La transición en Cuba

  • 10-12-2016

Una tarde de comienzos de septiembre de 1986, Carlos Lage Dávila fue citado a una reunión con Fidel y Raúl Castro en el Palacio de la Revolución de La Habana, sede del gobierno de Cuba. Lage, quien es médico de profesión, había sido presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de Cuba y, en ese momento era el Primer Secretario del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Lage, quién a la sazón contaba con 34 años acudió un tanto extrañado a la reunión, con los dos máximos dirigentes de la revolución. Tenía importantes compromisos en el marco de sus responsabilidades esa tarde, pero la instrucción fue precisa. “Deja de hacer cualquier cosa que tengas pendiente”. Fue recibido en un ambiente relajado, entre la jocosidad auténticamente cubana de Raúl y la solemnidad que imponía la presencia del Comandante en Jefe. Habló el primero para informarle que a partir de ese momento iba a cesar sus compromisos en la UJC para comenzar a trabajar directamente con Fidel en las responsabilidades que él le iba a asignar. En primera instancia, debía prepararse para viajar de inmediato con él y acompañarlo en la delegación que representaría a Cuba en la VIII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados que comenzaría en los próximos días en Harare, Zimbabue.

¡Ese día comenzó el proceso de transición en Cuba! En febrero de ese año se celebró el III Congreso del Partido Comunista (PCC) y solo un mes antes, Fidel había cumplido 60 años. Es evidente que las reflexiones realizadas por las altas autoridades cubanas respecto de esos dos hechos, y seguramente otros más, llevaron a la conclusión de que había llegado el momento de comenzar a pensar en la necesidad ineludible de preocuparse con mucha antelación por la continuidad de la revolución cubana en el tiempo, dando paso a una fase permanente y continua de formación de cuadros que hiciera que el natural proceso de finitud de la vida de los líderes históricos de la revolución, no causara contratiempos y se enmarcara en el normal desarrollo de la vida política de un país, sobre todo de éste, ubicado a solo 150 kilómetros de la mayor potencia mundial y sometido al acoso y la agresión permanentemente, en los últimos 35 años.

El fallecimiento de Fidel Castro, además del odio de lo más putrefacto de la derecha internacional, hizo emerger toda clase de teorías y opiniones sobre la transición en Cuba. Es sabido que la mayor parte de los medios de comunicación moderno si no tienen información, la inventan y la transforman en verdad, esta vez infructuosamente intentaron colocar tal tema como el más importante, tratando de ocultar el extraordinario homenaje que el pueblo cubano, los pueblos del mundo, y los estadistas decentes de todas las ideologías rindieron al Comandante en jefe de la Revolución Cubana.

Las cloacas imperiales han destapado toda una serie de hipótesis respecto del futuro de Cuba. La cara siempre idiota de la locutora estrella de CNN, cuando las respuestas a sus preguntas no son las esperadas, eran un verdadero poema. Esa noche del 25 de noviembre consultaba a una persona en La Habana respecto de qué estaba ocurriendo y la respuesta de “Nada. Todo está normal”, desencajaba su artificialmente estirado rostro, pues había transmitido durante años que “el régimen cubano ocultaría la muerte de Fidel Castro para evitar las multitudinarias manifestaciones que pedirían el fin del régimen”. Solo la estupidez, la ignorancia o la imaginación de escenarios estereotipados diseñados en laboratorios de guerra sicológica podían hacer suponer que tal habría de ser la respuesta del pueblo cubano al fallecimiento de quien consideran después de Martí y tal vez a su lado, el más grande paradigma de la cubanidad.

La transición en Cuba también incluyó un largo y paciente trabajo de reestructuración de los métodos de trabajo. Raúl Castro se encargó personalmente de que ellos fueran efectivos en el PCC, las Fuerzas Armadas y los órganos locales del gobierno y Partido en las provincias y municipios. Se hizo énfasis en una política de selección de cuadros que incluyera a los jóvenes para que en todos los niveles de la administración y el Partido se fuera dando un prolongado y constante relevo generacional. Hoy en Cuba, más del 70 por ciento de los dirigentes del Partido y el Estado y de los generales de las Fuerzas Armadas, nacieron después que Fidel Castro dirigiera el asalto al cuartel Moncada en 1953.

Ese proceso se desarrolló con altas y bajas, algunos de los cuadros designados para ocupar altos cargos en el gobierno y el partido cometieron errores y fueron destituidos, el país pasó por el difícil “Período Especial“, después de la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista, principales aliados y socios comerciales de Cuba que además trajo un recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos contra el país y que fue especialmente severo entre 1990 y 1993 cuando desde diferentes fuentes occidentales se anunció el fin de la revolución cubana. Esta fue una nueva prueba de fuego para el mandato y el liderazgo de Fidel. Cuba logró superar este momento, el más duro de su historia, cuando solo en 2007 pudo recuperar el PIB de 1990.

La transición siguió su curso, incluso en esas condiciones, cuando Cuba pasó por el que quizás ha sido el momento de mayor debilidad de su historia. En ese lapso sólo se pudo realizar el V Congreso del PCC en 1997, hasta que el VI Congreso, ya con Raúl Castro en el poder, confirmó todas las decisiones tomadas en 1986.

En el VI Congreso del PCC realizado en 2011 se oficializó la voluntad de los cubanos de continuar el rumbo socialista, actualizando su modelo económico, “cambiando todo lo que debe ser cambiado”, solamente bajo decisión autónoma y soberana, para mejorar y hacer más próspero y sustentable el desarrollo, sin presiones de potencia alguna.

El VII Congreso realizado este año 2016 aprobó una resolución especial que recomendaba la aplicación de una política que proponía plazos y edades límites para ocupar cargos de dirección en las instituciones estatales y gubernamentales. Así mismo, en esta resolución se evaluaron los logros y dificultades en el crecimiento del partido, debilidades en el proceso de captación, especialmente a los más jóvenes y sobre la organización y funcionamiento del Partido principalmente en el apoyo y control a la economía y a la actividad administrativa.

De esa manera, se dejaba claro que el proceso no ha estado exento de dificultades y barreras, sobre todo de sectores conservadores que están enquistados en la dirección del PCC y que ponen trabas a los cambios que se han decidido y que han sido de particular énfasis en los discursos y la práctica de Raúl Castro.

Desde hace muchos años atrás, Raúl Castro, en sus permanentes visitas por el país, y en el trabajo que le correspondía como ministro de las fuerzas armadas, segundo secretario del PCC y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministro iba sembrando las semillas de una nueva forma de hacer política de forma más descentralizada y dando más autonomía a los órganos locales y territoriales, así como a otras instancias del Estado. De esa manera iba preparando a los cuadros del partido y del Estado para asumir mayores responsabilidades y prepararse para dirigir el país cuando se produjera la ausencia de los líderes históricos.

Desde el año 2006, Raúl Castro fue designado presidente provisional, tras el abandono de Fidel de todos sus cargos por sus graves problemas de salud. En 2008, Raúl fue nombrado presidente de forma definitiva, asumiendo así mismo las máximas responsabilidades en el partido, lo cual le permitió fortalecer y acelerar los procesos de transición, restructuración interna y modificación de la estructura económica del país, todo lo cual fue ratificado en los Congresos VI y VII del PCC. En el primero de ellos, en 2011, Raúl anunció que estaría como presidente durante solo dos periodos de gobierno (hasta 2018) y después se retiraría, eso fue ratificado y confirmado en el Congreso del PCC realizado durante este año 2016.

Pero, desde la llegada de Raúl al poder en 2006 y sobre todo después de la destitución de Carlos Lage y otros líderes de la nueva generación en 2009, la sucesión que se había venido preparando y realizando desde 1986, se ve obligada a tomar otro rumbo. Ya Fidel no estaba en el poder y aunque Raúl le consultaba acerca de las decisiones a tomar, las instituciones creadas por la revolución, van cubriendo nuevas responsabilidades con jóvenes que se habían formado en los largos años que van desde 1986.

Entre esos cuadros, emergió Miguel Diaz-Canel quien fue designado Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba en febrero de 2013, siendo el primer dirigente cubano nacido después de 1959 en alcanzar dicho puesto.

Raúl Castro tiene 85 años, su salud es buena, pero la transición y el relevo en Cuba no ha dependido de la salud de sus líderes, como no ha dependido del fallecimiento de Fidel, toda vez que ha sido un proceso adelantado desde hace muchos años que no va a tener alteraciones, salvo las que los propios cubanos decidan.

A pesar que la prensa occidental idea patrañas al respecto, inventado supuestas luchas de poderes, solo una estupidez desenfrenada y una ignorancia supina respecto de Cuba y su revolución, y sobre todo a deseos de hacerla rendir por cualquier vía, más que a las realidades de su proceso y de su vida política, es la que lleva a estos mercachifles de la comunicación, a fabricar y vender nuevas imposturas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X