Señor Director:
En muchos de los países europeos donde el capitalismo se asentó hace dos o más siglos se encuentran hoy sociedades (por ejemplo Francia) en las que el 10 por ciento de la población concentra el 50 por ciento de la riqueza nacional. No es por casualidad entonces que en estos países los pobres lleguen a representar 14 por ciento (datos 2013 para Francia), que los cesantes se cifren en 5 millones, que haya también millones de personas que ocupan viviendas en mal estado, que los que duermen en las calles durante todo el año sean cientos de miles y atraviesen así unos inviernos de 5 o 6 meses en que las temperaturas por debajo de cero grado son más que frecuentes.
Los progresos que en muchas de estas naciones, mostradas a menudo como ejemplo que debiéramos imitar, han realizado en ciertos periodos son puestos en entredicho cuando las crisis se presentan. De esta manera, la cesantía masiva en Italia (similar a la francesa) puede llegar a cimas impresionantes en países como España y Grecia (y hace poco Irlanda y Portugal), unas naciones donde cerca del 30 por ciento de la población activa total no tiene trabajo y donde 50 por ciento o más de los jóvenes de menos de 25 años no logran obtener una primera ocupación.
No es de extrañar por lo tanto que desde 2008, año del estallido de la última crisis, hayan sido 1 millón los españoles que han emigrado al extranjero en busca de trabajo y 500 miles los griegos de los cuales 120 miles para establecerse en Alemania, país que tanto ha influido para impedir que la Grecia salga de su profunda depresión.
Se me objetará que todo no es tan negro y que además de Alemania (en la que, por otra parte, hasta hace un año no existía el salario mínimo) hay países como Suiza, Austria, Finlandia, Holanda, Luxemburgo (este último paraíso fiscal como lo es aún Suiza), que tienen mejor salud económica. Es verdad, pero es verdad también que son pequeñas naciones, de menos de 10 millones de habitantes, y que han beneficiado ya sea de la vecindad de grandes potencias (a menudo Alemania) ya sea de situaciones geopolíticas singulares como fue el caso de Finlandia limitando con el antiguo bloque soviético.
Por otra parte , uno de los países europeos importantes que aparece hoy en día animado de un gran dinamismo es Inglaterra que acaba de reelegir en el Primer Ministro Cameron un heredero de la célebre Margareth Tatcher , quien fuera un heraldo del neoliberalismo más recalcitrante y por añadidura gran amiga de Pinochet. Sin embargo, esta economía que es fuertemente marcada por la presencia del sector financiero internacional (la City) está caracterizada por un fuerte retroceso de los derechos sociales y se recordará a este propósito la singularidad inglesa de que para “estimular” el empleo Cameron ha inventado el contrato 0 horas según el cual el asalariado puede ser empleado por su patrón según a éste le convenga y sin ninguna garantía de mínimo horario, ni desde luego de salario. En pocas palabras, la ley del embudo: lo ancho para el patrón…..
Por fin, es verdad que muchos de estos países siguen preservando, en comparación con nuestra realidad, unas ventajas significativas para sus poblaciones fruto de las grandes movilizaciones sociales de un siglo y más, y de la existencia de algunos capitalistas que, a la diferencia de los nuestros, están dispuestos a pagar impuestos. Esto es palpable en materia de educación (a menudo gratuita hasta la Universidad como en Francia), de atención en salud y de regímenes previsionales. Pero a menudo se observa en todos estos dominios que al menor sobresalto de la economía los gobiernos buscan roer en los presupuestos sociales con el deterioro consecuente.
Lo que queda en claro sin embargo es que los límites del desarrollo en estas naciones, donde el capitalismo tiene una existencia más que secular, debiera llevar a un poco más de cordura a aquellos de nuestros gobernantes que nos prometen el oro y el moro como resultado del modelo que nos han impuesto, lo que es un espejismo. Y esto debiera llevarnos, a nosotros ciudadanos, a buscar unos caminos que correspondan a nuestra idiosincrasia y garanticen más justicia y algo de felicidad a todos por igual.
José Cañas
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