Brexit

  • 03-07-2016

Es ineludible hablar sobre el Brexit. Posiblemente no ha habido otro hecho de impacto internacional tan trascendente y de tanta controversia como éste en lo que va de siglo, ríos de tinta se han derramado para explicar, conjeturar o emitir predicciones acerca de causas, implicaciones y consecuencias para Gran Bretaña, Europa y el mundo. La verdad, no quisiera ser parte de eso, entre otras cosas porque el hecho resulta tan complejo de analizar que siento temor de formular ideas equivocadas, más llevadas por el sentimiento que por la razón, por lo que en vez de aportar a la comprensión del fenómeno, más bien podrían llevar a profundizar cierta confusión, -que al menos yo tengo- para estudiar un proceso, que solo está comenzando y que me temo, tendrá repercusiones impensables aún, en este momento en que apenas “calienta motores”.

Sin embargo, debo decir que hay dos cosas que me quedan claras: la primera es que la única moneda que no se debilitó, al contrario se fortaleció después de la decisión del pueblo británico el pasado 23 de junio, fue el dólar y lo segundo es que al mismo tiempo que Gran Bretaña decidía su salida de la Unión Europea, se preparaba para fortalecer su membrecía en la OTAN. En este sentido, fuentes vinculadas a la OTAN han dicho que en la próxima reunión cumbre que la organización bélica occidental celebrará durante este mes de julio en Varsovia se reafirmará la “vocación atlantista” del Reino Unido. Ese ha sido el objetivo públicamente manifiesto de Estados Unidos y así lo ha dado a conocer el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg quien ha manifestado que el Reino Unido le ha asegurado “que mantendrá su compromiso con la defensa de la estabilidad occidental y no pondrá en peligro los planes conjuntos de la UE y la OTAN”.

De manera que en términos de control y hegemonía global, el Brexit lejos de debilitar el poder imperial lo ha fortalecido con una moneda más sólida y un componente militar reforzado. Ese es un primer punto de vista. Sin embargo, la confusión (por lo menos la mía) viene dada por la “extraña” similitud de opiniones venidas desde los más disimiles ámbitos del espectro político que parecieran coincidir en “saludar” la decisión de la mayoría de los votantes británicos.

Veamos. Uno de los candidatos presidenciales de la derecha estadounidense, Donald Trump, al celebrar los resultados del Brexit afirmó: “Dije que esto iba a pasar y es algo grande. Están enfadados por las fronteras, por las personas que llegan al país y se quedan, están enfadados por muchas cosas”. Por otras razones coincidió con él, el candidato liberal en las internas del Partido Demócrata Bernie Sanders: “No está funcionando en Estados Unidos para todos, no está funcionando en Reino Unido para todos”.

Por su parte, la líder de la extrema derecha francesa Marine Le Pen expuso que tal y como ha estado pidiendo desde hace años “ahora es necesario el mismo referéndum en Francia y en los países de la Unión Europea”. Estando de acuerdo con los resultados, el presidente ruso Vladimir Putin lo ve con una óptica diferente: “Se entiende por qué ha pasado esto. Primero, a nadie le gusta alimentar y financiar a las economías más débiles, mantener a otros Estados, a pueblos enteros”.  De alguna manera, el reconocido analista internacional argentino Atilio Borón, coincide con Sanders cuando expresa que: “Esta Europa de las clases dominantes, burocrática y empresarial es la que recibió un mazazo brutal desde el Reino Unido y no hay razón alguna para lamentarse por ello”.

Vistas así las cosas, quizá valga reconocer que como atestigua el Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia Umberto Mazzei, esto no es un problema de derechas o izquierdas, porque en el fondo lo que se debatía durante las discusiones sobre el Brexit era referido a “la invasión de inmigrantes, mantenimiento de niveles de bienestar [y] la capacidad de Gran Bretaña para controlar su propia economía”. A este respecto, los votantes sabían que los inmigrantes vienen de zonas de guerra creadas por la OTAN, que a su vez han invadido países a partir de las decisiones de Obama y la señora Clinton. Esto es lo que permite entender porque el líder del partido Laborista Jeremy Corbyn mantuviera una posición ambigua respecto de si valía la pena o no salirse de Europa, con lo cual terminó armonizando con Nigel Farage, dirigente máximo del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), el gran ganador del evento comicial del 23 de junio.

Las primeras consecuencias son internas, aparte del ya publicitado desplome de la libra esterlina a sus niveles más bajos desde 1985, la mayor amenaza es política, cuando dos de las tres colonias que conforman junto a Inglaterra el Reino Unido, amenazan con la Independencia. El presidente honorífico del partido republicano norirlandés Sinn Féin, Declan Kearney hizo pública su adhesión a la convocatoria de un referéndum sobre la unidad de Irlanda Así mismo, Sammy Wilson, diputado del Partido Democrático Unionista (DUP) de Irlanda del Norte ha celebrado los resultados del Brexit y ha señalado que los irlandeses no se han dejado intimidar por los políticos ingleses.  En Escocia fueron más lejos, después de­­ su apoyo a la permanencia en Europa, la jefa de Gobierno Nicola Sturgeon se apresuró a viajar a Bruselas , para hacer patente la voluntad mayoritaria de los escoceses, quienes antes deberán hacer un nuevo referéndum independentista, para separarse del Reino Unido. Los líderes europeos se reunieron con la mandataria escocesa cuyas opiniones y demandas fueron escuchadas “con atención”, cuando paradójicamente hace un año y medio, en septiembre de 2014, cuando se realizó el anterior referéndum, Bruselas amenazó a Escocia con no admitirle si se separaba del Reino Unido.

Creo que lo que ha habido es una mezcla de opiniones e intenciones, por una parte, el rechazo y repudio de amplios sectores de la población molestos por la pérdida creciente de beneficios sociales, sobre todo en educación y salud que han conllevado a un aumento de la pobreza y el desempleo por la aplicación de políticas de austeridad y reformas fiscales y económicas que solo favorecen a los sectores financieros vinculados al gran capital, para lo cual se ha creado una burocracia eficiente que solo sirve a esos intereses, no a los de los pueblos.

Así mismo, una política exterior dependiente de Estados Unidos, que ha involucrado a Europa en guerras que no le conciernen, llevando a que sean los habitantes del Viejo Continente quienes paguen las consecuencias en forma de respuestas terroristas, que han debilitado la seguridad interna y la confianza de los ciudadanos en los mecanismos creados para salvaguardar su vida.

Es claro que Estados Unidos ha apostado al debilitamiento de la Unión Europea, de la cual no forma parte y a la que visualiza como un competidor económico, mientras que hace su mayor esfuerzo en el fortalecimiento de la OTAN, de la cual si es integrante y la maneja a su antojo.  La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, -tal como dijimos al comienzo- no altera en lo más mínimo el proceso de subordinación de Europa a Estados Unidos, sobre todo en los planes anti rusos de la OTAN en su ambición de extenderse al este.

Pero, por otro lado, también se manifestó un claro interés de culpar de la crisis -generada en 2008 en Estados Unidos, pero que se extendió con fuerza a Europa- a los emigrantes que afloran del desplazamiento que han producido las guerras de la OTAN. En el trasfondo, al igual que al final de la primera guerra mundial, cuando surgió el nazismo y posteriormente, cuando éste llegó al poder en 1933, en medio de la más profunda crisis capitalista que se había conocido en la historia, se imponen fuerzas xenófobas y racistas, tras lo cual de encubre la incapacidad del sistema capitalista para generar un ambiente de paz en el planeta, en el que todos los ciudadanos puedan vivir en armonía con sus pares, con su entorno y con la naturaleza.

Por rechazo al sistema o por miedo de lo que pueda pasar ante la incapacidad de ese mismo sistema para ofrecer respuestas satisfactorias, se ha consumado el Brexit y se seguirán produciendo conmociones sociales de distinto tipo porque el problema global y en particular el de Europa son coyunturales, ni finalizaron con el 23 de junio, responden a causas profundas que surgen de la inequidad, la injusticia y la exclusión.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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