Frente a los atropellos de la dictadura, a medida que se iban conociendo los casos de personas detenidas, ejecutadas, torturadas o desaparecidas, distintos sectores sociales reaccionaron en defensa de los derechos fundamentales. Las redes en un principio desarticuladas, o bien desarmadas por el Estado dictatorial, resurgieron. Redes sociales ante todo solidarias, que más adelante constituyeron las bases en la defensa activa de los derechos humanos.
A las facultades omnímodas del Gobierno Militar y sus sicarios, como lo fueron la DINA (1974-1977) y luego la CNI (1977- 1990), se alzaron voces provenientes de distintas esferas. Fundado el mismo año del golpe, el Comité Pro Paz, organismo ecuménico, brindó amparo y socorro a las víctimas de la dictadura. En 1975 el dictador ordenó el cierre de este organismo, por ser “un medio del cual se valen los marxistas-leninistas para crear problemas que alteran la tranquilidad ciudadana y la necesaria quietud[1]”. Rápidamente, mediante un decreto arzobispal el Cardenal Raúl Silva Henríquez creó la Vicaría de la Solidaridad, que continuó la tarea iniciada por el Comité Pro Paz en la promoción y defensa de los derechos humanos hasta fines de 1992, situada a un costado de la Catedral de Santiago. A esta labor debemos agregar el quehacer magisterial de aquellos curas que vivieron y trabajaron en las poblaciones, así como la creación del FASIC (Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas), institución ecuménica fundada por el obispo luterano Helmut Frenz en 1975, como continuadora del trabajo iniciado por la COMAR (Comité Nacional de Ayuda a Refugiados), en septiembre del año 1973. Su finalidad primera consistió en brindar apoyo a los presos, misión que se fue ampliando a ámbitos legales, sociales y de salud mental[2].
Se formaron también organismos de derechos humanos provenientes de la sociedad civil, como el Serpaj, la Comisión Chilena de Derechos Humanos, Comisión Nacional Pro Derechos Juveniles y El Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo, CODEPU, fundado a fines de 1980. Esta organización se instaura con el objetivo de alentar y promover el desarrollo de las incipientes organizaciones sociales de pobladores, mujeres, trabajadores y estudiantes e, igualmente, brindar defensa jurídica, social y médica a los afectados por las violaciones a los derechos fundamentales. Estas acciones trajeron como consecuencia las persecuciones, allanamientos de sus oficinas y el asesinato del secretario ejecutivo, Patricio Sobarzo en 1984[3]. Más tarde, en 1989, fue asesinado Jecar Neghme, quien tuvo activa participación en dicho organismo.
En los medios de comunicación, surgieron con el tiempo importantes publicaciones críticas a la dictadura: el Boletín de la Vicaría de la Solidaridad y luego el Boletín del CODEPU, las revistas Análisis, Hoy, Apsi, Mensaje, Cauce, Pluma y pincel, La Bicicleta; los diarios El Fortín Mapocho y La Época; las radios Cooperativa y Radio Chilena.
Los familiares de las víctimas no tardaron en organizarse. Se forma la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, integrada por mujeres que impulsaron las primeras protestas y huelgas de hambre; mujeres que salieron a la calle con las fotografías de sus desaparecidos colgadas en el pecho. Y así sucesivamente fueron levantándose y coordinándose otros grupos sociales contra la dictadura, entre ellos la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y la Agrupación de Familiares de Presos Políticos.
Estas colectividades no sólo defendieron los derechos humanos en su momento dado, sino que también se han erigido como pilares de nuestra memoria y como una fuente para la intervención de la justicia, aunque en Chile haya tardado en llegar y se aplique “en la medida de lo posible”.
La práctica trascendental de estas personas, de estas organizaciones, es una razón para la defensa de la humanidad entera. Sus acciones soportan una mención a la filantropía o, más bien, a la solidaridad humana, sin ironía, sin escepticismo e incredulidad. Nos reafirman que hay algo en la construcción de las sociedades que vale la pena rescatar. Y que en medio del horror, del desamparo, y a un paso de la muerte, afloran cualidades humanas esenciales a la preservación de la vida.
A estos sujetos aparentemente extemporáneos a las sociedades posmodernas, fragmentadas y escindidas, pero contemporáneos a todas las eras; a estos defensores y defensoras de los derechos humanos que demostraron un coraje, un compromiso y una resiliencia moral invaluables; a todos ellos dedicamos este programa.
[1] https://www.google.cl/search?tbo=p&tbm=bks&q=isbn:8485436881