Cuando la libertad y la política entran en colisión algo dañino ocurre. Y desde hace tiempo, la democracia está siendo corroída por ese mal. La libertad es coartada, manipulada o derechamente segada en beneficio de quienes ostentan el poder. En Chile conocemos bastante de eso. Pero en las últimas semanas la desmesura, la hipocresía y la falta de respeto por la ciudadanía se han enseñoreado.
A propósito de la querella que entabló la presidenta Bachelet contra la revista Qué Pasa, se ha dicho de todo. Lo primero, que es un atentado contra la libertad de expresión. Y, por supuesto, quienes sostienen esa tesis son los propietarios de los grandes conglomerados comunicacionales: el grupo Edwards y Copesa (propietario de Qué Pasa). A ellos se han sumado políticos de derecha y de los partidos oficialistas que quieren escapar a la mala evaluación que pesa sobre el Gobierno. Estos últimos afincándose en la creencia de que en política todo está permitido. Incluso -y a veces preferencialmente- avasallar la dignidad de las personas.
Ambos grupos, aparentando ignorancia, callan el hecho de que los medios influyen de manera determinante en la visión que tienen las personas acerca de quienes los dirigen. En el caso de Qué Pasa se puede pensar que hubo la deliberada intención de perjudicar a Bachelet. En su versión de papel entrega una información diferente a la que da en la versión digital.
Quienes desde el oficialismo discrepan de la actitud de la mandataria afirman que su reacción hace daño político. Y que ella, aunque gane en el plano jurídico, será condenada por la opinión pública. La pregunta que surge es si el juego político tiene más valor que la dignidad personal. La respuesta parece obvia y en ella estaría la razón de fondo del desprestigio de la política como se entiende hoy.
En estos días son varios los elementos que hacen pensar que los políticos tradicionales aún no asumen que se vive un proceso que empuja al cambio. El ex presidente Ricardo Lagos, en larga entrevista publicada en El Mercurio, insistió en la necesidad de llegar a grandes acuerdos. Dejar de lado las tensiones que dividen. Es la única manera, sostuvo, de continuar creciendo y dar respuesta a las necesidades del país.
Parece absurdo rechazar la idea de los entendimientos. Pero la democracia de los acuerdos ya se conoce. Y en el esquema que impulsa el ex mandatario, el acuerdo que se alcanza es el que permite el poder. Por lo tanto, solo más de lo mismo. Y eso tiene a Chile convertido en una sociedad segregada. Para el periodista inglés Robert Hunziker, el “milagro chileno” puede compararse con la economía “de plantación” del sur de Estados Unidos en el siglo XIX. Allí había entre 4 y 5 millones de esclavos que pertenecían al 3,8% de la población. Sus dueños les daban alojamiento y comida. Hoy, en Chile, algo más de la mitad de los trabajadores chilenos recibe alrededor de 300 mil pesos mensuales para alimentación y alojamiento. El “milagro chileno”, como lo calificó el padre del neoliberalismo, Milton Friedman, es una realidad para quien ya es rico, según Hunziker.
La ceguera de los referentes políticos locales obedece a convicciones profundas. No es solo cuestión generacional. Lagos, luego de llegar a la presidencia, parece haberse convencido que la solución de todos los males es que el chorreo funcione. Quedó atrás su época socialista primigenia. Incluso en relación con la intervención del Estado para equilibrar las agudas diferencias que crea la riqueza.
En todo caso, no es el único y hasta parece que estas miradas atrasadas tienen un carácter global. Si hasta el papa Francisco, cuando deja de lado de imagen mediática y habla del corazón, muestra cordura. Recientemente dijo que “la Iglesia está llamada a comprometerse. No cabe el adagio de la Ilustración que ‘la Iglesia no debe meterse en política’. La Iglesia debe meterse en la gran política”, dijo.
Lamentable, el papa también cree que los ciudadanos, urbi et orbe, somos algo lerdos de entendimiento. Como si la Iglesia se hubiera salido alguna vez del ámbito político. Si aquí opina de educación, sexo, trabajo, salud. Y lo ha hecho siempre. Es más, gran parte de nuestra legislación está signada por la mirada católica conservadora.
Hasta hace poco casi todas las actividades oficiales se hacían en nombre de Dios. Loable idea, pero algo excesiva para aquellos que tienen una manera diferente de ver la realidad y su relación con la espiritualidad.
Los tres casos que he citado se unen por el ejercicio del poder. Quienes condenan la acción judicial de Bachelet o están aprovechando la oportunidad para mostrarse como defensores de la libertad de expresión o de la libertad en general. Lagos aspira a levantarse como el puente que permitirá atravesar el pantano en que nos encontramos. ¿Es un avance de su candidatura presidencial? Y el papa busca a toda costa hacer regresar a su institución al lugar que Dios le dio.
Signos de los tiempos que vivimos.
Encuentra y comenta este y otros aportes en: http://www.wilsontapia.cl