Señor Director:
Debo decirlo, aunque con reticencia por la ironía que causa a los chilenos en Chile. Diferente piensan los que viven en Chile y los que viven afuera. He vivido cuarenta años fuera de Chile, primero por causas políticas, y hoy por razones de trabajo.
He pensado muchas veces volver para morir ahí. Mi familia se opone, ellos vinieron conmigo, pero hacen hoy otras vidas que nada tienen que ver con Chile. Por lo tanto en esta idea estoy solo aquí, y allá.
Cuando converso esto en Chile, la gente me mira como diciendo “este jetón está delirando”.
La cuestión es que en los comienzos de mi estadía afuera, me llamó profundamente la atención la vehemencia de las protestas contra la dictadura chilena. En todas partes, en todos los países que me tocó visitar. Ni yo mismo lo entendía, poniéndome en el lugar de ellos, los que protestaban por la violencia, por los crímenes y desaparecimientos, y por toda la diaria represión que se vivía en Chile.
Decía para mis adentros, lo entiendo pues yo soy victima en todo lo sucedido, ¿pero ellos? Sacaba mi propia conclusión de que ellos habían vivido el nazismo y el fascismo, que por eso reaccionaban con tal indignación por lo que ocurría a miles de kms. de distancia.
Este proceso duró hasta fines de los 80 después del atentado al dictador. A raíz de ese episodio salió una gran oleada de chilenos al extranjero, aumentando al doble o más, los que habían. Fue cuando Chile empezó a mostrar resultados macros positivos.
En medio de todo el crimen, se implantó a comienzo de los 80 el actual modelo económico que rige hoy en Chile, el de los Chicago boys.
En todos los medios del mundo se hablaba del “milagro económico chileno”. No es posible decía yo, que participé en las protestas callejeras cuando se entregó el premio Nobel en economía a M. Friedman en medio de desórdenes y barricadas en 1976.
Aún no entendía bien de qué se trataba, pero los que ahí protestaban lo veían claro en las consecuencias que ello tendría, era la muerte del modelo de bienestar. Lo cual estaba muy avanzado en los países desarrollados, que por lo tanto creía imposible que se desmantelara tal infraestructura.
Eso lo podían hacer en Chile que aunque el modelo también era el de bienestar, era pobre y subdesarrollado. Que por lo tanto podría ocurrir sin mayores trámites en dictadura, ¿quien se podía oponer entonces? A los que lo hicieron les volaron la cabeza. Pero destruir el modelo en los países desarrollados, ¡era imposible! Pensaba yo.
Pues bien hoy está semidestruido en aras del sector privado, y todo en democracia. Esta alternativa la votó el pueblo en las urnas, deslumbrado por los resultados macros chilenos. ¿Y quienes presentaron esta alternativa en el resto de los países? La derecha, y los social liberales (social democracia), y con ello han ganado elecciones sin interrupciones desde los 90.
Como Chile inició el modelo diez años antes, está más en condiciones de ser estudiado e investigado, por la antelación y la crudeza en que fue aplicado, sin contemplaciones. Lo que la dictadura destruyó en todas las ramas de la vida político-social-económica en Chile, en otras partes con sistemas democráticos no se pudo hacer de la misma forma, se tuvo que eludir obstáculos mediantes resquicios y reformas. Estas iban en sentido contrario a las reformas que se intentan hoy en Chile, o sea los procesos aquí y allá van contrapuestos. Los chilenos quisieran volver al bienestar, los otros quisieran adentrarse más en el modelo chileno (!). Situación absurda, es de lamentar.
Ahora estoy entendiendo la indignación de los manifestantes el 76, que en su mayoría eran trabajadores y estudiantes.
Pues bien, desde la industrialización de China a lo que es hoy, la industria de los países desarrollados se trasladó a China con camas y petacas. ¿Y que pasó con los trabajadores que protestaban? ¡Pues se quedaron sin trabajo!
Entonces ahí aparecen los partidos y tendencias neoliberales, con los panfletos en la mano. Con este discurso; ¿Sin trabajo? ¡Tírese solo, hágase un emprendedor!
A esta gente no le quedó más alternativa que votar por esto.
Se inicia el desmantelamiento de los servicios públicos del estado, intendencias, y comunas.
Se la entregan a empresas creadas por la derecha neoliberal, la que a su vez empleó a los emprendedores.
Empezaron a aparecer los inmensamente ricos, al igual que en Chile, los que vendían los servicios al Estado. Incluso ahora está comprando las dependencias.
La parodoja de todo esto, lo repito, es que los chilenos quieren salir del modelo (¿2/3?), y el resto de los países se quieren adentrar más aun en el modelo chileno. En medio de las dos realidades la corrupción.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.