Que el Ministerio de Educación haya puesto a disposición de millares de escolares un libro de sexo explícito ha causado un revuelo que podría ser bien aprovechado por la comunidad nacional.
El dedo acusador, con toda razón, se cierne sobre esa cartera y, particularmente, las Bibliotecas CRA. Son ellas las que la han puesto el timbre que certifica que el libro Caperucita se come al lobo de la autora colombiana Pilar Quintana y editado por Editorial Cuneta tenga la calidad de material educativo de los Centros de Recursos del Aprendizaje, CRA. Pero antes o junto con denunciar y soltar la indignada retahíla de quejas debido a esta desinteligencia, es bueno reflexionar sobre ciertos puntos.
Como que la creación de las Bibliotecas CRA es uno de los proyectos de mayor éxito en nuestro país y es considerado un ejemplo en el continente. Los reconocimientos que han tenido por esta labor, que implica llevar libros y otros recursos del aprendizaje a las bibliotecas públicas, son múltiples. Que este año se haya iniciado un trabajo de comisiones para la selección de libros indica que ya habían previsto que el material que compra el Estado debía ser estar en manos de personas más especializadas. Que en el CRA las hay, pero además se les da la oportunidad a los bibliotecarios para que escojan, y no extraña que en este contexto se les haya “pasado” un libro de alto contenido erótico.
Estas comisiones también debieran ser miradas con lupa, ya que al revisar la formación de los integrantes de estas instancias, la mayoría de ellos viene de una universidad confesional, lo que también podría incidir, esta vez, en otra dirección completamente opuesta a la hora de elegir los títulos que se pondrán a disposición de los menores que leen al alero de las bibliotecas escolares.
Lamentablemente este grave error respecto del libro de la Caperucita triple equis podría echar por tierra un trabajo muy importante que se ha hecho a través de muchos años. Pero también podría ser una oportunidad para que todos, como sociedad, nos tomemos más en serio la lectura y lo que significa en la formación de nuestros hijos e hijas. Porque ahora que ha surgido la polémica en torno a esta díscola y licenciosa Caperucita, que es la protagonista de uno de los seis cuentos de esta antología, se suscitan otro tipo de inquietudes, que no tienen que ver solo con el control, sino que con la comunicación que existe sobre la lectura que realizan nuestros niños. ¿Están los padres y las madres leyendo los libros de sus hijos al mismo tiempo? ¿Los están comentando con ellos? Es decir, ¿existe algún tipo de diálogo al interior de los hogares, primero y luego, como comunidad sobre lo que están leyendo nuestros niños y niñas?
Surge entonces uno de los puntos más débiles de la formación lectora. El libro se constituye en un elemento de la educación formal que no tiene relación alguna con la vida misma. La lectura se convierte en una pesada carga que solo tiene fines evaluativos, es decir, para la prueba que se hace con el fin de apreciar el nivel de comprensión, redacción y aprendizaje de vocabulario u otros elementos.
Los libros y la lectura como una condena…
El escándalo en torno a Caperucita se come al lobo ha notificado a muchas madres y padres que en Chile se producen libros de calidad, a un módico precio y que pueden tener un alto contenido de sexo, sadismo y más. Porque las mismas señoras que hacían cola para comprar Las 50 sombras de Grey, pueden encontrar acá una lectura más compleja y quizás gozosa que la de la pluma de la estadounidense.
En quienes la lectura quedó marcada a fuego como la carga escolar con fines educativos, no saben que hay libros de tantos temas, como la pornografía en este caso, a los que pueden acceder fácilmente, sin tener que estar ocultándose en sus computadores ni ruborizándose si es que los descubren.
Hace mucha falta sacar a los libros de esa suerte guetto cultural en el que los han metido y quitarles esa aura de objetos para iniciados…quizás hacía falta una metida de pata de este calado para que se den cuenta.