El 5 de septiembre de 1938, los Nacionalsocialistas chilenos intentaron un golpe de estado en apoyo al candidato de la derecha, Carlos Ibáñez del Campo. Con dicho atentado, esperaban contar con el apoyo de varios regimientos, pero su plan fracasó rotundamente por la lealtad que mantuvieron los militares con el presidente Arturo Alessandri, y fue duramente reprimido. Un grupo de estudiantes Nacionalsocialistas se atrincheraron en el edificio de la Caja del Seguro Obrero, frente al palacio de La Moneda, fueron acorralados y doblegados y, a pesar de rendirse, fueron masacrados por la fuerza militar, un hecho que conmovió fuertemente a la opinión pública.
Justo un año después de la matanza, el mismo 5 de septiembre, Carlos Droguett, colaborador del diario La Hora, publica la crónica Los asesinados del Seguro Obrero, y al año siguiente (1940) el mismo texto con el mismo título en lo que sería su primer libro publicado por editorial Ercilla, y al que solo le agregó la introducción Explicación de esta sangre, en la que el autor expone la intención y las razones de su obra.
Trece años después, Carlos Droguett realiza una reelaboración literaria del mismo tema, y en 1953 su obra obtiene el primer lugar en el concurso de novela de la editorial Nascimento con el título de 60 muertos en la escalera, en la que enlaza el relato de la matanza con una antigua historia policial ocurrida en 1915, y al que la prensa de la época llamó “el crimen de la calle Lord Cochrane”, hechos de los que el escritor ya había dado cuenta en forma de folletín algunos años en el diario Extra.
Como vemos, Los asesinados del Seguro Obrero fue una obra a la que Droguett volvió una y otra vez a lo largo de su vida, siendo ésta publicada ahora por Tajamar editores la versión definitiva a la que el autor puso fin el sábado 26 de agosto de 1989 en Suiza, país en el que se radicó en 1976 para no volver nunca más a Chile. Una obra que prefigura lo que será una característica en toda su escritura: una mirada crítica y una poética que se arriesga con un nuevo lenguaje, directo, a ratos severo, pero con ternura y profundidad en sus personajes, a la vez que se hace cargo de esa realidad oculta en nuestra literatura: la sangre que ha corrido en nuestra historia sin encontrar en ella un justo reflejo, “siempre ajeno a la rutina nacional de los tonos moderados, de los suaves realismos y de los matices verbales”, diría el crítico Ignacio Valente. Sobre su obra, el propio Droguett señalaría: “Esto no es un libro, no es un relato, un pedazo de la imaginación, es la sangre, toda la sangre vertida entonces que entrego ahora, sin cambiarle nada”. Lo que nos recuerda su declaración posterior en la que afirmaba que nuestra literatura se escribe “de espaldas a la realidad nacional”.
El relato comienza con el intento de toma de la casa central de la Universidad de Chile por parte de un grupo de nacionalsocialistas, liderados por Humberto Yuric. Detenidos por carabineros, son llevados al edificio del Seguro Obrero, donde otro grupo dirigido por Gerardo Gallmeyer ya está sitiado. Yuric llega con la orden de convencerlos de que se entreguen. Y sucede: los golpistas se rinden. Sin embargo, la matanza ya está en marcha. Primero, cuenta Droguett, disparan al grupo de jóvenes que se tomó el edificio: los fusilan de espaldas contra la pared. Después los carabineros siguen con el resto: “El comandante dijo: ‘¡Niños, a cumplir la orden!’. Su voz resonó normal, sin matices, sin amor, sin odio, sólo nostálgica de una breve siesta, cuando agregó, sonriendo apenas, sin insistir en su sonrisa, ‘con carabinas no, usen los revólveres para que no reboten las balas’”.
Droguett mezcla con precisión elementos diversos, no elude la crónica periodística, la ficción pura y hasta la novela histórica. Así, Los asesinados del Seguro Obrero indaga sobre la pulsión de la violencia para establecer una metáfora brutal de la historia de nuestro país. Esa historia que a ratos pareciera ser una pesadilla, narrada en un monólogo interior que no da respiro, a veces lírico, a veces irónico. Pasa de la descripción de un rostro a una reflexión, va al pasado, vuelve al presente. Droguett se desdobla, se funde con sus personajes – sube las escaleras con los estudiantes, está entre los cadáveres, al lado de los cañones humeantes de los fusileros, en la oficina del “gobernador” dando las ordenes –, y los examina con precisión quirúrgica: los quiere, los odia, los comprende, discurre sobre ellos con furia y se ensaña contra la cobardía, la bajeza, la perversión, pero también subraya la lealtad, la soledad, el desamparo y el miedo. Y comprendemos que en el sufrimiento, a las puertas de la muerte sin remisión se muestra desnuda la condición humana más que en el final feliz. Su escritura siempre transita al límite de la alegoría del horror y la violencia, elementos que Droguett no abandonaría en sus obras posteriores como en las novelas Eloy (1960) o Patas de perro (1965).
De esta forma, esta reedición de Los asesinados del Seguro Obrero, hace justicia -si es que la “justicia literaria” existe- a la obra de este Premio Nacional de Literatura 1970 con un importante rescate de esta excepcional novela, una muestra de precisión narrativa de uno de los más importantes narradores chilenos del siglo XX.
Los asesinados del Seguro Obrero
Carlos Droguett
138 páginas
Tajamar Editores