A comienzos de agosto, el ambiente editorial recibió como cada año, una solicitud por parte del Ministerio de Educación para presentar una oferta de libros para lo que se denomina una Gran Compra destinada a las Bibliotecas CRA, mejor conocidas como bibliotecas de aula. Técnicamente, una Gran Compra se define como “una adquisición a través del catálogo de Convenios Marco de un bien o servicio cuyo monto total es igual o mayor a las 1.000 UTM”, esto quiere decir que solo quienes están acreditados en el sistema de compras públicas llamado Convenio Marco pudieron acceder. Como el sistema está bien organizado, las pequeñas editoriales también postulan sus libros a través de distribuidoras o librerías. El mundo editorial trabajó contra reloj, como suelen ser estos procesos pero que, este año, curiosamente no fue una licitación pública.
Estos llamados de grandes adquisiciones producen mucha inquietud en el mundo editorial ya que como es el Estado el mayor comprador de libros en Chile, la elección de un par de títulos a una editorial pequeña le significa terminar el año con números azules. Hay que considerar que las compras no son solo libros, también buscan entregar otros recursos del aprendizaje, mapas, juegos didácticos a los casi 3 millones de alumnos de todo Chile, como también proveer a los profesores de material.
Las expectativas eran altas, cuando desde el año pasado rige la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020, que explicita de manera general en uno sus objetivos la necesidad de “estimular la industria editorial nacional impresa y electrónica a través de las compras públicas” y, de manera más específica, que “las compras de libros permitan aumentar progresivamente, hasta un 60 por ciento, del monto de las compras públicas de cada programa de ediciones nacionales”.
Sin embargo, las cosas salieron mal. Desde que hubo una disminución ostensible de recursos: de los 7.150 millones de pesos solo se invirtieron 5.600 millones, hasta lo peor, que el Estado no cumplió con sus objetivos y terminó adquiriendo un 73 por ciento de libro extranjero para nutrir a sus bibliotecas escolares.
Para tener una foto más exacta de lo que ha sucedido, vale la pena señalar la lista total que se construyó para esta Gran Compra que superó los mil títulos y, sin embargo, fueron seleccionados 298 de ellos, con la gravedad de que en el tramo más importante, esto es en cual se piden cotizar hasta 9 mil ejemplares destinados a los profesores o a la discusión en torno a la educación, solo hay un título publicado en Chile y cinco españoles, cuando tres de estos cinco libros pertenecen al mismo autor. Peor aún, algo sucedió en la plataforma que no se consideraron las listas de 2015 en ciertos casos pero sí de los años anteriores, de modo que también se seleccionaron libros de listas más antiguas…
¿Qué importancia tiene esto de si el libro fue editado o producido en Chile cuando la compra vale la pena y se ha adquirido un material de calidad para la educación de nuestros hijos? Es una pregunta que surge de inmediato y que acomoda a quienes no quieren que la discusión sobre la lectura en Chile sea más compleja, ya que invita a despachar el asunto de manera rápida.
Las consecuencias del gasto público en educación, esto es, el dinero de todos los contribuyentes que el Estado destina a la compra de libros es una cuestión que nos compete a todos, cuando se trata de nuestro dinero y de cómo puede ser invertido de la mejor manera para lograr los mejores resultados, que es la mejor educación para nuestros hijos.
Queda fuera de la discusión la idea de elegir un producto nacional, en este caso un bien cultural llamado libro chileno, solo por ser chileno, aunque su calidad sea deficiente. Estamos hablando que la industria local tiene cada vez una mejor producción, es decir, los libros chilenos son cada vez de mejor calidad, en cuanto a autoría, edición, factura… Que el libro producido al interior de nuestras Universidades es una obra generalmente, excelente en cuanto registra el pensamiento y la discusión pública en torno a temas esenciales, por lo que resulta absurdo pensar que nuestros profesores solo pueden leer a autores españoles, y particularmente a uno de ellos para formarse al respecto.
Lo que ha hecho el Ministerio, como muy bien lo dice la Asociación de Editores Independientes de Chile es una “flagrante expresión de colonialismo cultural, excluyendo la notable y rica creación y producción local”. Como también una falta de respeto que el Estado comete en contra de sí mismo, al no seguir las Políticas que él se ha formulado, pero sobre todo, contra quienes son parte de la industria editorial a quienes llamó para construirla…y por cierto, también una falta de respeto hacia la comunidad educativa que merece lo mejor que se hace en Chile, como lo mejor que viene desde el exterior.
No debiéramos dejar fuera del análisis que el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, desde hace cuatro años, apostó por la descentralización y adquisición del material bibliográfico de sus bibliotecas, que alcanzan las 447 alcanzando a un 36 por ciento de la población chilena. Y como lo establece la Encuesta de Comportamiento Lector 2014 los porcentajes más altos de lectura en la población corresponden a la edad escolar, de modo que cuando estamos hablando de la Bibliotecas CRA apuntamos al corazón de la lectura en Chile.
En un comunicado que los Editores de Chile titularon como El desprecio a los libros, a la creación y a la producción chilena por parte del Ministerio de Educación, terminan con una serie de preguntas que vale la pena reproducir para entender la multiplicidad de aspectos que involucra una Gran Compra como la descrita y respecto de la que exigen respuesta y transparencia, como ¿Qué criterios utilizó el MINEDUC para arribar a la lista preliminar de 1014 títulos? ¿Con qué criterios descartaron 716 títulos para arribar a los 298? ¿Qué los llevó a seleccionar en el tramo de mayor cuantía solo a obras extranjeras , tres de las cuales pertenecen al mismo autor? ¿Por qué se disminuye la presencia del libro local en lugar de aumentarla, transgrediendo lo establecido en la Política Nacional de la Lectura y del Libro?
Todos, no solo los editores nacionales, estamos a la espera de estas respuestas por parte del MINEDUC.