Estimado Señor Claus:
Reconociendo su estupenda capacidad de moverse por todo el mundo en solo una noche, la del 24 de diciembre, le manifiesto a nombre mío y el de millones de niños, la decepción que significa no haber podido nunca conversar con usted frente a frente. Solo la visión fulminante de la parte trasera del carro, cuando ya iba en pleno despegue, mantuvo en mí desde muy pequeña la esperanza de que podríamos conversar alguna vez. Es claro que esa oportunidad nunca se producirá de modo que me atrevo a escribirle una carta abierta que estoy segura recibirá antes de emprender el vuelo de esta noche. No le voy a expresar aquí la frustración infantil por no haber recibido algún regalo que tanto le pedí porque hace ya mucho tiempo que dejé de creer que usted escoge de acuerdo a las solicitudes que se le hacen. Si así fuera, las cosas serían muy diferentes. Resulta indignante la lectura que usted hace de esas millones de cartas y mensajes que con tanta ilusión lo tienen de destinatario, porque si bien por lo general son claras en su lista de preferencias, no se le escapa a usted que sus remitentes han sido manipulados hasta la saciedad. Hay aquí un caso de publicidad engañosa por parte de las empresas que fabrican los juguetes. Así, en la idea de seducir a sus potenciales clientes que no tienen capacidad de crédito alguno por ser menores de edad, se les entregan todas las herramientas que permitan luego manipular a sus padres en pos de lograr elegir tal o cual producto del mercado, que casualmente, se encuentra disponible en su stock, en el de Santa Claus. El problema de todo esto radica en que en la inmensa mayoría de los casos las peticiones de los menores no son cumplidas. O de otra manera: usted resulta tremendamente eficiente en la solicitud de los niños ricos desoyendo a los demás, repartiendo lo que se le da la gana en la más absoluta discrecionalidad. ¿Quién es usted verdaderamente, señor Claus? ¿Con quién está coludido en esta campaña de hacer creer, cada año, a nuevas generaciones de niñas y niños que usted es ese señor que cumple sueños? La lectura que usted hace de las cartas de los niños que ya sabemos han sido manipulados, es miope. Y no es por miopía, que suponemos padece a juzgar por los anteojitos que usted usa, sino que debido a la peor de ellas, la del corazón, cuando usted desoye los gritos de auxilios de tantos niños y niñas abusados en sus derechos mínimos: de tener un hogar donde se les quiera y respete, un país que los acoja y les dé las posibilidad de desarrollarse. Es posible que en sus inicios haya tenido buenas intenciones. No puedo juzgarlas sino que solo a partir de los hechos y en Chile la situación es desastrosa: en la misma noche en que la cristiandad recuerda el nacimiento de Cristo, sucede que usted entra, no se sabe por qué ventana, y viene a alborotarlo todo. Cristianos o no, esta noche es una oportunidad para reunirse en familia y gozarse en la posibilidad de estar juntos en torno a una mesa, generalmente, muy bien dispuesta y regada de bebidas espirituosas. En Chile, como herederos de la cultura europea, debiéramos haber seguido la tradición de la llegada de los Reyes Magos con los regalos para el 6 de enero… sin embargo, usted entró en escena y se ha convertido en el verdadero rey de la fiesta, que no da la cara ni explicaciones de sus actos. Creo representar en esta carta la molestia de muchísimos niños y niñas que hoy son adultos y que están cansados de su misma estrategia cada año, que irrita en su indolencia y superficialidad. En Chile tenemos problemas graves y usted no se la juega por el mejor regalo que nuestros hijos solicitan: un país donde la cultura pueda generar cambios radicales, como aspirar, por ejemplo, a una educación de calidad y gratuita. Como sabemos que sí tendrá tiempo incluso de ir a sentarse junto al árbol de los más poderosos de nuestro país y apelando a esa reserva de ética y humanidad que todos poseemos, le solicito llevarles este mensaje: que Chile necesita invertir en una revolución cultural, que ellos tienen los recursos para hacerlo… todo lo demás, viene por añadidura. Puede quitarle eso de revolución, ya sabemos que puede ser malinterpretado, más aun si anda vestido de rojo. Espero esta vez sí cumpla con mi deseo de Navidad. Tómelo usted como un acto de desagravio por tantos años de promesas incumplidas.
Atentamente, Vivian Lavín