Se supone que el escritor Philip Roth, discute con su padre, abrumado porque su nieto va a contraer matrimonio con una portorriqueña.
Roth le plantea: “A principios del siglo XIX tu padre tenía tres opciones. Primera, podría haberse quedado en la Galicia judía en Polonia, con la abuela. Y de haberse quedado allí, ¿qué habría ocurrido? A él, a ella, a ti, a Sandy y a mi…todos convertidos en cenizas. La segunda opción es la de irse a Palestina. En el 48 tú y Sandy habríais luchado contra los árabes y aun en el supuesto que hubierais sobrevivido los dos, sin duda alguno habría perdido un dedo, un brazo o un pie. En el 67, yo habría intervenido en la guerra de los Seis Días y, como mínimo, habría recibido un poco de metralla en la cabeza. Tus dos nietos habrían luchado en el Líbano y, para ser moderados, supongamos que hubiera muerto uno de ellos. Eso en cuanto a Palestina. La tercera opción era venir a América, cosa que hizo. ¿Y qué es lo peor que puede ocurrir en América? Que tu nieto se case con una portorriqueña, o sea vives en Polonia y sufres las consecuencias de ser un judío polaco o vives en Israel y sufres las consecuencias de ser un judío israelí, o vives un America y aceptas las consecuencias de ser un judío americano. Dime, que prefieres”.
¡Tienes toda la razón!, asume el padre.
Y sabes lo que voy a hacer ahora- le dije, Voy a ir a Brooklyn a hablar con la madre de aquella chica. Estoy seguro que ella también esta de rodillas llorando y manoseando de lo lindo su rosario. Le diré: “Si quiere vivir en Puerto Rico sin duda su hija se casara con un simpático muchacho portorriqueño, pero tendrán que vivir en la isla. Si quiere vivir en Brooklyn, lo peor que puede ocurrirle es que su hija se case con un chico judío, pero usted ha establecido su vida en Brooklyn. Elija lo que más le convenga”.
Esto volvió a irritar a su padre: “¡Que clase de comparación es ésa! ¿Qué significa lo peor que podría ocurrirle? La mujer debería de estar halagada por el buen casamiento de su hija. “Claro que lo esta”, replique. “Esta tan halagada como tú”.
En final del capitulo concluye con una frase: “La mayoría de la gente dice judío en público de la misma manera como dice mierda. Incuso los judíos”.
¿Habrán cambiado las cosas desde 1990 cuando Roth escribió el libro (“Engaño”)?
En lo personal, creo que lo peyorativo esta enraizado en lo político y no en la creencia ni en la raza.
Traslado el tema a Chile. En lugar de Roth, no podría haber disparado contra los árabes, siendo que muchos de mis amigos de la infancia son descendientes de nacidos al otro lado del Jordán. Pero veo actualmente, chilotes que deben de cambiar de apellido, muy propios del Chiloé isleño y continental, para se aceptados por el resto de la comunidad, especialmente si se casan con alguien de ese resto. En la comunidad croata, es mejor visto que una persona proveniente de la isla de Brac lo haga con otra de tierras dálmatas.
Asunto similar sucede con los alemanes, los suizos, los sirios, qué decir de las comunidades del extremo oriente residentes en el país.
La globalización todavía esta en Internet y en las transnacionales, en otros aspectos, la vida tribal sigue su curso como si nada, pero quizás las garras de Trump, cambien las cosas y auguro, no para bien.