Señor Director :
Ocurre a menudo que en las antiguas colonias africanas francesas (Malí, Centroáfrica, Costa de Marfil, etc), los gobiernos locales, de dudosa legitimidad, pidan a su ex-metrópoli que intervenga militarmente para resolver una crisis con su oposición o con una población harta de sus abusos. Esto ha llegado a convertirse en un hábito tan ordinario que se ha terminado por no prestar atención. Y sin embargo se trata de naciones que han conquistado su independencia en los años 1960, en ese gran movimiento de descolonización que vivió el Tercer Mundo.
En nuestro país , el 11 de septiembre de 1973, los buques de la US Navy , se desplazaban paralelamente a nuestra costa, prestos a respaldar, si necesario, a las tropas de la marina nacional que en esos mismos momentos desembarcaban y ocupaban Valparaíso marcando así el inicio del putsch. Tres años antes, la intervención extranjera había comenzado, de la mano con los oligarcas locales, su labor de zapa contra Allende con la participación del Departamento de Estado, la CIA y otras agencias de seguridad así como con las multinacionales como ITT, entre otras.
Dos continentes, dos realidades, pero unos procedimientos en casi nada diferentes.
Por lo demás, a pesar de las apariencias, nuestra oligarquía nunca se ha privado de solicitar a sus padrinos extranjeros que la saquen de algún apuro o de alguna urgencia. Así fue como Mister North , el gran patrón del salitre, consiguió comprometer a su Inglaterra natal en el conflicto que permitió a Chile apoderarse de dos provincias y de sus recursos minerales. Nuestro país podía asegurarles, mejor que ningún otro, a los capitalistas foráneos, la mejor gestión y los mayores beneficios.
Con antecedentes semejantes vaya que resulta irrisorio hablar de independencia nacional y vaya que resulta vergonzoso reclamarnos de nuestros próceres. Mientras no seamos capaces de retomar el combate de estos últimos, debiéramos seguir considerándonos como lo que somos: una pequeña neocolonia del hemisferio sur que nuestros arrogantes gobernantes, que han privatizado todo, vaciando nuestra soberanía de su sentido, no lograrán disimular por mucho que saquen pecho.
En dos siglos pues no solo la oligarquía ha demostrado su incapacidad para darle una verdadera significación a la palabra independencia. También unas extensas capas medias sumergidas en el consumismo más grotesco y en una subcultura norteamericanoide han sido impermeables a todo mensaje político implicando la construcción de una entidad propiamente nacional. Lo vimos en la reacción de estas capas en el 70/73 y lo vemos hoy en día y desde hace ya 40 años.
Queda por lo tanto, quizás, la esperanza que desde las clases sociales más modestas de nuestra población, especialmente de sus trabajadores, surja algún día, en concomitancia con los jóvenes y ciertos sectores intelectuales, un movimiento que rescate los principios de 1810 y que busque para nuestro país ya no la soñada independencia sino siquiera un poco menos de la dependencia actual.
José Cañas
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.