas son siempre de damasco o durazno. Supongo que eviten las con pepas para quienes sufre de divertículos.
Muchos pacientes juntan el pan del día, traen café o bebidas colas que les entregan sus parientes y amigos y conversan hasta que apagan la luz de las 22.30. En los centros de salud mental, las bebidas y todo lo que contenga cafeína está prohibido pues son estimulantes. Lo mismo que los juegos de azar.
La jornada suele comenzar a las seis de la mañana cuando especialmente gente de campo como los alambreros, acostumbrados a madrugar, van a las duchas. Aprendo que los alambreros son pocos pero ganan mucho. Los alambres con púas enrollados como fardos se van desenredando en la medida en que el obrero cava las estacas. “
No es fácil, me explica uno, porque en esta zona la tierra es dura y hay que encontrar tierra para clavar los palos. Pero el esfuerzo es retribuido económicamente en forma generosa.
¿Por qué están ahí algunos de esos alambreros, una profesión de pocos adherentes?
En sus quincenas libres se lanzan a la vida después de tanto tiempo en el campo desierto casi pampino, toman más de la cuenta y son enviados a través de un sistema de corta estadía. Y así, hasta el año siguiente.
Un paramédico cubano que estaba con crisis de pánico me señala que la calidad de la medicina es de gran calidad en su país. Por eso el turismo y la medicina son los ingresos mayores que reciben de parte de la clientela extranjera. La estructura reconoce es más rustica, pero los profesionales son de primera y deberían traer más paramédicos y gente relacionada con la medicina a nuestro país, tan egoísta en especialistas.
Sostenía conversaciones nocturnas con el personal, pues le costaba dormirse y daba cancha tiro y lado en su temática y sabia de medicamentos más que un farmacéutico.
Como los remedios contienen casi todos calmantes, gran parte de la jornada sirve para dormir, meditar y arrepentirse de lo hecho. O qué nos condujo al lugar.
Turnos terribles para el personal estoico y que elogio sin remilgos.
Sugiero no llevar más libros por cuanto para quienes quieran auto infringirse heridas, el filo de una hoja actúa como Gillette.
Resultaba un poco absurdo que se obsequiaran libros de colegio de matemáticas y castellano. Pues, psiquiátrico y todo, acoge gente culta. Ya tratar de suicidarse con un Borges, sería como mucho.