El día 10 de diciembre asumirá la primera magistratura de la República Argentina, el representante de la derecha política y económica argentina, el empresario Mauricio Macri, quien derrotó al candidato oficialista Daniel Scioli.
El pasado 1 de diciembre, en los pastos del Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires, el presidente electo argentino presentó al equipo ministerial que lo acompañará en los próximos cuatro años de gobierno. Sus palabras, al mostrar al mundo su primer gabinete signó la impronta que más se le critica a este empresario multimillonario, devenido hoy en presidente de Argentina: su megalomanía. Adjetivo que volvió a salir a la luz tras declarar que “este es el mejor equipo posible que tiene Argentina en los últimos cincuenta años. Se trata de gente valiosa, argentinos comprometidos, con trayectoria y buenas intenciones”.
Se suele decir que las palabras crean realidad y en ello, efectuar esa declaración implica – a contrario sensu – desconocer la capacidad de todos aquellos gobiernos que lo antecedieron medio siglo antes, dar cuenta que la política de Estado antes de su triunfo era efectuada por gente sin méritos intelectuales, sin compromiso alguno con Argentina, con escasa trayectoria y lógicamente armados de las peores intenciones respecto al país. En conclusión, se lee en el palimpsesto macrista: nada de lo que se ha hecho en la Argentina en los últimos 50 años ha servido para algo, sólo yo y mi equipo, verdaderas joyas de la corona sacaremos a Argentina de su actual estado.
Megalomanía pues ha sido su marca empresarial, en su paso por el Club de Futbol Boca Junior y como gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, el presentarse como el autor de obras fastuosas, que sólo surgen en virtud de la capacidad de emprendimiento y preparación del propio Macri y quienes lo acompañan, no importando si en ello se endeuda a las instituciones o a los gobiernos. Un Macri dotado de una elevada autoestima y cierta dosis de creencia en la infalibilidad de sus acciones, magnificación de la relevancia de sus actos y cierta omnipotencia pero también de yerros fenomenales como el no tener presente que el tema de Derechos Humanos sigue siendo una piedra de tope en el actuar de una derecha, que fue cómplice de la dictadura militar Argentina. Y, por tanto, editoriales como la publicada en la Nación el día 29 de noviembre, llamando a terminar con el juicio a militares violadores de los derechos humanos, le hacen un flaco favor a su representante en el Ejecutivo argentino.
Ese hombre y sus características personales considera que su gobierno será el de los mejores, de los más preparados, de los más probos recordando el mismo anuncio que años atrás entregó en Chile el ex Presidente derechista Sebastián Piñera – símil ideológico y personal de Macri – que habló del gobierno de los mejores y terminó envuelto en escándalos que hasta el día de hoy tienen sumergido al país en una crisis política e institucional, con relaciones ilegales entre el dinero y la política. Todo ello ampliado por los propios errores de un oficialismo representado por la coalición de la Nueva Mayoría, que lucró también de esa forma de hacer política que tanto daño le ha hecho a las democracias de corte representativa. La debilidad de los argumentos, que desconocen el trabajo anterior a un nuevo gobierno, es que al poco andar en la gestión del Estado – que no es lo mismo que una empresa privada – aquellos que no conocen el aparataje estatal, suelen frustrarse y comenzar una dinámica que va generando errores, confrontación y búsqueda de soluciones al margen del marco legal establecido.
En el plano de la política interna se visualiza una etapa de choques y fuerte oposición por parte del saliente Frente Para la Victoria de Cristina Fernández, el mundo sindical fuertemente opositor a las políticas neoliberales que pretende implementar Macri y sobre todo de un bloque parlamentario, que es mayoría opositor en el Senado y primera minoría en la Cámara de Diputados, lo que irá empujando al Presidente electo a tener que negociar cada proyecto de envergadura. Esto augura enormes dificultades, pues está claro que se le devolverá la mano a un bloque hoy en el gobierno y que en su etapa opositora le negó la misma sal y la misma agua que hoy le negarán de la vereda de enfrente.
Argentina y el mundo
En el ámbito de las relaciones internacionales, el panorama se presenta igual de brumoso. Esto, porque Macri a pesar de manifestar su deseo seguir la senda de relaciones regionales cercanas con gran parte de los países, ya ha anunciado la revisión de algunos vínculos que se tiene con países opuestos a su matriz ideológica. En especial con la República Bolivariana de Venezuela, con cuyo gobierno las diferencias ideológicas, políticas y económicas son insoslayables. El mandatario electo argentino ha propuesto invocar la cláusula democrática del Mercosur, para expulsar a Venezuela del ente regional, bajo el alegato de que el Gobierno de Nicolás Maduro persigue a la oposición. Idea que se une al apoyo que Macri ha dado al encarcelado líder opositor derechista venezolano Leopoldo López, condenado por la justicia de ese país a 13 años de cárcel por incitar a la violencia en las marchas de febrero del año 2014 que generaron la muerte de 48 personas. Tarea de confrontación que puede verse favorecida ante el triunfo opositor al gobierno venezolano y que signifcará un duro varapalo para los próximos 4 años de administración del presidente Nicolás Maduro.
Brasil ante esta idea antichavista de Macri se opuso tajantemente. La mandataria del gigante sudamericano, Dilma Rousseff señaló que “La cláusula democrática ya existe en el Mercosur, pero requiere de hechos determinados. El recurso, según el cual, se autoriza la exclusión momentánea de un miembro del Mercosur en caso de alteración del orden democrático no puede ser usado en base a hipótesis, tiene que tener hechos calificados”. Esto, recordando el uso que se hizo de este instrumento el año 2012 para excluir temporalmente a Paraguay, luego que la Cámara Alta de ese país destituyera el presidente Fernando Lugo, elegido democráticamente. Por su parte, países como Bolivia, Uruguay y Ecuador, han señalado su rechazo a la idea de Macri respecto a Venezuela considerándolo una clara intromisión en los asuntos internos del país sudamericano, sobre todo porque no existe lo que se llama una “ruptura institucional que avale una decisión de ese tipo”.
El presidente electo argentino, que asumirá el sillón presidencial el próximo 10 de diciembre, manifestó su deseo de “afianzar las relaciones con nuestros hermanos latinoamericanos”. Sin embargo, se suman las críticas respecto a considerar que el triunfo de Cambiemos – la alianza de Macri – sobre el candidato del oficialista Frente para la Victoria (FPV), Daniel Scioli, es claramente un riesgo y una amenaza a las relaciones internacionales de Argentina. Incluso se habla de una estrategia consensuada con Washington y el bloque de países cercanos a la administración estadounidense, para fraccionar y en último término quebrar la unidad lograda en el trabajo de gobiernos progresistas de la zona, que se han opuesto a la visión dominante, principalmente en el plano político y económico de Washington y sus aliados en la zona – entre ellos México, Colombia, Perú y Chile –.
Uno de los primeros gobernantes que tomó la palabra y expresó la manera en que enfocará las relaciones con el nuevo gobierno argentino fue Evo Morales Ayma. El mandatario altiplánico afirmó que: “Reconocemos que Macri ha ganado las elecciones, respetamos y vamos a respetar, y vamos a participar en la toma de posesión de su cargo. Somos vecinos, Argentina es un país hermano y al margen de diferencias ideológicas y programáticas tenemos la obligación de trabajar en forma conjunta por nuestros pueblos”.
Si bien es cierto Evo Morales ha expresado sus buenos y formales deseos, es probable que las fructíferas relaciones comerciales entre ambos gobiernos comiencen a chocar en materias relacionadas con el gas, que desde la crisis energética argentina de 2004, han significado dotar a esas relaciones comerciales de precios especiales y el incremento de exportaciones desde Bolivia por un total de 7 millones de metros cúbicos – el año 2004 – a 30 millones de metros cúbicos diarios en la actualidad. No hay duda que la afinidad de Evo con el fallecido presidente Néstor Kirchner y con Cristina Fernández están muy lejos de las que podrá tener con Macri.
En noviembre de 2015 la presidenta Cristina Fernández firmó una serie de acuerdos, en el marco de la Cumbre del G-20 celebrada en Turquía, con la República Popular China. El más importante de ellos se vincula al proyecto de construir centrales nucleares que doten al país de una alternativa frente al uso de los combustibles fósiles. Este acuerdo con los chinos se une al que Fernández suscribió con el Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, un convenio dentro del marco de una “asociación estratégica integral ruso-argentina” para construir una central nuclear en suelo argentino destinada a enriquecer uranio. Estos compromisos, según lo declaró el mandatario electo, Mauricio Macri serán revisados, pero sin ahondar mayormente en ello.
Palabras que generaron la inmediata crítica de la mandataria saliente, Cristina Fernández quien afirma que: “como gobierno hemos luchado para que la ciencia y la tecnología sean pilares. Pero también aplicada a las empresas para que produzcan más y mejorar: Sin soberanía ni autonomía nacional no hay nada. Doy fe que la energía nuclear que produce Argentina no va a bombas que destruyen poblaciones, van a energía y medicina nuclear”. Respecto a Rusia y China, en un plano concreto y que de luces claras hacia donde se avanza, el macrismo aún no se pronuncia. Sobre todo, por los fuertes lazos que se establecieron con los gobiernos kirchneristas. No se vislumbra algún rompimiento de esos acuerdos, al menos hasta que Washington comience a exigir otro curso que no necesariamente podrían ser compartidos por un pragmático empresario como es Macri, devenido hoy en mandatario de la tercera economía Latinoamérica.
Argentina y su hábitat “natural”
Al analizar las ideas Macri, sus discursos y su programa de campaña, se concluye que su objetivo es volver al realineamiento de Argentina y lo que la derecha de ese país considera es su hábitat natural en el plano internacional: el bloque occidental liderado por Washington. Ello implica seguir las decisiones que marque la Casa Blanca en los foros internacionales como también apoyar sus prácticas y decisiones en materia de conflictos internacionales, como lo hizo el ex presidente Carlos Menem en su momento. Es así que Macri ha señalado la necesidad de revisar los vínculos políticos, energéticos, económicos y militares que se han firmado con países como Venezuela, Bolivia, Rusia, China e Irán, siendo especialmente duro con el caso del gobierno de Caracas y Teherán. Habla de revitalizar el Mercosur, pero sin abandonar la idea de integrarse a la Alianza del Pacífico – impulsada por Washington – y que incluye a Chile, Perú, Colombia y México.
Con la República Islámica de Irán el mandatario electo consignó que va a proponer al Congreso – donde es minoría en el Senado y la Cámara de Diputados – derogar el memorándum con la nación persa. Esto permitirá a Macri “mostrarse coherente frente al mundo que es lo que queremos, sabiendo el mundo que somos previsibles en cualquier circunstancia. Vamos a proponerle al Congreso que lo deroguemos como lo dijimos en campaña. No es nada que no hayamos anunciado previamente” ¿qué pretende Macri con esto? ¿Responder a las presiones de la entidad sionista frente a los hechos del atentado a la AMIA donde se acusa a algunos ciudadanos iraníes y que ello sirva para boicotear la normalización de relaciones entre la República Islámica de Irán y las potencias occidentales a partir de la firma del acuerdo nuclear en junio del 2015?
Macri se ha planteado una reorientación sionista de su política exterior – considerando que en Argentina habita una de las colonias judías más numerosas del mundo con un estimado de 250 mil personas – buscando convertir a su país en aliado estratégico de Israel. Promesa efectuada a Benjamin Netanyahu, por el propio Macri en la 29ª Conferencia Internacional de Alcaldes que se celebró en Al Quds – Jerusalén – en junio de 2014. Uno de los asesores de Macri, Claudio Avruj amplió esta idea de alianza afirmando que “Mauricio mira a Israel como un país líder y reconoce su desarrollo y su innovación permanente, su liderazgo en tecnología e innovación, en temas de seguridad”. En el encuentro que tuvo con Netanyahu, el electo presidente argentino le planteó el deseo de ser un socio estratégico en esas dos cuestiones. La materialización de estos acuerdos sería con inversiones en Argentina de parte de Israel”.
Según consigna el conservador Diario La Nación – fiel aliado del sector político y económico que llevó a Macri a la presidencia – el mandatario electo, el mismo día de toma de posesión, fijada para el día jueves 10 de diciembre, mantendrá reuniones bilaterales con cinco presidentes de la región. Dará claras señales de acercamiento a la neoliberal Alianza del Pacífico, a Washington y la Unión Europea. Además dará curso a la idea de derogar el memorándum sellado por Cristina Kirchner con Irán y reiterará su idea de llevar a la cumbre de presidentes del Mercosur un pedido de suspensión de Venezuela del bloque, hasta tanto cumpla con la cláusula democrática y libere a los presos políticos. Esta última idea resistida por gran parte de los mandatarios latinoamericanos y considerado más bien una medida encaminada a mostrarse amistoso y cercano a los gobiernos opositores crónicos a la revolución bolivariana.
Macri viajó a Brasil en la mañana del viernes 4 de diciembre para reunirse tanto con la presidenta Dilma Rousseff como con la comunidad empresarial de Sao Paulo, donde el objetivo principal es acercar posiciones económicas en materia del Mercosur, como también políticas respecto a una eventual condena a al gobierno venezolano. Esto último, muy alejado de las pretensiones de Dilma Rousseff, para quien el tema de la cláusula democrática planteada por Macri no tiene sustento.
En la tarde del mismo día viernes, Macri arribó a Santiago de Chile, para un breve encuentro y cena con la presidenta Michelle Bachelet, acompañado en esta reunión con la nueva canciller argentina Susana Malcorra y su Jefe de Gabinete Marcos Peña. Un encuentro que fue precedido por el almuerzo que la mandataria chilena sostuvo a mediodía con el presidente uruguayo Tabaré Vasquez, quien estaba de visita oficial en la nación sudamericana. En Santiago, la capital chilena, el tema central fue la idea de Macri de acercar Mercosur a la Alianza del Pacífico, donde Chile tiene un papel relevante. Macri se ha planteado una relación también estratégica con la nación trasandina, donde el macrismo plantea la necesidad de acelerar las obras de infraestructura en la frontera para concretar el corredor bioceánico, que permita un comercio más expedito entre el Mercosur y Asia, continente donde Chile tiene vasta experiencia comercial y ha firmado gran parte de sus tratados de libre comercio.
La derecha Argentina, representada por el presidente electo no reconoce nada de la labor internacional efectuada por el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner y la mandataria saliente Cristina Fernández. Consideran que Argentina, erróneamente, se han alineado en el sector equivocado del mundo, sacando a Argentina de su lugar “natural” Por ello no es raro leer en las editoriales de los medios de comunicación ligados a Macri, especialmente las grandes cadenas La Nación y Clarín apoyando vivamente este viraje de Argentina propuesto por Macri, colocándolo “en el lugar que nunca debería haber dejado en el concierto de naciones democráticas”.
Con Macri se iniciará una etapa de Argentina y su relación con el mundo, donde la palabra Integración Latinoamericana pasará a segundo plano. Estamos ante un mandatario claramente prooccidental – que es hablar de Washington y sus aliados – en el ámbito de alineamiento político y militar. Si algo se debe destacara de la política exterior de estos doce años de kirchnerismo y cristinismo es la activa diplomacia de la Casa Rosada en el ámbito de privilegiar un sentimiento social de identidad, orgullo y unidad de los pueblos latinoamericanos.