El infame titular del diario La Cuarta sobre un intento de femicidio en Arica y los dichos de la diputada UDI Marisol Turres y otros que han aparecido en el contexto de la discusión por la despenalización del aborto en tres causales, nos recuerdan que vivimos en un país donde aún parte importante de la población funciona desde un ignorante y muy peligroso sentido común del machismo.
Cuando en 2007 la red chilena contra la violencia hacia las mujeres lanzó la primera versión de su campaña “Cuidado, el machismo mata” no faltaron quienes pensaron que el eslogan era un poco extremo. Vincular el pensamiento machista con el asesinato de mujeres no es un ejercicio que toda la población esté dispuesta a hacer. Los mismos que hoy tildan de exageradas las reacciones contra el titular de la Cuarta o que defienden –porque los hay- los dichos de la diputada Turres, seguramente no entienden lo que está en juego detrás de estas expresiones. Así que seamos concretos.
¿Qué es el machismo? Básicamente el machismo es una forma de entender la sociedad desde una división entre hombres y mujeres, en donde las mujeres no tienen el mismo valor ni los mismos derechos que los hombres. Así de simple, así de brutal, así de real. Seguramente puesto así son pocas las personas que se reconocerían machistas, pero si analizamos las prácticas comunes en que hombres y mujeres conviven en distintos ámbitos sociales, vamos a ver que Chile sigue siendo un país extremadamente machista.
Diversas fuentes coinciden en que, en Chile, el ingreso promedio mensual para las asalariadas es, aproximadamente, 20 por ciento menor al ingreso promedio mensual de los hombres, la cifra podría llegar a 30 por ciento o más en los estratos profesionales y en los puestos de mayor responsabilidad. Esto a pesar que desde 2009 existe una ley que asegura mismo pago frente a un mismo trabajo. El 93,1 por ciento de las mujeres de las AFP, perciben una pensión inferior a 147 mil pesos. La persistencia de la idea de que el ingreso de las mujeres es secundario –ya que para muchos la fantasía de familias biparentales es la norma, sin considerar que el 38 por ciento de los hogares chilenos es monoparental- es una muestra de cómo ese perverso sentido común machista mantiene buena salud en el ámbito laboral.
Los dichos de la diputada Turres de que “no todas las violaciones son violentas” fueron luego contextualizados en la discusión sobre la causal de violación para legalizar el aborto. De alguna manera, la parlamentaria estaría implicando que –ya que no todas las violaciones dejan marcas físicas- existirían mujeres dispuestas a fingir una violación con el objetivo de conseguir un aborto. Decir algo como eso no sólo es una falta de respeto a la dignidad de todas las mujeres –especialmente de aquellas que han sido víctimas- sino que es no conocer las bajísimas tasas de denuncia que existen respecto a las violaciones en Chile, la brutalidad del sistema judicial para testificar una violación y el estigma social que nuestra sociedad pone sobre las víctimas. Aun así según carabineros 2 mil 091 violaciones fueron cometidas durante 2014, 23,8 por ciento contra menores de 14 años, y 20,5 por ciento contra jóvenes de entre 14 y 19 años. Del total de las denuncias por violación, fue detenido sólo el 20,4 por ciento de los perpetradores.
Lo del diario La Cuarta es sólo una muestra más de como los medios de comunicación –y este en particular- banalizan y naturalizan la violencia contra las mujeres. Según Fiscalía, en 2014 ingresaron 140 mil 022 causas por delitos de violencia intrafamiliar. De estas, sólo 15 mil 323 (9.1 por ciento) obtuvieron sentencia definitiva condenatoria, mientras que las personas detenidas por violencia intrafamiliar corresponden al 24 por ciento de las personas denunciadas. El 2014 se registraron cuarenta y cinco femicidios y a estas alturas de este año nos acercamos peligrosamente a esa cifra.
La cosificación de las mujeres en los medios de comunicación, la glorificación de la violencia contra las mujeres en ciertos tipos de música, en los video juegos e inclusos en algunas películas no encuentra en la educación actual una fuerza que la contrarreste. De ahí que no sea extraño que las terribles cifras de más arriba no hagan sino seguir subiendo.
Es difícil encontrar hoy a alguien que se declare abiertamente machista, pero las actitudes que como sociedad tenemos frente a la mitad de nuestra población dan cuenta de que ese perverso sentido común que pregunta “¿Qué estaba usando la niña cuando la violaron?” no es tan raro como nos gustaría y que –aunque siniestro- ese titular de la Cuarta no es tan inusual y sobretodo que Marisol Turres no está sola.