La historia suele ser muy curiosa cuando se refiere a fechas y lugares. Los acontecimientos actuales en América Latina han traído a la memoria algunos hechos que no dejan de causarme cierta impresión. Camilo Sée un político francés de finales del siglo XIX y comienzos del XX apuntó que “… la historia se repite, [pero] lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Así mismo, el poeta y novelista inglés Aldous Huxley aseguraba que “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.
Todo esto, vino a mi mente al recordar que en 1960, el conservador Janio Quadros fue elegido presidente de Brasil, sin embargo su pensamiento político fue evolucionando hacia un nacionalismo que confrontaba los poderes imperiales, particularmente el de Estados Unidos. Junto a su vicepresidente Joao Goulart se propuso transformar a Brasil en un país independiente desde el punto de vista económico e insertarlo en las luchas de los países del Tercer Mundo, enviando incluso una delegación en calidad de observadora a la I Cumbre del Movimiento de Países No Alineados celebrada en Belgrado en 1961, estableció relaciones con Cuba y la Unión Soviética, incrementando además, el comercio con los países socialistas. Condecoró al comandante Ernesto Che Guevara con la Orden Cruzeiro do Sul, la más alta distinción brasileña. Todo esto, fue más de lo que la oligarquía, las empresas transnacionales, el gobierno de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas brasileños podían aceptar. A pesar de que Quadros era un político moderado, militante de la Unión Democrática Nacional, una organización política de derecha y que su actuación se desarrolló en el marco de la Constitución y las leyes, los militares forzaron su renuncia después de solo siete meses de gobierno.
Las fuerzas reaccionarias maniobraron para evitar que el vicepresidente Goulart asumiera la primera magistratura, pero finalmente, con el apoyo de los sindicatos y otras organizaciones democráticas, ¬¬¬¬¬el 2 de septiembre se pudo hacer cargo del poder, a pesar de la oposición de las Fuerzas Armadas y la oligarquía que de inmediato comenzaron a conspirar para su derrocamiento, obligándole a gobernar con grandes limitaciones para sus posibilidades de tomar decisiones. Sin embargo, en 1963, un referéndum popular le devolvió todos los poderes constitucionales para ejercer el gobierno en plenitud. Las empresas transnacionales y las poderosas oligarquías industrial y agraria comenzaron a acusar a Goulart de establecer alianzas con el “comunismo internacional” y en particular con Cuba, creando las condiciones para un golpe de Estado, el cual se inició el 31 de marzo y se concretó el 2 de abril cuando la mayoría del Congreso votó para destituir a Goulart y poner en su lugar al presidente de la Cámara de Diputados Ranieri Mazzilli, quien duró en su cargo sólo 13 días siendo sustituido por el General Humberto Castello Branco, inaugurando una dictadura que duraría 21 años.
Sólo un mes y medio después, el 27 de mayo, en Colombia, otro país sudamericano, un grupo de campesinos que no superaban la cifra de 20, la mayoría de los cuales estuvo vinculado en sus orígenes al Partido Liberal, que se habían refugiado en un pequeño territorio denominado Marquetalia del Departamento del Tolima para resistir la violencia conservadora de la segunda mitad de los años 40, así como el terrorismo bipartidista y el despojo gubernamental de los años 50, tuvieron su primer enfrentamiento armado, para repeler los ataques de 16 mil soldados enviados por el presidente Guillermo León Valencia en el marco del Plan Laso, elaborado por el Pentágono estadounidense. Ese día nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que tuvieron su acta de bautismo entre el 25 de abril y el 5 de mayo de 1966 cuando se realizo la Segunda Conferencia Guerrillera del Bloque Sur.
El ataque a Marquetalia, seguido de otras acciones ofensivas del ejército contra enclaves en los que los campesinos se habían refugiado para buscar protección ante la violencia del Estado, condujeron al establecimiento de la guerra de guerrillas y la lucha armada en Colombia por más de medio siglo, a la que después se incorporaron otras organizaciones político militares, la más importante de las cuales es el Ejercito de Liberación Nacional (ELN). Las reclamaciones originales de los campesinos de “tierra para el que la trabaja”, habían dado paso a demandas políticas de otro nivel, sobre todo después del asesinato del gran líder liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, con lo cual se consideraron cerradas las garantías para un desarrollo de la vida política en los términos de la democracia representativa.
Hoy, en La Habana, Cuba, paradójicamente el país en que se inició la lucha armada en América Latina como forma para acceder al poder político, pareciera estarse cerrando esta etapa, a través de las negociaciones que están sosteniendo las FARC y el gobierno de Colombia y las que se acaban de iniciar entre el ente gubernamental y el ELN, en la búsqueda de la paz, la democracia y la justicia social, utilizando el diálogo con el fin de eliminar las causas que originaron el conflicto.
Después de observar el circo en la Cámara de Diputados de Brasil, en la que el 53% de sus integrantes están siendo investigados por corrupción, lavado de activos y sobornos, uno no puede menos que preguntarse cuánto valor tiene este tipo de democracia en la que el voto del pueblo puede ser revertido por una manada de mafiosos dirigidos por Eduardo Cunha, quien fue caracterizado como un “gánster imputado por muchos crímenes y que está siendo acusado por el Tribunal Supremo”, por una voz tan autorizada como la de Leonardo Boff. Pareciera que la oligarquía brasileña pretende volver a 1964, las impúdicas muestras de idolatría de algunos diputados, respecto de la dictadura y la represión vivida, son expresión de ello. ¿Es que acaso quieren nuevamente cerrar los caminos de la democracia y revivir los años de lucha armada que parecieran estar concluyendo en América Latina?
Más de uno podrá pensar que estos sucesos en Brasil, así como los exabruptos dictatoriales del presidente argentino, son expresión de la intención de asistir a un nuevo sepelio de la democracia, tal como en la década de los 70 del siglo pasado, a fin de instaurar dictaduras de nuevo tipo, en el que esta vez no se necesitarán a los militares para hacer el trabajo sucio. Hoy bastan los medios de comunicación, ellos constituyen en la actualidad, el componente de la oligarquía que usando otro tipo de armas, tan letales como aquellas, son los encargados de crear las condiciones para el exterminio, la desaparición, la muerte, la tortura y los despidos de trabajadores. Tal vez hoy en Brasil no sea necesario un nuevo Castello Branco, bastará un Mazzilli, pero tampoco serán necesarios 21 años para recobrar la democracia. Tal vez, tampoco sea necesaria la lucha armada, el pueblo se prepara para grandes jornadas de combate en las calles, en contra de la dictadura que pretende instalarse.
Así lo han hecho saber las organizaciones sociales, el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo emitieron un comunicado en el que afirman que no reconocerán la legitimidad de un pretendido gobierno de Temer, el vicepresidente en funciones. Aseguran que no solo, no lo reconocerán, sino que van a “luchar contra el gobierno ilegítimo, combatiendo cada una de las medidas que se adopten contra nuestros empleos, salarios, programas sociales y derechos de los trabajadores, duramente conquistados y en defensa de la democracia y de la soberanía nacional”.
Por su parte, Joao Paulo Rodrigues, de la Dirección Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), expuso que van a movilizar “al país entero como no se hacía hace 20 años. No hay porque desanimarse” dijo y agregó que “Tenemos que prepararnos para las batallas políticas, creo que serán batallas maravillosas. Nuestra generación va a vivir un período rico que hasta entonces no conocíamos en el país”.
Como la historia es curiosa, vale recordar que el 17 de abril, día en que se votó el impedimento contra la presidenta Dilma Rousseff, se recordaba el vigésimo aniversario de la masacre de Eldorado de los Carajás, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, cuyo Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) votó a favor de la destitución de la presidenta Rousseff. En esta acción fueron asesinados 19 campesinos del MST. Los responsables directos fueron destituidos, pero no juzgados. Ojo. Cualquier similitud con el origen de las FARC fue pura coincidencia.