Desde 1973 la historia oficial de Chile contada por distintos autores se cortó convenientemente en dos, cambiando de nombre a los hechos del pasado, creando la falsa idea que las FFAA intervinieron pare derrocar a Salvador Allende porque el pueblo se los solicitó, para salvarnos del comunismo, cambiaron dictadura por gobierno militar, asesinatos por excesos y traspasaron el concepto de terrorismo a los luchadores anti dictatoriales. Así han intentado rehacer la historia y de darle un nuevo sesgo, construyendo mitos como que en Chile hubo una guerra, para ocultar los miles de asesinatos, desapariciones, la persecución y la tortura, construyendo el olvido, mintiendo, para obviar que la dictadura nació de un golpe de estado, y que su objetivo, fue cimentar las bases del sistema económico y político que hasta hoy nos gobierna.
Durante todos estos años, la derecha participante de esta brutalidad histórica, hoy centro derecha, sus aliados políticos concertacionistas, las FFAA, han hecho de todo para que su participación tambien quede en el limbo, particularmente la dirigencia DC de la época, intentando deliberadamente arrasar la memoria de los vencidos, sus recuerdos y su identidad, imponiendo la amnesia colectiva y construyendo una identidad diferenciada. Por eso continúa vigente la Ley de Amnistía de 1978, dictada por Pinochet para proteger del procesamiento judicial a los principales actores civiles y torturadores militares, a pesar de que Chile participa de la convención de la ONU de 2010 sobre desapariciones forzadas, pero entendiendo este y otros convenios internacionales de DDHH, como un instrumento para el futuro, no para aplicarse al pasado.
No obstante, de todos estos años de mentiras, urdidas o perfeccionadas durante los gobiernos post dictadura, han sobrevivido los vestigios de la verdad de todo lo ocurrido, por iniciativa permanente de los familiares de detenidos asesinados y desaparecidos y por la acción de dirigentes políticos consecuentes. Pero tambien por una juventud que, sin tener participacion en el pasado, es victima de una época de oscurantismo, que nada ni nadie podrá borrar, ya que la historia no puede erradicarse, aunque demasiado a menudo haya quienes deseen olvidarla.
En este contexto no recuerdo un reconocimiento, durante todos estos años, a los militares que se opusieron al golpe de estado en 1973, un homenaje ejemplarizador para las FFAA, en el que se reconozca la postura ética y moral digna de todos aquellos militares que se mantuvieron fieles al cumplimiento de su deber. Entregando un mensaje a los mandos militares, sobre todo a la oficialidad joven, miembros de una institución actualmente alicaída por hechos de corrupción, cuyo origen está en la herencia dictatorial, que cimentó el abuso de poder en las FFAA y la idea de sentirse ajenos a las normas establecidas para la convivencia nacional.
Hace apenas unos días se cumplieron 43 años de la muerte del general de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet, un militar digno, que murió en una celda de la Cárcel Pública el 12 de marzo de 1974, víctima de las torturas y malos tratos a los que fue sometido por sus subalternos. Permaneció detenido en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea (AGA), junto a un centenar de aviadores, por haber participado en el gobierno de la Unidad Popular y haberse opuesto a la acción de traición y cobardía que fue el golpe de estado de1973.
Durante toda la historia militar de nuestro país, hay hombres y mujeres quienes son impulsados por las circunstancias a tomar decisiones a riesgo de sus vidas, preservando sus principios, valores éticos y morales. El ejemplo de los generales Alberto Bachelet, Sergio Poblete, antes de ellos otros militares de honor, como René Schneider, Carlos Prats, los suboficiales Enrique Reyes, Iván Figueroa, José Espinoza, entre otros son quienes nos recuerdan que las normas morales constituyen el limitador real de la interacción social entre los seres humanos y que cuya negación es la causa principal de la crisis social que actualmente vivimos en Chile.
Por el contrario, la imagen de Pinochet, de Merino, de Leigh, algunas de las cuales aun adornan las murallas y oficinas de los cuarteles militares, su herencia es el poder absoluto, aun vigente en la Constitución de 1980, que les permitió traspasar recursos públicos, como aquellos destinados a gastos públicos reservados, a sus cuentas bancarias personales. Varios son los casos de generales y oficiales subalternos quienes contrabandearon armas a Croacia o Ecuador para obtener beneficios personales, hechos que se repiten con el uso abusivo y corrupto que han hecho de la Ley Reservada del Cobre, traspasando el 10 por ciento de sus ventas a las FFAA, en un país pleno de carencias, con millones de personas ahogándose en la pobreza y la desigualdad social.
Bachelet ha sido olvidado por la historia oficial, tambien los cientos de militares que una vez dijeron sí a la patria y que se la jugaron por impedir la gran traición consumada en el golpe de estado de año 73. La tumba del general es una más en el cementerio, y sus ex compañeros de armas continúan deambulando entre políticos y ministerios para ser escuchados, para que se les restituyan sus derechos: se resume en una jubilación digna, equivalente a los beneficios que debieron recibir, si no se les hubiera cercenado sus carreras profesionales y se les expulsara de la Fuerza Aérea.
En la mañana del 12 de Marzo de 1973, en la Cárcel Pública, el general se levantó como todos los días, lo recuerdo lavando los platos que habían sido usados por sus compañeros de celda, durante las horas de encierro en la noche anterior, en esas labores lo sorprende un infarto al corazón. Álvaro Yánez comandante médico de la Fuerza Aérea y procesado con nosotros, hizo lo imposible por revivirlo, pero no hubo ayuda externa ni sensibilidad humana para socorrerlo, ese día el salió en camilla desde la celda 12 de la galería dos, para nunca más regresar.
Fieles a su legado y por el profundo respeto a su persona, a sus ideas, a su consecuencia y por su recuerdo permanente, seguiremos adelante. No aceptamos el olvido que nos quieren imponer, porque es el precio de una paz mentirosa y fundada en la aceptación de la injusticia.
“Nos han acostumbrado al desprecio de la vida y a la prohibición de recordar. Los medios de comunicación y los centros de educación no suelen contribuir mucho, digamos que, a la integración de la realidad y su memoria. Cada hecho está divorciado de los demás: La cultura de consumo, cultura del desvinculo, nos adiestra para creer que las cosas ocurren porque sí. Incapaz de reconocer sus orígenes, el tiempo presente proyecta el futuro como su propia repetición, mañana es otro nombre de hoy: la organización desigual del mundo, que humilla a la condición humana, pertenece al orden eterno, y la injusticia es una fatalidad que estamos obligados a aceptar”. (José Galiano)
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