Hace unos días se comprobó lo que oportunamente fue denunciado por los estudiantes de la Universidad Andrés Bello y de la Universidad de Viña del Mar, sometidos a pagar elevados costos por estudiar, en un sistema de educación que es instrumento de la especulación financiera. Fue el propio grupo económico norteamericano (Laureate) quienes anunciaron que sus ingresos por concepto de matrícula y aranceles, de las universidades controladas por ellos en Chile: Universidad de Viña del mar, Andrés Bello y las Américas, sumaron en el año 2015 los 536 millones de dólares.
Una realidad conocida, investigada y que las autoridades políticas y educativas chilenas han sido incapaces de parar, la razón es muy clara y objetiva, no lo han hecho porque son cómplices, por acción u omisión, en la creación y mantenimiento de un sistema de educación superior que permitió a las instituciones privadas de educación regirse por la lógica económica y de los mercados. En todos los gobiernos post dictadura, el negocio educativo universitario se focalizó en la irrupción desmedida de universidades orientadas por la oferta y el lucro, creadas al amparo del DFL N°1 del 30 de diciembre de 1980, las que a pesar que por ley no pueden lucrar, la misma estructura legal permitió a quienes las fundaron y que posteriormente constituyeron corporaciones educativas, fueran empresas comerciales, es decir, con fines de lucro.
Lo mismo sucede con las AFP, un sistema de capitalización individual inventado y que nos impusieron durante la dictadura cívico militar, como la única alternativa que tienen los trabajadores/as que ingresan al mercado laboral, para imponer en el sistema previsional. El que ha quedado demostrado, terminó siendo un sistema de ahorro forzoso, cuyo objetivo no es otorgar pensiones dignas a sus afiliados, sino que inyectar capital al mercado financiero nacional e internacional, para alimentar los negocios de los grandes empresarios del país.
No obstante a lo anterior, y al igual que sucede con el sistema de educación superior, desde el inicio de los gobiernos democráticos en 1989, no se ha logrado una reforma estructural que cambie la lógica del funcionamiento de capitalización individual, que pese a que la Reforma Previsional del 2008, que si bien es cierto instauró las Pensiones Básica Solidarias y con ello la posibilidad de un conjunto de ciudadanos/as pudiera acceder a una pensión mínima, aún sigue persistiendo y agudizándose el problema de las pensiones de hambre y ofensivas a la dignidad humana que otorgan las AFP.
Estos dos grandes problemas que nos aquejan a los chilenos y chilenas, uno el sistema de pensiones y el otro la educación, han sido administrados bajo el gran acuerdo político nacional, que es el consenso entre la derecha y la vieja concertación. Llevado a la práctica en todos los gobiernos post dictadura, manteniendo vigentes fórmulas económicas y sociales neoliberales, proclamando sin tapujos que Chile es un modelo exitoso y un ejemplo a nivel mundial.
Ellos han elevado esta gran mentira a un nivel de verdad absoluta, oponiéndose a cambiar las bases del sistema económico, del trabajo, de la educación y de las pensiones, entre otros, argumentando sobre “los peligros” que esto significaría para la estabilidad del país. En la práctica, neutralizando el derecho ciudadano a organizarse y oponiéndose a toda política o reforma, como ha sucedido en estos últimos años, que pretenda asegurar derechos económicos y sociales básicos para los chilenos y chilenas.
De esto estamos cansados, de gobiernos y políticos incapaces de cumplir con las promesas que nos han hecho para ser elegidos, corrompidos algunos de ellos por el poder económico empresarial que es dueño de Chile.
Para superar todo esto tenemos que salirnos del escenario político completamente controlado por la Concertación y la derecha, en el cual la política, el fin último, es entendido para administrar el Estado, no para cambiar las cosas en beneficio del bien común. Por décadas se han repartido el botín, alternando gobiernos cada cuatro años, entre distintos actores de una centro izquierda cada vez más derechista, que ya no se diferencia con la derecha, por el contrario, ambos se complementan para usufructuar y proteger el sistema económico y social actual.
Lo que hace falta en Chile hoy es un proyecto de país distinto al neoliberal, ha quedado demostrado que con solo reformas políticas o económicas mínimas que naveguen en el mismo sistema no valen, por el contrario, fortalecen las relaciones económicas, sociales, culturales e internacionales vigentes. Lo que se necesitan son cambios que permitan de verdad, disminuir sostenidamente las desiguales relaciones de poder y las injusticias sociales provocadas por los pequeños grupos económicos que manejan a los políticos y al país a su regalado antojo, manteniendo un Constitución y una institucionalidad política que les protege.
Hoy necesitamos constituirnos con esa mirada alternativa distinta, con una identidad propia, que oriente la refundación política desde la teoría y la práctica, con vocación para la transformación del poder, cuya validez se exprese hoy en ampliar y profundizar la democracia, los derechos ciudadanos en los ámbitos, políticos, económicos y sociales.
Sin complejos hay que ir más allá de los límites del capitalismo, el capitalismo globalizado en el cual vivimos en Chile se ha extendido como nunca y a escala mundial, produciendo un sistema de esclavos asalariados a bajo costo. Sin organización y cada vez mas más fragmentados, junto a enormes sectores de excluidos y desempleados o empleados esporádicos.
El camino no es breve ni fácil, para asumir esta tarea necesaria se requiere un proyecto de país y un programa que oriente la construcción de un bloque político progresista, que supere la dispersión existente y las presiones que le imprime a la política actual, la actividad llamada de centro izquierda e incluso socialista, de carácter cortoplacista y puramente “económico” con la que se intenta frenar la amplitud de la actual lucha social emergente.
Pero el camino es largo porque en el legítimo acto de “sobrevivir” a la dictadura, importantes sectores de la izquierda chilena sufrieron una profunda mutación cultural, respecto a su ubicación frente al sistema neoliberal y a la democracia, aceptando la lógica del mercado, que es la idea totalizante del neoliberalismo como el eje rector de la vida de los chilenos y chilenas. Una izquierda que instalada en los distintos gobiernos post dictadura, han hecho un juego que terminó alejándoles de su identidad, de su propia historia, al punto que hoy, algunos sienten vergüenza de la doctrina y las ideas que como universo cultural le permitieron el reconocimiento social y una acumulación de experiencia histórica significativa.
Por tanto, la izquierda no es una categoría política estática, ni el partido político de izquierda asimilado automáticamente a la conciencia social, indiferente a las condiciones concretas que vive nuestro país, uno de las más desiguales del planeta. Las condiciones actuales reclaman constituir y participar de un gran movimiento anti neoliberal, construyendo fuerzas sociales concretas, alternativas, bajo la forma de gobiernos, de plataformas, de movimientos sociales y liderazgos contemporáneos, alternativas concretas al neoliberalismo.
¡Queda pendiente entonces la capacidad de crítica, de comprender que hoy los partidos políticos y los políticos, tal como se presentan ante la ciudadanía, son como una neblina que les impide unirse al pueblo y sus intereses, convertidos estos últimos en una casta política corrompible! .
Enrique Villanueva M.
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