Defender la vida desde la concepción involucra una visión particular acerca de su significado. Habría que precisar, por ejemplo, si sólo los seres humanos somos dignos de tal protección. Es probable que una noción extensiva de la vida no soporte su férrea defensa; basta con observar el ímpetu depredador de las sociedades humanas a nivel medio ambiental, ¿no deberíamos, en tal caso, defender nuestros ríos, bosques, valles, playas y desiertos?
Asumiendo la legitimidad de la defensa exclusiva del ser humano, ¿no habría que preguntarse por su momento constituyente? ¿Un embrión es un ser humano? ¿En qué momento de la gestación emergen cualidades que van formando la personalidad? ¿Qué nos define y distingue del resto del mundo animal y vegetal?, ¿es acaso el razonamiento?, ¿será nuestro sistema nemónico el eje diferenciador?, ¿será la impronta del recuerdo?, ¿la expectativa del futuro? Hasta donde sabemos, todo ello existe gracias a la compleja actividad de nuestro cerebro, que mantiene y regula las funciones del cuerpo.
Podríamos situar la fundación de la vida humana en el corazón, en este órgano muscular que expulsa e impulsa la sangre de los tejidos. Sin embargo, por su especial autonomía el corazón puede seguir latiendo con muerte cerebral e incluso puede latir fuera del cuerpo.
Reflexiones de este tipo, ¿podrían contribuir a zanjar con alguna lucidez el tema del aborto?, ¿podrían sernos útiles a la hora de pensar en tomar partido por la libertad o la vida, en el caso de que fuese pertinente valorar uno de estos conceptos en perjuicio del otro?
El derecho de las mujeres a servicios integrales de salud reproductiva ha sido fijado en diversos tratados internacionales. Este derecho es violado por los Estados cuando los servicios de aborto se vuelven inaccesibles para aquellas mujeres que los necesitan, por ejemplo, en aquellos casos en que la vida de la madre corre peligro. Los Comités de Naciones Unidas, cuya misión es supervisar que los Estados cumplan los pactos internacionales a los que han suscrito, han manifestado su preocupación por los abortos ilegales o realizados en condiciones de riesgo, señalando que los países que lo prohíben en cualquier circunstancia impulsan a las mujeres a buscar métodos abortivos que ponen en riesgo su vida[1].
Chile es uno de los 66 países en los que el aborto está prohibido totalmente o sólo se admite para salvar la vida de la mujer, y es uno de los escasos estados en los que la legislación eliminó todas las excepciones a la prohibición penal[2]. Desde ya, eso nos invita a conocer la experiencia de otras naciones. En varios de los países desarrollados, tan admirados por los políticos y empresarios chilenos, el aborto se permite sin restricciones durante el primer trimestre de embarazo.
La discusión siempre es polémica, pero las visiones extremas tienden a derrumbarse si uno se tienta a incomodarlas. Ello quedó clarísimo durante la sesión de la Cámara de diputados en la que se aprobó el aborto en tres causales, entremedio de argumentos vergonzosos que ponen en jaque mate la inteligencia de varios de nuestros legisladores. Se echó de menos una discusión de alto nivel intelectual y, ante todo, representativa de los puntos de vista de una ciudadanía que cada vez se siente menos interpretada por sus políticos. Lo que no podemos obviar es que este es un tema de educación y salud pública, por lo que se hace imprescindible hacerle frente.
[1] http://www.reproductiverights.org/sites/crr.civicactions.net/files/documents/BRB-Aborto%20y%20Derechos%20Humanos.pdf
[2] http://www.reproductiverights.org/sites/crr.civicactions.net/files/documents/2014AbortionMapES.pdf