Los niños le hablan a Gabriela Mistral

"No es común ver a niños lanzar sus versos al viento, menos en los tiempos en que el aprendizaje de memoria de la poesía ha sido desplazada de la sala de clases, cuando la lírica pareciera ser un territorio de habitantes de otros tiempos y espacios".

"No es común ver a niños lanzar sus versos al viento, menos en los tiempos en que el aprendizaje de memoria de la poesía ha sido desplazada de la sala de clases, cuando la lírica pareciera ser un territorio de habitantes de otros tiempos y espacios".

Cuando Olivia, que cursa el tercero básico, le escribe un poema a Gabriela Mistral y le confiesa que le teme a los extraterrestres, como cuando Alfonsina que está en séptimo le manifiesta una dura crítica social con palabras del tipo discriminación e injusticia, podemos estar seguros que nuestra Premio Nobel de Literatura esboza una sonrisa desde lo alto. Como que también está satisfecha cuando Cinthia le confiesa una pena de amor y Bastián le habla del colapso universal, porque todos ellos le hablan de tú a tú, a través del lenguaje que bien conoce la Mistral, la poesía.

El respeto y cariño a nuestra Nobel está en los versos de Daniela, quien la llama “…chilena famosa,/ ternura, dulzura/ y mirada graciosa./ Orgullo de ser nuestra dama poeta”, lo mismo que Sigrid, cuando le dice: “Tu manera de ver la vida es bella, espero que nos quede algo de ella”. Ignacio le reconoce su esfuerzo y tesón: “Trabajaste toda la vida sin parar, ni/ descansar, no te diste tiempo para eso./”. Y puede que levante Gabriela algo la ceja cuando Bautista la imagina: “Indignada se marcha taconeando Lucila/con lágrimas en los ojos, aunque un brillo en la pupila/golpea las puertas y lo llama basura/mas ella lo sabe, le gusta esa amargura.” Porque esto de versificar para Lucila ha sido producto del ingenio de Eledín Parraguez, un maestro que como ella, sabe de poesía, de precariedades y generosidad, como alma y motor del Primer Concurso Literario Estudiantil convocado por la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Central y el Instituto Chileno Sueco de Cultura . ¡Qué mejor lugar para reunir los trabajos de centenares de niños de educación básica y media, de Santiago y regiones bajo el llamado Un verso para Lucila! Un trabajo que requirió de la colaboración de muchos otros maestros amigos que incentivaron a sus alumnos para que enviaran sus poemas en el marco de los 70 años del Premio Nobel de Literatura de Gabriela Mistral.

Porque como dice el director de la Escuela de Pedagogía General Básica de esa Universidad, Luis Rojas, en el libro que reúne a los trabajos ganadores y a tres menciones honrosas de las tres categorías de 1º a 4º; de 5º a  8º y de 1º a 4º Medio: “Esta obra es el reflejo de la capacidad, a veces ignorada y/o postergada por el sistema escolar, que tienen los niños al plasmar en un sencillo verso sus emociones, sus alegrías, sus miedos, sus esperanzas y sus experiencias a través de la palabra escrita”.

No es común ver a niños lanzar sus versos al viento, menos en los tiempos en que el aprendizaje de memoria de la poesía ha sido desplazada de la sala de clases, cuando la lírica pareciera ser un territorio de habitantes de otros tiempos y espacios. En la era  de los 140 caracteres, la poesía va quedando marginada a ciertas postales de puestas de sol que se ven en las redes sociales, como si fueran anunciando la pérdida de la luz, la escasez de la palabra de esos poetas esenciales.

Y entonces surge la voz de Nancy, quien ha venido acompañada de su madre, su tía y su hermanito menor, para recitar su poema con el título de Gabriela en su lengua materna, el maduzungun, para decirle “…nuestra poetisa bella /del cielo alcanzó una estrella”, haciendo un guiño inesperado a Rubén Darío y a esa Margarita tan traviesa que una tarde fue a buscar una estrella hasta el azul y más allá.

El libro que recoge todos los trabajos ganadores fue el mejor premio para todos ellos, cuando orgullosos buscaban su poema para verlo impreso en letra de molde, sintiéndose tan poetas como Gabriela, a quien le dedicaban sus versos. Un cuadro que bien pareciera de épocas pasadas,  pero que gracias al trabajo de un maestro se le rindió el más sencillo y alto homenaje que merece nuestra Nobel de Literatura, Gabriela Mistral.





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