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Crónica
A pedales por Santiago

Cada año se realizan más de un millón de viajes en bicicleta. El uso cotidiano ha ido en aumento junto con la cantidad de organizaciones y movimientos que reúnen a una comunidad activa que se organiza no sólo para pedalear y mejorar la infraestructura en la ciudad. Nos montamos en una bici y fuimos a recorrer Santiago para conocer de cerca en qué están los ciclistas chilenos.

Yasna Mussa

  Lunes 12 de diciembre 2016 14:46 hrs. 
bicipaseos

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Estamos en la comuna de Providencia, montados en una bici, siguiendo la ciclovía que recorre el Parque Bustamante. Llegamos a Plaza Italia y la ruta continúa por el borde del río Mapocho, cruzando el Parque Forestal. Pero al terminar el camino entre los árboles, sólo aparece el cemento, amplio y absoluto. Ante la idea de ir hacia la zona norte o poniente, se terminan las opciones y la alternativa es sumarse a la calzada común, donde se disputan el paso las micros, autos particulares, taxis y motos.

La bicicleta es un vehículo de transporte personal de propulsión humana, en donde es el propio viajero quien genera la fuerza para avanzar. Aunque su invento data del siglo XIX y la tecnología ha permitido crear otros medios más rápidos y automáticos, la bici sigue ocupando un espacio cotidiano en sus distintos usos y modelos, en el que Chile lidera, a nivel latinoamericano, la cantidad de viajes diarios en cleta.

“Cada día en Santiago habría un millón 100 viajes diarios en bicicleta. La cifra da cuenta de un aumento explosivo que se viene dando a la fecha desde hace unos 10 años, donde cada año en Santiago se estipula o calcula que el crecimiento como potencial de la bicicleta es de un orden del 10 al 15 por ciento anual”, dice Pablo Arriagada, miembro de Bicipaseos Patrimoniales.

Arriagada fue un actor activo en el último Foro Mundial de la Bicicleta, FMB5, realizado en abril pasado en Santiago de Chile. En la cita, estuvo cargo del área de políticas públicas y grupos temáticos, razón por la que está muy al tanto de cómo y cuánto ha crecido la comunidad de usuarios de bicicleta.

“En el caso de Santiago uno puede ver que efectivamente que ha habido un crecimiento exponencial que tiene que ver con dos cosas principalmente: que han habido respuestas reales en cuanto a infraestructura en algunas comunas de Santiago, céntricas principalmente; y también tiene que ver con el trabajo de un número de organizaciones bien diversas que existen en la ciudad. Uno también lo puede reconocer en otras ciudades, pero no en todas ellas de manera equitativa”, asegura el ciclista.

Arriagada se refiere a esa discontinuidad que existe dentro de la ciudad, en donde la infraestructura está muy asociada a un tema de clase, pues dependiendo del presupuesto de cada municipio, del barrio donde se habita y de la forma de entender y proyectar la ciudad, existen más o menos posibilidades de hacer de la bicicleta una herramienta de transporte seguro. “En Santiago Centro o Providencia se han ido extendiendo redes de ciclovías, cuestión que no sucede así en zonas periféricas de la ciudad, entonces ahí es donde uno puede ir viendo una contradicción. Hay un avance de un elemento positivo para la movilidad de las personas, que además remarca de alguna forma una serie de facilidades de acceso, que no se da en toda la ciudad”, subraya Arriagada.

El mundo a pedales ha ido aumentando los espacios y a medida que más se suman a recorrer la ciudad a un ritmo humano, han ido surgiendo nuevas organizaciones., movimientos y colectivos. Entre ellos se encuentran los famosos Ciclistas furiosos y sus polémicas cicletadas de los martes. También está Macleta, mujeres que hacen trabajo de género enseñándoles a otras mujeres adultas a andar en bicicleta por primera vez. Y quizás la más simbólica y reflexiva, Ciclistas con alas, una organización que nace a partir de la muerte por atropello del joven ciclista Arturo Aguilera, cuya familia quiso rendirle un homenaje instalando una bicicleta blanca que muy pronto tomó forma de animita.

“En otros lugares se conocen como las “ghost bikes”, las bicicletas fantasmas, pero la característica que ha ido tomando en el caso de Santiago de Chile es que se ha ido mezclando un poco con esa lógica que tienen las animitas. No son sólo bicicletas blancas, sino que además son bicicletas donde la gente va dejando sus recuerdos, se va transformando en un punto de referencia que nos hace recordar lo frágiles que somos y lo que nos falta avanzar en término de justicia y redistribución del espacio y de la calle”, dice Pablo Arriagada.

Aunque partió como una iniciativa de sus seres queridos, muchos otros familiares de personas fallecidas por atropello se fueron acercando al entorno de Aguilera, replicando las bicianimitas en 10 puntos de Santiago.

Arriaga observa que “todo el tráfico sigue de manera normal, sigue la congestión, y ahí están esas bicicletas blancas, en distintos puntos de Santiago, recordando que alguna de las personas, como cualquiera de nosotros, ya sean estudiantes, trabajadores, padres de familia, jóvenes con sueños; como a cualquiera que pueda sucederle, tuvieron que partir porque la ciudad sigue moviéndose a una velocidad que es un poco injusta y es un poco indiferente”.

El miembro de Bicipaseos Patrimoniales ha visto el incremento de usuarios en todos estos años de trabajo, algo que demanda más compromiso y un rol activo a la hora de enfrentar las políticas públicas. Por eso, dice que el movimiento ciclista observó con atención las últimas elecciones municipales, pues el rol de los alcaldes es clave para proyectar la implementación de infraestructura. En enero de 2017 cumplirán 5 años realizando rutas patrimoniales en Santiago y en todo este tiempo han notado que los movimientos ciclistas también han ido progresando en esa reflexión sobre la ciudad que quieren habitar, a un ritmo diferente, menos violento. En un principio el tema era “la bici por la bici”, pero Arriagada asegura que hoy se entiende que la bici es un medio para un fin y ese fin es una ciudad más justa, una ciudad más accesible, una ciudad que se pueda vivir mejor.

“Durante estos 5 años hemos tenido un público permanente en nuestras cicletadas que va entre las 200 y 300 personas, en donde nosotros los invitamos a reflexionar sobre temas patrimoniales, que quizás la institucionalidad no reflexiona, a comenzar a valorar otros espacios de la ciudad, pero sobre todo a valorar la ciudad a otra velocidad”, concluye el ciclista.

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