Irene y la mejor manera de llegar a Macondo

Irene ha escrito una treintena de títulos que buscan el placer de la lectura desde el contacto más profundo, que es el de las emociones. Por eso no es extraño que le hayan solicitado escribir un libro que le permita a las nuevas generaciones ingresar a un libro fundamental de la literatura colombiana y universal, como es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Irene ha escrito una treintena de títulos que buscan el placer de la lectura desde el contacto más profundo, que es el de las emociones. Por eso no es extraño que le hayan solicitado escribir un libro que le permita a las nuevas generaciones ingresar a un libro fundamental de la literatura colombiana y universal, como es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

San Basilio de Palenque es un pequeño poblado ubicado en el departamento de Bolívar, en Colombia. Fue fundado por esclavos negros que escaparon de Cartagena de Indias en el siglo XVI y es considerado el primer pueblo libre de América. Su historia nos remite a esos millares de hombres y mujeres que fueron desplazados desde su natal África y que llegaron a América a sufrir. Pero también es una historia de esperanza cuando son el ejemplo de la lucha por el derecho a la libertad.

El libro Letras de carbón de la autora Irene Vasco e ilustrado por Juan Palomino, narra una historia que ocurre en Palenque, donde se cuenta otra historia: la de una madre cuyo hijo está frente al computador escribiendo un cuento. Una práctica que celebra y que le recuerda que ella a la misma edad de su hijo no sabía leer ni escribir, que en Palenque nadie sabía. Solo el señor Velandia, el dueño del emporio del pueblo, quien “anotaba con tiza en la pared las cuentas de lo que les fiaba a los vecinos. Y cuando le pagaban, lo borraba”, dice el cuento. Letras de Carbón son las letras que la protagonista dibujaba en el suelo con el resto de las brasas que quedaban de la cocina de su casa. El señor Velandia, a cambio de ayuda en su negocio, se las fue enseñando, una a una, hasta que la pequeña pudo descifrar las cartas de amor que recibía su hermana, el mayor aliciente para aprender a leer y a escribir.

Letras de carbón narra una historia real, de las muchas que le han tocado escuchar a Irene Vasco, cuando ha estado en los más “remotos e inexpugnables rincones (de su natal Colombia), con nuestros morrales cargados de libros, a encontrarnos con las madres y bibliotecarias comunitarias que antes narraban y cantaban y que ahora leen en voz alta. Durante años de vida andariega, de taller en taller, fui recolectando las historias lectoras de estas mujeres. Sus palabras me conmovían y me alentaban”, cuenta una de las más activas promotoras de la lectura de su país.

Irene ha escrito una treintena de títulos que buscan el placer de la lectura desde el contacto más profundo, que es el de las emociones. Por eso no es extraño que le hayan solicitado escribir un libro que le permita a las nuevas generaciones ingresar a un libro fundamental de la literatura colombiana y universal, como es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Porque no es raro que muchos, no solo las nuevas generaciones, se sientan intimidados por la friolera de páginas del clásico del Premio Nobel de Literatura. Entonces, Irene Vasco emprendió la décimo cuarta lectura de su libro favorito y junto al ilustrador peruano Rafael Yockteng hicieron un libro llamado Expedición Macondo. Una obra que va repasando personajes, objetos y episodios inolvidables de Cien años de soledad para ir perdiéndole el miedo y familiarizarse con el universo de Macondo. Además, va interpelando al lector respecto de su propia vida y lo cuestiona, sobre su árbol genealógico, por ejemplo, cuando desde el comienzo señala la estirpe de la familia Buendía. Un libro que tiene un fin didáctico que a más de alguien pudiera incomodar, pero que Irene defiende diciendo que tiene justamente esa finalidad: la de ayudar a los profesores, ella les llama maestros, a la hora de introducir a sus alumnos en una obra donde se cuenta la realidad de manera mágica, como pareciera ser la vida habitual de Colombia.

Estos son los libros que ha venido a presentar esta autora colombiana a la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, que se desarrolla en el Parque Botánico de esta ciudad, donde la naturaleza y los libros le dan un ambiente puramente macondiano. Una Fiesta que tiene por lema este año Leer la vida y que se hace realidad con la experiencia de personas como Irene, que han dedicado su vida a contagiar a otros el virus de la pasión lectora.

“¿De quién es la responsabilidad de dar continuidad a la formación de lectores y escritores? ¿Mía, por haber desencadenado deseos y necesidades? ¿Del Estado, que no prolonga los servicios de educación y cultura hasta cada habitante del país? ¿De los pobladores de Tamaquito, pues tienen la obligación de brindar una vida digna a las nuevas generaciones?” , se preguntaba hace un tiempo a propósito de otra experiencia de fomento lector en el pueblo de los wayúu.

Su cuestionamiento se responden mejor en la ciudad de Medellín, donde su municipio realiza una feria o Fiesta, como prefieren llamarla, de la mano del Plan Lector de las escuelas, de modo que son millares de alumnos que participan en un sinfín actividades. Porque son ellos los que están al centro de esta actividad, los lectores que no siempre tienen que ser compradores. Una ecuación difícil de entender en un país como Chile, pero que Medellín y su Fiesta del Libro nos puede ayudar a comprender mejor, como también el mejor camino para llegar a Macondo.





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