Traer a Ramiro


Miércoles 14 de diciembre 2016 10:34 hrs.


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Señor Director:
Noviembre 1986. Santiago de Chile.Grecia con Matta, esquina del mote con huesillo.
Sol vertical, viento primaveral. Camisas y poleras sueltas, chaquetas informales. Tres jóvenes compartían su alegría alimentada por la frescura del mote recién servido en un enorme vaso de vidrio que, convertidos en caleidoscopios de los rayos de sol,  iluminaban el rostro de Lobo, Ramiro y Ernesto. Los tres allí, reunidos y discretamente atentos a todas las direcciones.
Juntos aquel día por algunos arriesgados minutos de aparente vida normal esperaban por el vínculo para ingresar a una reunión convocada por el mando del FPMR.  Una mirada fina permitiría, quizás, distinguir debajo de sus camisas las empuñaduras de algún arma y es que, si bien era la primavera, si bien brillaba el sol y el viento revoloteaba alrededor haciendo sentir una ilusión de vida plena y libertad, se vivía también el año 13 de una dictadura que, enrabiada y asustada como una bestia herida, reprimía y atacaba todo signo de oposición  ya que hacia poco tiempo, las balas justicieras y los misiles barredores de tristezas, habían silbado en las orejas del dictador asesino y ladrón  como un anuncio de que la rebeldía alegre y combativa ya estaba en cada esquina, imparable y presta a volar con alas propias en pos de una vida mas digna y libre.
Des estos tres resistentes de aquella esquina de la historia, solo uno queda en vida: Mauricio Hernandez Norambuena, Ramiro.
Mauricio Fabio Arenas Bejas, Lobo,  fue detenido en Santiago el 19 de febrero de 1987 después de un intenso tiroteo contra fuerzas de la CNI, policías y militares. Herido por varios impactos fue trasladado a un centro de torturas durante 15 días y condenado a muerte por una corte marcial por su participación en el atentado a Pinochet. Detenido en la Penitenciaria de Santiago, logra fugarse junto a 48 compañeros gracias a un túnel construido por otros tantos resistentes chilenos que ya estaban en prisiòn. Mauricio Arenas Bejas muere en la clandestinidad a causa de un imparable càncer al pulmón en la ciudad de Buenos Aires el 12 de octubre de 1991.
José Joaquin Valenzuela Levi, Ernesto, comandante del FPMR, jefe del atentado a Pinochet, fue detenido el 15 de junio 1987  despues de un seguimiento. Trasladado descalzo, con las manos atadas y los ojos vendados fue asesinado cobardemente en la madrugada del día  16 al interior de una casa en la calle Pedro Donoso de Santiago junto a otros seis compañeros, durante la operación Albania, cobarde e ilegal montaje operativo de la CNI que culmina con la muerte de 12 combatientes por la dignidad.
Con esta generación de chilenos resistentes nos solidarizamos cuando demandamos, a través de miles de voces ciudadanas y desde distintos rincones del mundo, la repatriación de Ramiro, Mauricio Hernàndez Norambuena.
Cuales quieran que fueran las razones para estar o no de acuerdo con su actuar determinado, existe  un imperativo de orden moral, ligado a la reconstrucción de los valores democráticos en nuestro país, para apoyar toda iniciativa que permita su presencia en Chile y poder escuchar de su viva voz lo que fue aquella dura e implacable lucha por la democracia y la dignidad ciudadana en tiempos de dictadura. Cualquier persona que este impregnada de la mas básica honestidad sabe que aquello no pudo haber sido fácil ni predecible. Los jóvenes combatientes que constituyeron, junto a todo un pueblo, el destacamento que llevo al régimen dictatorial a meditar seriamente sobre su futuro merecen una solidaridad ciudadana que va mas allá de ciertas legitimas diferencias ideológicas pues se comparte el común denominador del apego a la libertad y los valores democráticos. Recordemos también que Allende murió defendiendo una constitución republicana que le permitió ser elegido democráticamente, contra una agresión de corte fascista y antidemocrática, cuestión hoy largamente documentada.
Se podrán hacer muchas conjeturas sobre este periodo y sus nefastas prolongaciones, pero otra cosa fue la vida concreta en aquel momento y sus consecuencias. Fueron los hijos de Allende nuestros Manuel Rodriguez, quienes posibilitaron lo que parecía imposible y si hoy existe un aire, una brisa lejana de futuro y dignidad en nuestra patria es debido a esta generación que se vio impuesta una lucha adversa a la cual se enfrentó construyendo futuro con la alegría del amor a la vida y a través de muchas formas como fueron los trabajos voluntarios, las canciones solidarias, las protestas y las barricadas y también con las armas en la mano cuando la sinrazón ya parecía pretender burlarse de la historia.
Para comprender mejor este periodo y sus enseñanzas es que debemos traer entre nosotros a Ramiro aqui en Chile y a todos aquellos que son discriminados de una manera u otra por el hecho de haber sido parte de aquella generación y su lucha por la democracia.

 

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