Nadie se salva

  • 24-09-2015

El 42 aniversario del golpe militar encontró a Chile en una situación compleja. Esta vez no por el quiebre del sistema democrático, sino porque el mismo sistema ya es incapaz de dar respuestas que los ciudadanos sientan respaldadas por una actitud honesta, transparente, honrada. Si hace 42 años el problema era inminentemente político, el de hoy es también ético.

Y como vivimos en un país sísmico, un nuevo terremoto grado 8,4 agravó la situación para los compatriotas del Norte Chico.  Un problema más que se agrega a una agenda de complejidades ya recargada. En los últimos ocho años hemos tenido erupciones volcánicas, tres terremotos, varios tsunamis, megaincendios, aluviones.  Doce de las quince Regiones en que se divide administrativamente Chile, se han visto afectadas. Grandes catástrofes que, además de centenares de pérdidas de vidas humanas, alcanza cifras multimillonarias en destrucción de viviendas y de infraestructura fiscal.

Sin duda, un panorama que debe preocupar especialmente a las autoridades, cuya credibilidad se encuentra muy disminuida. Y es aquí donde se amalgaman los dos escenarios que describía al comienzo. Un pueblo periódicamente golpeado por la naturaleza, cuyos estragos ha aprendido a asumir con la mejor disposición posible. Pero el cuestionamiento a sus dirigentes es un proceso que ha comenzado a socavar profundamente las confianzas que se trataban de recuperar luego de la dictadura. Y hoy, las exigencias de eficiencia son cada vez mayores. Incluso, llegando a sobrepasar el límite del sentido común que impone la capacidad del Estado.

Hasta ahora. La respuesta gubernamental ante la destrucción ha sido todo lo que se puede esperar en un país que, no olvidemos, sigue siendo subdesarrollado, aunque a algunos les gustaría más que se lo adjetivara como emergente. Y ha estado acompañada de medidas que son adecuadas, pero que expelen un tufillo de comunicación estratégica o, si se quiere, de manipulación apenas disimulada. Esto de afectar los sueldos más altos del aparato del Estado era de una decisión esperada desde hace mucho, pero afectarlos para dejarlos a un nivel compatible con los salarios del chileno medio, no solo suspender el reajuste del 2016.  Hay que considerar que las principales autoridades del país -presidenta, ministros, parlamentarios, etc.- perciben sueldos superiores a 40 veces el asalario mínimo. Una desproporción de las más llamativas en el mundo occidental.  Además, la propuesta dejó fuera de consideración a los comandantes en jefe de las FF.AA, quienes adjunto de salarios significativos, tienen importantes asignaciones de diversos tipos, como casa, personal de servicio, transporte, bonos por gastos.  El trato especial llega hasta el sistema previsional, único entre los chilenos.

El tiempo por venir no será fácil para la administración de la presidenta Michelle Bachelet. Su propio carismático atractivo parece encontrarse en entredicho, según diversas encuestas. Esto es atribuible a problemas políticos internos, pero también es necesario considerar el comportamiento de la economía a nivel global.  Tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional no son optimistas respecto de la realidad económica de América Latina.  Para este año pronostican un 0,5% de crecimiento regional, pero es posible que tal estimación pase a guarismos negativos en la próxima reunión que ambas entidades sostendrás en Lima, el 9 de octubre.

La variable económica local no se muestra halagüeña, no al nivel del Brasil, que proyecta un -2% o de México -cuyas estimaciones de 2% de crecimiento hoy se revisan a la baja-, o de Venezuela. Pero un posible 2% de crecimiento para Chile significará un frenazo para las expectativas y un elemento adicional que exacerbará la molestia en la epidermis ciudadana.

En el campo netamente político, las señales tampoco son satisfactorias. No se puede dejar pasar el comportamiento del senador Jorge Pizarro y del diputado Matías Walker. Ambos representan a la zona del último terremoto en el Parlamento.  Walker viajó a Estados Unidos pocas horas después de la catástrofe.  Pizarro se encuentra en Inglaterra como espectador del mundial de rugby que se desarrolla en ese país. Algunos de sus defensores -que, afortunadamente para la salud cívica nacional, no son muchos- señalan que los parlamentarios no tienen atribuciones para actuar en estos casos. Cuestión real.  Pero hay un lazo humano, de afecto, de solidaridad, que no puede estar ausente en los cargos de representación popular y que, por lo demás, cuando son candidatos, lo hacen sentir con mucha presión.

La falta de sensibilidad, o el saltarse estos peldaños valóricos, es uno de los males que afectan nuestra convivencia y especialmente al estamento político. Pero cargar estas culpas solo sobre autoridades electas, sería injusto. Hace algunos días. los cardenales Ricardo Ezzati y Francisco Javier Errázuriz dieron una muestra de lo que hace el juego del poder.  Dos supuestos estandartes del comportamiento valórico impoluto conspirando para perjudicar a contendores -ficticios o reales- es algo que estimula la visión más crítica de la Iglesia Católica.

Sin embargo, en medio del panorama inquietante por el desmoronamiento de las viejas estructuras, en el golpeado ambiente de la catástrofe, la solidaridad da muestras de que los seres humanos son generosos y el dolor ajeno lo sienten como propio.  Entre tanto brazo solidario, se distinguen los de muchachos y muchachas que demuestran que no es cierto que no están “ni ahí”.  En realidad, están con lo que les toca el corazón.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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