La atención de los lectores y de las vidas de los talentos de la tecla, ha estado concentrada en José Donoso y luego su hija Pilar. Los tormentos del primero han sido ampliamente comentados y las consecuencias de los mismos en su hija Pilar, también.
La gran outsider ha sido siempre la esposa no sumisa del escritor María Pilar Serrano. Denostada por Pepe como mujer borracha, pero nunca tanto como Pilar, a quien llega a calificar de asesina en uno de sus espantosos arranques.
Es interesante leer lo que cuenta de su vida en Calaceite. Parto por lo más pintoresco: en una ocasión, reunidos en un restaurante Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Franqui y Donoso, algunos con pareja como Cortázar con la letona Ugné Larvelis, tardan tanto en decidirse por el pedido que el maître, cansado de esperar, recurre al dueño del establecimiento. “¿Alguno de ustedes sabe escribir?”, pregunta éste. Todos se miraron desconcertados. Mercedes, apodada “la Gaba”, responde: “Si, si, yo sé”. Y dicta el pedido. Carmen Balcells la temible editora de varios de los presentes, comentaba que de “la “Gaba” se podía decir cualquier cosa, siempre que se parta de la base de que es perfecta”.
Pilar envidia la excelente relación de las otras mujeres, Mercedes y Patricia Vargas Llosa y que ella no está a la altura de esa amistad. En cambio Rita Macedo, la mujer de Carlos Fuentes, actriz (estuvo en el reparto de “Viridiana”, de Luis Buñuel), sí era considerada por Pilar como amiga suya, pero nunca tanto como las esposas de Vargas Llosa y el Gabo.
Muchos saben de la extrema timidez de Donoso. Las criticas constituían un alud que lo desequilibraban in extremis. Por tanto, la distancia con Octavio Paz era obvia pues el mexicano había deslizado ciertos comentarios poco benevolentes hacia la obra de nuestro Premio Nacional.
Fuentes y Donoso en cambio, se conocían desde la infancia pues fueron compañeros de colegio cuando los padres de Fuentes estuvieron asignados a Chile como diplomáticos.
Pilar relata que pasaron ciertos aprietos económicos, al momento de adquirir una casa en España. Esta inversión les comió todos los ahorros y tuvieron que pedir un préstamo a una pareja amiga norteamericana. Y compara de cómo al mismo tiempo, los García Márquez recurrían a Alfonso Milá, uno de los árbitros del buen gusto en Cataluña para decorar su casa, enriquecidos por las ventas de “Cien años de soledad”.
Asimismo, Pilar confiesa que por falta de medios contrataba los servicios de una costurera para su vestuario formal. Los modelos los inspiraba en los figurines de la revista rosa “Hola”.
Cuenta una anécdota impresionante. Sabido es que los aviones inspiraban terror en Gabo. El mismo relata en un artículo o ensayo que en los vuelos de ultramar, aquellos entonces de diez horas sobre el agua, solía beber en grandes cantidades, pero que la resaca lo sorprendía a mitad del trayecto y entonces sufría el doble; pánico y malestar. En fin, obligado a volar en 1971, un vecino de viaje, mientras GGM está hundido en el asiento de puro pánico, le lanza un elogio: “Usted es el escritor más grande de América. Permítame que le ofrezca una copa”. El escritor acepta gustoso, y asume la cháchara apurando varios whiskies.
Al llegar a destino, el interlocutor le aprieta las manos emocionado: “¡He estado feliz de conocerlo, señor Vargas Llosa! ¡Hasta luego!”
Finalmente, rescato de las opiniones de Pilar, que Vargas Llosa se trenzaba en discusiones que dejaba a los otros afuera como espectadores respetuosos. Eran con Carlos Franqui, que tuvo que salir de Cuba; Vargas Llosa defendía a ultranza los gobiernos de izquierda, aunque fuesen militares como el de Velasco Alvarado. ¡Como nos cambia la vida!
La esposa de José Donoso hace hincapié en que las semillas de la divergencia ya comenzaban a relucir, y si bien no todas las amistades se deshicieron, muchas se enfriaron. Y también ciertos matrimonios o parejas, el caso más reciente, de Varguitas (definido así por Enrique Lafourcade), con Isabel Preysler.