Fin de la Obra Gruesa

  • 01-06-2016

En su cuenta pública, la Presidenta Bachelet dijo que la obra gruesa de este Gobierno estaba concluida, que ahora venían los detalles, emulando la jerga de la construcción serían las terminaciones. También en estas últimas semanas ha hecho noticia el puente Cau Cau de Valdivia, que en el montaje de los brazos basculantes estos fueron instalados en lados equivocados y en su primera prueba de alzamiento se provocó la torcedura de sus pernos de anclaje, transformándose rápidamente en ícono mundial de un diseño mal elaborado.

De lo ocurrido con este puente podemos aprender que si el diseño es erróneo no existe ninguna posibilidad que un proyecto llegue a buen término, es un hecho que durante la ejecución de la obra gruesa o en la etapa de las terminaciones ese proyecto va a fracasar; en cualquiera de esas dos etapas inicial se pueden cometer errores de tal magnitud que finalmente el único camino posible sea, irremediablemente, la demolición de la obra.

Siguiendo la metáfora de la Presidenta, podemos decir que si el diseño del programa de Gobierno, su obra, parte de premisas erradas, datos errados o es realizado sin rigurosidad técnica, esa política pública mal diseñada no podrá ser implementada con éxito, la obra gruesa habrá fracasado.

Este Gobierno dedicó sus dos primeros años a construir esta obra gruesa, pero rápidamente quedaron en evidencia las debilidades de su diseño y la ciudadanía, que añoraba cambios en muchos ámbitos, los captó y le retiró el apoyo que inicialmente le había brindado. La Presidenta resintió este rechazo ciudadano a sus reformas y decidió hacer un cambio, dio por concluida esa primera etapa y comenzó lo que ella llamó el segundo tiempo, comunicacionalmente conocido como el “realismo sin renuncia”, es decir, entendió que sus reformas no estaban bien encaminadas, sin embargo no estaba dispuesta a renunciar a ellas.

Así hemos llegado al término de esta obra gruesa y se da paso a la etapa de las terminaciones, pero, si el diseño está mal concebido ¿cómo podemos seguir adelante con éxito? ¿Cómo implementamos reformas que están mal diseñadas? ¿Cómo realizamos las terminaciones si los brazos del puente levadizo no coinciden?, un antiguo aforismo dice que en los detalles habita el demonio.

La Reforma Tributaria se realizó sin saber exactamente cuántos recursos requeríamos, para qué los necesitábamos, cómo iba afectar la inversión e impactar en el empleo; luego, la educacional se centró erradamente en el financiamiento y la propiedad de los centros educacionales y no en la calidad, hasta el día de hoy no hemos discutido en que debemos preparar a nuestros estudiantes para los requerimientos que el país tendrá dentro de los próximos 20 o 30 años; ahora, la laboral se ha concentrado en el poder negociador de los sindicatos y no en como solucionaremos el desempleo juvenil o la inserción laboral de la mujer, que en nuestro país es una de las más baja de Latinoamérica.

Lo mismo ocurre ahora con el proceso Constituyente, no sabemos qué mecanismo utilizaremos para la redacción de la nueva Constitución, no sabemos quién lo hará, no sabemos en cuánto tiempo se realizará este cambio, pero lo más complejo es que no sabemos por qué queremos cambiarla, qué queremos cambiar y si es indispensable reemplazarla en su totalidad.

La Nueva Mayoría y la Presidenta Bachelet han entrado en un callejón sin salida, nada de lo que soñaron al comienzo de este gobierno, el primero de ese pacto político y el segundo de ella, lo verán felizmente concretado, no verán ningún cambio bien implementado, no verán un país caminando con pasos seguros al desarrollo y, lo que es lo peor para la coalición, no habrán avanzado ni siquiera un milímetro en el combate a la desigualdad, que tanto añoran la mayoría de los chilenos.

Aún quedan dos años de gobierno y no sabemos qué ocurrirá, son dos años electorales, con bajas proyecciones de crecimiento, con menos recursos y, si todo sigue como hasta ahora, serán también entonces años sin conducción política, llenos de incertidumbre, con nuevos ajustes fiscales y probablemente con cifras de desempleo en aumento, con una coalición de gobierno atravesada por una grieta ideológica que sólo la necesidad de empleo parece mantenerla cohesionada, con una oposición que no logra sintonizar con la ciudadanía y afectada por graves casos de corrupción.

En este escenario no muy auspicioso y con un nuevo sistema electoral, podemos llevarnos sorpresas, veremos qué tipos de liderazgos emergerán, que coaliciones de partidos se formarán y cuanto espacio de poder logren conquistar los nuevos partidos en formación. Esperemos que emerjan nuevos y mejores ingenieros, que la continúen con este trabajo de acuerdo a las posibilidades y necesidades reales de nuestro país y esta obra gruesa no termine siendo demolida por los errores de su diseño original.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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